sábado, 29 de mayo de 2010

La rosa roja

El sonido del látigo contra mi espalda reverbera en los gruesos muros de la mazmorra. La sangre salpica el pañuelo que os robé para recordaros en mi cautiverio. Como privilegio por ser el prior del monasterio me han permitido hacer penitencia antes de mi ejecución. Sin embargo siento que ningún castigo que me inflija podría expiar mi pecado. Cuando os vi por vez primera en el baile de primavera no pude sino caer rendido ante vuestra belleza. Tan pulcra, tan inocente. Yo por contra demasiado retirado de los placeres de la carne como para disfrutarlos del modo en que desearía. Os acercasteis a mí y me regalasteis una rosa roja por avatares del destino. Hoy, rodeado de piedra y llanto desearía que no hubiera sido así.

Mi amor por vos ardió durante años. Viéndoos crecer mientras yo me marchitaba bajo el peso de mi elección. Una vida de celibato sin haber probado hembra alguna. En las llanuras del señor no hay lugar para los ansiosos. Siendo hombre ducho en la teoría no tuve mayor elección que sucumbir ante las leyes que juré proteger. Vos fuisteis amable conmigo hija mía. Siempre trayéndonos alimento al monasterio macerado con una de vuestras eternas sonrisas. ¿Cuánta felicidad de esa sonrisa me pertenecía entonces? Os acogí en mi seno siendo precavido pues teníais justo dueño. Uno de los carniceros de la villa os desposó a demanda de vuestro padre dejándome a mí exangüe de cualquier esperanza y pleno de anhelo. ¿Qué clase de macabra paradoja se gestaba en mí? A pesar de ello, cada mirada, cada roce y cada agradecimiento me daban la vida. Soñaba con vos y la rosa roja en la oscura y desierta noche mientras que por el día veía como los sueños no eran más que eso. Durante lustros paladeé vuestra presencia hasta que mi avariento corazón exigió más de vos. No era de extrañar que percibierais las perniciosas pretensiones que en mi mente se agolpaban. Intentasteis alejaros de mí. Demasiado tarde dulce niña. Tamaña imprenta en mi corazón no se borra con el tiempo. Tan solo la muerte podrá quemar cada recuerdo que albergo de vuestro delicioso paso por mi existencia.

Cuando os veía caminar por el poblado acompañado de los demás monjes no podía sino saludar con castidad pero al veros con vuestro marido tan sagrado voto se me antojaba absurdo. Una noche mi amor por vos hizo que me ardiesen las entrañas. Debía saber de vuestra persona. Crucé las frías y estériles galerías del monasterio sin despertar a los demás miembros del monacato. Acudí a vuestra casa evitando los caminos con la simple intención de desearos lo mejor y entregaros mis más sinceras disculpas. Pero, oh de mi pobre corazón, cuando os vi con él. En vuestra cama. Pude contemplar como esa escoria poco meritoria de vuestro cuerpo lo disfrutaba con tan arrogante deleite. No pude permitir que alguien se regocijara con aquello que me pertenecía por derecho. Saqué de mi zurrón la pequeña hoz que siempre llevaba para segar el grano del patio y derribé la endeble puerta de madera. El resto no es más que una red impura de sangre y odio.

La puerta de mi celda se abre. La luz de las antorchas abraza los sillares del suelo. Están repletos de sangre y sudor. Mi visión estaba borrosa. El alguacil me lanza un petate con ropa limpia. Es mi hora. Me coloco la camisola y las calzas simples que me ofrecen. Puedo notar como la parte anterior de la camisola se tinta de la sangre redentora de mi espalda. El dolor lacerante de las heridas abiertas me hace apretar los dientes. El alguacil vuelve a abrir la puerta. A rastras, me saca al exterior con desprecio. Un carruaje en el cual me desmayo por las llagas me lleva hasta el cadalso. En él, una gran hoguera rodeada del enfurecido gentío en el cual podía reconocer caras antaño amigas. Mientras atravieso la turba huevos, verduras y humillantes salivazos impactan contra mi rostro. El verdugo, un hombre enorme y de potentes manos, me ata al mástil y con una antorcha aviva el fuego de mi final. Cuando las llamas comienzan a lamer mis piernas el dolor de mil vidas recorre mi cuerpo. Sin embargo, me duele aún más el ver que vos sois la primera que está jaleando al verdugo a plantar otra antorcha bajo mi condenado cuerpo. Mantengo los ojos bien abiertos bajo la capucha blanca. Aún enardecida por el odio, sois la última visión que quiero disfrutar en este cruel y vasto mundo. Espero que Dios me perdone porque estoy seguro de que vos no podréis.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Los laberintos de la mente

