lunes, 29 de marzo de 2010

El mejor amigo del hombre

Otro día más. Otro día mirando los mismos barrotes y el mismo suelo de paja que hiede a mi propio orín. El suelo está tan pegado al techo que no puedo alzarme completamente. Aparece alguien con un cuenco de la misma bazofia de ayer y de anteayer. Lo devoro con ansia.
Recuerdo cuando me quedé solo en las frías calles. Alimentándome de despojos, esquivando coches y sintiendo que aquel no era mi sitio. Recuerdo también a algunas personas que paseaban a mis semejantes con gesto altivo y, al mirar mi patética estampa, arrugaban la nariz y procuraban que su criaturita no se acercase a mí por miedo a algo que nunca llegué a entender. Quería ser como aquellos perros, limpios y felices. Sin embargo llegó un momento en el que entendí que es mejor dejar a los humanos en paz. Que cuanto más buscaba su protección, más decepciones y golpes me llevaba. Viví alejado de ellos. Procurando no mezclarme en sus vidas. Sin embargo, no tardaron en decidir que no tenía derecho a vivir por mi cuenta. Dos de ellos me acorralaron una noche en la que dormía entre unos contenedores. Me desperté ante sus voces. Podía oler su adrenalina. La adrenalina sádica que rezuma un depredador como anticipo de una batalla exageradamente desigual. Alzaron sus puños y sus botas y comenzaron a golpearme. Intenté defenderme y morder sus brazos mientras ladraba y gruñía pero me agarraron el hocico con más fuerza de la que yo podía combatir. Cuando pensaron que estaba muerto se marcharon con actitud triunfante. Entre gemidos conseguí arrastrarme hasta las sombras de un refugio más seguro y allí comencé a lamerme las heridas a la espera del alba. El día llegó y trajo consigo la conmoción y descubrí que mi pata trasera izquierda no era lo que fue en su momento. Me la lamía con denuedo pero no conseguía mitigar los latigazos de dolor que me asaltaban.
Con el paso de los días conseguí levantarme y renquear de un lado a otro esperando que cambiase la especie que se dice es superior. No obstante no tardaron en encontrarme de nuevo y ponerme un lazo de acero al cuello. Me arrastraron contra mi voluntad e interpretaron mi impotencia como una rabia peligrosa que merecía ser reprendida con un potente golpe en el lomo. Me sometí a aquel individuo esperando que me arrastrase con una buena razón. No tardé en darme cuenta de que las buenas intenciones me habían abandonado. Y aquí me hallo, masticando los gelatinosos trozos de carne que se dignan a ofrecerme, sintiéndome humillado y retenido por razones que no alcanzo a entender. Llevo aquí mucho tiempo. Tanto que cada segundo pienso que es el último de mi cordura. Los mismos aullidos de mis congéneres hora tras hora enloquecen al ser más íntegro. Yo dejé de ladrar y aullar pidiendo auxilio hace tanto tiempo... Parecía molestarles pues no tardaban en reprenderme con un golpe en los barrotes para que aprendiera a no quejarme. Alguien viene. Espero que para socorrerme en mi calvario. Me levanto todo cuanto mi jaula me permite y observo a mis visitantes con alegría. Dos de ellos que me miran de arriba abajo con lástima al contemplar mi maltrecha pata y pasan de largo. Yo permanezco enhiesto, alegre y emitiendo ladridos de júbilo ante la expectativa de salir de ese infierno.
Ya ha pasado mucho desde aquella visita y yo continúo enclaustrado en este antro. Vuelvo a dormirme entre gemidos ¿Cuándo acabará? Escucho como se abre la puerta de mi celda y contemplo como una mano aferra mi correa y me saca de aquel cubículo. Aun exhausto me siento en una nube. No estiraba mis patas desde mi encontronazo con aquel hombre. Estiran de mi correa. No me extraña que me quieran sacar de ese maldito lugar. Me llevan a una habitación con una luz que me ciega. Me tumban en una camilla y me sujetan la cabeza. Mi rabo continúa moviéndose en coordinación con la euforia de mi mente. Por fin pude escapar. Noto un pinchazo y me invade el sueño. Espero despertar en un sitio mejor que este.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Sangre de hielo

