domingo, 12 de diciembre de 2010

El peso de la corona Vol. II


Propicios días nos brinde Dios queridos súbditos. Como ya referí en “El peso de la corona” vuestro humilde bloggero está enganchado (sí, aún) al Europa Universalis III, uno de los mejores juegos jamás creados. Bien, os sigo narrando como va mi inmensa y eterna partida. Porque no tengo nada mejor que hacer y si estáis leyendo esto significa que vosotros tampoco.

Año 1493. América recién descubierta, todas las potencias marítimas europeas al quite. Guerras de religión en el norte de Europa como es menester. Los inmundos turcos bloqueando navalmente mi comercio mediterráneo. El Papado exigiendo más de lo que puede masticar y los ingleses anglicanos aprovechando el momento para hincarme el diente. Los aztecas y los zapotecas liándola fina en ultramar donde mis escasas guarniciones poco pudieron hacer contra tamaña oposición. Una marea de generales incompetentes. Unos consejeros ineptos y un heredero que agoniza de fiebres.

 Puestos en antecedentes os reconduciré por mis sabios pasos. Comencé otra partida tomando las riendas de Castilla (por la gracia de Dios) dispuesto a cobrar venganza justa y restituir mi trono. Aragón exigió la comparecencia de mi egregia persona en el levante español para jurar fueros. Claro que sí. Ahora voy. Muerte y destrucción. Política de tierra quemada y anexión. Los franceses se enfadaron un poco tras la destrucción de Navarra. Pero la sublime calidad de mi infantería mauriciana pronto se hizo notar y los perros galos cayeron bajo mi estandarte. Cinco años de dura campaña. Que pronto berrearon los ingleses. “Que ignominia” “Castilla debe ser arrasada” bla, bla, bla. Mariconadas. Con una flota de 62 bergantines y 40 urcas invadí las islas británicas consiguiendo lo que Felipe II nunca pudo. Tras cuatro años de cruentas batallas que el juego tildó de “Guerras de imperialismo castellano” (magnífico) el reino de Inglaterra se quedó en los libros de historia y en la memoria de los pertinaces. Irlanda me insultó diplomáticamente pero tras el bloqueo naval cerró su boquino protestante.

Volviendo a la masa continental, Austria me detesta. Me tacha de “escoria deshonrosa”. Pero mis arcas hablan por sí solas. Tengo tanto dinero que me duele. Las guerras de religión continúan en Bretaña y el terreno luterano. En Amberes la resistencia no duró ni dos meses. Vergüenza ante el ultraemperador. Pero me detengo. Pues poco puedo hacer contra el Sacro Imperio Romano. De momento. Cuando consiga a Austria como vasallo y aliado de las Españas pronto hablaremos de tronos y jurisdicciones. En cuanto al mediterráneo aplasto sin compasión a las ratas sarracenas que osan bloquear mi flujo comercial. De momento me va bien. No me quejo. Pero tengo presente que todo pasa y todo varía en el mundo de la guerra. Así que hoy por hoy invierto y me defiendo. No ataco. Solo oteo y aguardo al mínimo atisbo de debilidad pues cuando vislumbre flaqueza militar o económica en el Estado Pontificio, España se alzará con el anillo papal. Mañana comenzaré la campaña de ultramar y les enseñaré a esos indios la ley verdadera.

El ultraemperador ha hablado y cuando los cielos tiemblen ante mi poder todos sabrán que nunca debieron resistirse al régimen que les convenía. Toda Europa unida bajo el estandarte rojo y amarillo de la España ultraimperial erigida por Vicente III el Despellejador. Me gusta como suena. En la realidad estaría bien. Quizás demasiado. 3ª Guerra Mundial en 2010, lectores. Creo que empezaré por Xàtiva. Si me queda tiempo mañana después de pasar apuntes.

2 comentarios:

  1. ME TIENES HARTA CON LO DEL ULTRAEMPERADOR..
    HE HABLADO (y mi opinión es más importante!)
    :$

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  2. El ultraemperador difiere... :P

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