“Llevo planeando esto tanto tiempo. Llora. Gime. Todo cuanto confirme el dolor que te cause alimentará mi ego. Me enfundo los guantes de cuero. Ha de ser un trabajo limpio. Sin opción al error o a la duda. La determinación la tengo. Eso seguro. El cuchillo silba al salir de la funda de piel. Brilla y refleja tu cara amordazada y repleta de un llanto que no mereces. Te conozco. Se cuanto pánico has causado a lo largo de tu nefasta vida. Tu mujer fue tu primera víctima. Apaleada sin compasión ni remordimientos cada noche que tenías tiempo libre. Me aseguraré de que sea la última persona que caiga bajo el peso de tu infamia. Nada temas. En el infierno hallarás más gente como tú a la que mandé allí. Llevo tanto tiempo haciendo esto que he perdido la cuenta y la conciencia. ¿Sabes? La primera pieza que me cobré lloró de la misma forma que tú lo haces y realmente me conmovió. Me hizo plantearme si dejarla marchar. ¿Sabes que otra cosa? Comprendí que la escoria como tú estáis mejor bajo tierra que caminando sobre ella. No lo merecéis. Escoria como tú es la que me arrebató a mi mujer y a mi hija. Deseé tanto en ese momento que alguien desempeñase el papel que desempeño ahora… Pero es cierto lo que dicen. Si quieres algo, debes hacerlo tú mismo. Ahora salgo en los periódicos de medio país. La balanza de Boston suma una víctima a su carrera. Otro cadaver hallado. Se sospecha de la balanza de Boston. Menuda memez de nombre. No comencé esto por las cámaras. Eso es para viejas y gente con complejos. Yo solo busco saciar mi sed. Mi sed de venganza y mi hambre de sangre contra alimañas de tu clase. Y aquí estamos. En uno de tus locales. Tanto dinero para tan poca cabeza… Deberías haber gestionado mejor tu vida y todo cuanto tenías. Yo sin embargo adoraba mi trabajo, adoraba a mi familia. Llegó alguien como tú y me arrebató cada pieza de mi puzzle. Ahora lo único que adoro es lo que hago. Tranquilo. No soy de esos tarados que se empalman cuando la sangre recorre sus manos. Mis razones son menos primitivas. Tengo por bien el charlar con mi víctima antes de hacerla desaparecer. No me parece noble el arrebatarle la vida a una víctima por muy inútil que sea sin una explicación. Tú ya tienes la tuya. Así que, amigo mío. Es hora de morir. Te voy a quitar la mordaza ¿Algo que decir?”


“Por favor, no me hagas daño”

“Tranquilo… No te va a doler"