Mis manos están tintas de la sangre que antaño corría por tus venas con flagrante vitalidad. Yaces en el suelo. Inerte. Permanezco enhiesto, impasible y ecuánime ante tu cuerpo mientras disfruto de la música de tus estertores. Mi frialdad me aterra pero más lo hacía mi impotencia. Ahora que he puesto en práctica las atrocidades que bailaban ante mis ojos cada noche se que no habrá persona en el mundo que apruebe mi acción. Pero yo sé lo que ellos no saben. No saben lo mucho que la amaba y que tú me la arrebataste. La mandaste a un mundo al que no le podría seguir jamás. Que poderoso te creías. Mírate ahora. No veo la sonrisa gélida y arrogante que me dedicaste en el juzgado cuando te absolvieron. Pero contémplame, porque has conseguido que ahora sea yo quien no sufra ante tu dolor. Has creado un monstruo que ha acabado por engullirte sin lamentos. Ha llegado tu hora. Puedo respirar el aroma de la parca que ha decidido que tu vida no merece continuar. Espero que el infierno te reciba con la misma furia con la que yo te envío. Ha llegado el momento de culminar el plan. Desenfundo mi arma y la introduzco entre mis labios. Me pregunto si dolerá. Tonterías. Nada puede doler más que esta vida. Ahora más que nunca sé que estoy dispuesto a reunirme a tu lado. Por siempre.

sábado, 6 de marzo de 2010

El oscuro pasajero

Míralos bien. A todos ellos. Malditos hipócritas. Estampa nefanda de la falsedad. El metro se retrasa y no puedo sino pensar en las retorcidas mentes de quienes, abstraídos en los pecados que no se atreven a confesar ni a sí mismos, miran las vías con desesperanza. No es tan raro el llevar una máscara. Todos llevamos una. Hasta el más feliz sobre la tierra. No considero un delito el portar una y esconder a los demás ese pequeño lado malvado que nos acompaña a todas horas. Ese oscuro pasajero que se desliza por lo más profundo de nuestro ser. Conocedor de todos nuestros secretos y el único que se desvive por mermarlos sea cual sea el precio. Es aquel que dirá lo que nunca dirías, hará lo que nunca harías y desafiará a quien nunca desafiarías. Aquel que al vislumbrar la luz te hará sorprenderte de tu propia capacidad. En nuestra lucha por mantenerlo a buen recaudo para contentar al resto, no hacemos sino alimentar su poder y hacer que nuestra máscara sea la única herramienta útil para el día a día hasta que no diferenciemos entre la verdadera y la falsa. Bien. Ha llegado el momento de contentarte a ti mismo. Seres de artificio, os conmino a dejar salir a vuestra criatura. Pero precaución, no es de extrañar que se acabe volviendo contra vosotros mismos.

jueves, 4 de marzo de 2010

Con la venia señoría, ¿Es usted retrasado?

El caso Neira atrajo la atención de los medios como es usual en este tipo de alborotos. Tiene todo ingrediente que los carroñeros de la prensa se afanan por devorar: violencia, injusticia, juicios escandalosos… Una vez pasadas las dos semanas de marras ¿Alguien sabe qué pasó con el pobre profesor Neira?


Os refrescaré la memoria. Sentaos en el regazo de papá y os contará como un hombre que esgrimiendo la ética que todos deberíamos admirar fue víctima de un ataque que lo dejó en coma. El atacante conocido como Antonio Puerta discutía de forma acalorada con su pareja sentimental consumido por el síndrome de abstinencia del alcohol y las drogas hasta que fuera de sí le propinó un golpe que no pasó inadvertido para el profesor. Al intentar detenerlo y disuadirlo de volver a golpear a su pareja, Puerta reaccionó asestándole un puñetazo en la parte posterior de la cabeza que obligó a Neira a estar hospitalizado durante casi un año y a estar sometido a otro año y medio de futura y dolorosa rehabilitación. Puestos al corriente habréis supuesto que el susodicho animal habrá dado a parar con sus huesos en la prisión. Pues lo cierto es que ahora pasea por las calles tras pagar a tocateja 10.000 € de fianza que desembolsó gustoso. 10.000 euros. Eso es lo que vale el mandar a un hombre al hospital, dejarle en coma y maltratar a tu pareja. Ahora que su agresor está en libertad, Jesús Neira teme por su propia seguridad y en contra de toda lógica vive el día a día arrepintiéndose del momento en el que decidió actuar en favor de unos principios que tan loables se suponen.

¿Qué mensaje nos quieren transmitir con esto? ¿Es más rentable hacer oídos sordos a los lamentos del que sufre? El sistema legal español siempre se ha visto aquejado de vacíos legales en los que suele caer el delincuente experimentado. Las únicas fronteras con las que se topa alguien a la hora de delinquir son la moral y la penal. Estaremos de acuerdo querido lector en que lo moral no prima en este mundo decadente y atiborrado de maldad. Abandonados por unos valores morales que no alcanzan ni a ser una quimera, solo nos queda nuestro código penal tan inútil como recalcitrante. Tal vez cuando la gente malvada deje de servir como ejemplo y se comience a vislumbrar un atisbo de cordura al final de este patético túnel la gente buena pueda disfrutar del remanso de paz que se ha ganado con su propia sangre.