martes, 25 de mayo de 2010

La ira de un pueblo

  Tras el holocausto judío el mundo entero se estiró de los pelos al contemplar con sus propios ojos que la barbarie humana no sabe de límites. Las huestes del nacionalsocialismo comenzaron su cruzada contra el pueblo hebreo al llegar Hitler al poder. Por suerte fueron detenidas en el 1945. Demasiado tiempo si nos fijamos en los acontecimientos. Campos como Dachau, el nefando Auschwitz, Mauthausen o Treblinka vieron como en sus piras eran incinerados los cadáveres de 6.100.000 judíos. Ahora el pueblo judío respira tranquilo. Todo atentado contra su cultura ha desparecido o se halla en su más bajo nivel. El antisemitismo antiguo como tal se ha desvanecido engullido por la lástima y el tiempo. Lo que no ha desaparecido es el resentimiento, odio y desazón que los judíos llevan dentro.
En el año 1948 la ONU tuvo por bien el cederle parte de la actual Palestina estableciendo el estado de Israel para que el pueblo judío tuviera donde corretear. Esta decisión brillante conllevó un evidente exilio de población árabe que fue arrancada de sus casas de buenas y de no tan buenas maneras. La gente expulsada tuvo que huir a Cisjordania, Gaza y a otros estados árabes vecinos creando problemas de convivencia entre las gentes de Palestina. ¿Excusas? Las hay pero no buenas. La gran mayoría del judaísmo se concentra en Israel e históricamente estuvo bajo dominio judío en los tiempos del abuelo Patxi. Bueno, ¿Y qué me cuenta?
En Oriente Medio se ha pasado por varios niveles de tensión siempre regados por sangre palestina. El pueblo árabe no tiene ni la tecnología ni la soldadesca para enfrentarse al torbellino judío que parece insaciable. Apoyados por Estados Unidos, Inglaterra y Francia que velan por sus intereses petrolíferos, el pueblo de Israel se ha crecido y se ha agenciado una carta blanca para caminar por Palestina saludando con la mano. A los palestinos como a todo hijo de vecino no les gustan que les pisen el césped y comenzaron las hostilidades. Nasser (presidente de Egipto) nacionalizó el canal de Suez impidiendo el paso de barcos enemigos y cerrando todo acuerdo petrolífero con Israel y sus amiguetes. Por otro lado, las organizaciones terroristas del Frente de Liberación Palestino y demás comenzaron a atacar posiciones israelitas. Los judíos, como si estuvieran buscando una excusa, echaron sus fusiles al hombro y marcharon hacia territorio palestino conquistando en seis días un territorio considerable para luego negarse a devolverlo ante la ONU. Luego vino la guerra del Yom Kipurr en la que el ejército palestino demostró que no todo estaba acabado y recuperó algunos territorios. El ejército israelí, desproporcionado como acostumbra, contraatacó para dejar las cosas claritas.
El conflicto sigue ardiendo con el apoyo de potencias que no saben del dolor del pueblo palestino y por el control del omnipotente crudo. Con la guerra, Palestina es más pobre que nunca a pesar de tener la materia prima más codiciada. ¿Por qué? Porque este es el mundo de la codicia, del dinero y de la frialdad. Los judíos estadounidenses en el poder seguirán abriendo sus carteras para financiar la tortura árabe mientras tengan gasolina en sus coches por muchos aviones que lancen contra sus torres y los israelíes seguirán avanzando mientras tengan una nación que explotar y con la que liberar ese resquemor que les atenaza su avarienta alma. Lo único que no sé es si ahora los judíos que invaden territorios que no le pertenecen miran a los niños palestinos con el mismo desprecio, odio y superioridad que sufrieron a manos de los alemanes 60 años atrás.

jueves, 20 de mayo de 2010

Añadido más que especial

Te hablo a ti. Persona desconocida que paseas tus ojos por las palabras que son mis ideas. Espero que estés disfrutando de tu estancia en El Golfo. Mi pequeño rincón en la gigantesca red. Hasta ahora me he limitado a exponer mis opiniones e ideales en la página. Y así seguirá siendo. Sin embargo, me detengo en mi cruzada un breve momento para agradecer cada minuto que dedicas a leer las humildes palabras de este escritor amateur.
 Creo que si hay algo que hace especial al fenómeno blog es que cada hijo de vecino puede tener uno. Atrás quedaron los tiempos en los que las únicas personas que tenían licencia para escribir eran arrogantes literatos que leían pesados códices en sillones de orejas. Recuerdo cuando daba rienda suelta a mi imaginación y escribía unas tímidas líneas en hojas de cuadros que quedaban sepultadas en algún cajón. Todo ha cambiado. Ahora me lee un pequeño círculo de personas del cual me siento orgulloso. No escribo para llenar salas de conferencias ni recibir premios. Sino para que personas como yo, que están sentadas frente al ordenador vestidas de chándal que llegan a casa cansadas del día a día, lean mis palabras y se sientan identificadas con mis vivencias y pensamientos. Es por ello que, a aquellos que me congratulan, aquellos que me censuran, aquellos que lloran con mis relatos, aquellos que se sorprende con mi desabrida actitud, a todos VOSOTROS: Gracias.

Vicente Balaguer

miércoles, 19 de mayo de 2010

Fotocopias, trabajo y apuntes

No me llega la camiseta al cuerpo aún a pesar del bebé cervecil que se está gestando en mi vientre tras mi ingreso en la universidad. Empiezan los exámenes. Como hace tres meses habrá que engullir Red Bull por litros, dormir lo mínimo, rendir lo máximo e intentar sobrevivir con la mayor dignidad posible. Con estas sabias palabras me despido de vosotros, queridos lectores, hasta que mi mente se haya recuperado y mis gónadas bajen de mi garganta y vuelvan a su sitio original que es donde deben estar. Cuidaos mucho y pensad en el verano como haré yo todo este tiempo.

Sed buenos pero no demasiado porque os tomarán por idiotas

 Vicente Balaguer

martes, 18 de mayo de 2010

Estelas de lágrimas

Intenta recordar tu nombre. Quien eres. Éste no eres tú. No quien anduvo entre flores y aventura con una sonrisa en el rostro. Ahora no arriesgas. No juegas. No ganas. Solo porque a alguien se le antojó destrozar tu vida desde dentro. ¿Acaso las acciones viles son más valiosas que las bondadosas? ¿Tanto poder tienen para destruir todo nuestro esfuerzo y devolvernos al pozo del que tanto nos ha costado salir una y otra vez? El poder que tienen las malas acciones no se lo da quien las perpetra sino quien las sufre.
Las virtudes que te forjaste a golpe de vitalidad no pueden quedarse aquí. Todo cuanto eres y cuanto tienes se lo debes a la gente que te aprecia pues son ellos los que merecen influir en ti. Los que se preocupan por tu bienestar y solo buscan tu sonrisa. Aquellos que disfrutan con la sal de tus lágrimas solo merecen la más dura y profunda indiferencia. ¿Entonces por qué lloras? ¿Por qué le otorgas la victoria a quien tanto daño te hizo? ¿Me permites darte un consejo? La mejor venganza que puedes descargar contra tus enemigos no está hecha de sangre sino de alegría. Demostrarles que su maldad no hizo en ti mella alguna. Que todo cuanto hicieron fue un error. Eso es lo que merecen y eso es lo que mereces.

"Quien no ve el cielo que tiene enfrente, no merece que se lo muestres"
Proverbio Hindú 

sábado, 15 de mayo de 2010

Compañeros de camino

Ha llegado un punto en el que cada persona que muestra debilidad es automáticamente débil por definición. Parecemos olvidar que nadie es indestructible. Que los estereotipos de las películas, tan solitarios y poderosos, no son más que eso. Estereotipos. Está de moda ser el malo, el más cabrón de la manada. Pedir ayuda es un signo de fragilidad y las distintas hienas que pueblan esta infame tierra no dudan en entrar por esa rendija. Pero no todo es desalentador querido lector. Es en este momento, más que en ningún otro, en el que no queda sino batirse. Demostrar al mundo entero que convertirse en un fragmento de la masa y estar solos es una contradicción absurda y contraproducente. Separar la cara del ordenador y la televisión y charlar con aquel que lo merece. Un amigo.
A pesar de lo aguada que está esa palabra, la amistad continúa siendo la piedra angular de la estabilidad de una persona. Ni amoríos, ni progreso laboral, ni financiero. Nada sana las heridas de mejor forma que tomarte una cerveza con un amigo que sabes que lo es. Sin embargo, lo de identificar a las verdaderas personas como amistades se ha transformado en una ardua tarea en la que muy pocos se embarcan con éxito. El mundo está plagado de Judas y tuenti amigos que bien harías en eliminar de tu vida. Pero el tiempo es nuestro aliado. Y siempre luchará por darte la razón de tenerla. Los verdaderos amigos no son aquellos que no fallan sino los que no paran hasta enmendar ese error. Los que siempre luchan espalda contra espalda a tu lado. Los que se cruzan media ciudad por acompañarte en tiempos difíciles. Los que no paran hasta eliminar cada problema de tu vida. Los que alardean de sincera empatía. Aquellos que son el mejor halago a tu persona. No les dañes. No les mientas. Agradéceles cada gesto pues cuando estés inmerso en la peor de las tormentas no buscarás un salvavidas sino un amigo que te lo pueda ofrecer.
Dedicado a aquellos que saben que tienen que darse por aludidos

domingo, 9 de mayo de 2010

El fin de una vida

Demasiados recuerdos para una sola vida. O puede que incluso algunos me los esté inventando. Con los años que he pasado yo sobre esta tierra es normal que mi cabeza ya no rija como lo hacía antaño. He visto nacer, he visto morir, he sido amado y he dejado un legado. Mi vida ha completado su círculo. Y ahora que estoy sentado en mi ajado sillón sin mi señora a mi lado cada día es igual que el anterior. Descuelgo el teléfono. Seguro que me responde la voz de siempre “Hola papá. Te llamo luego. Ahora estoy muy ocupado” “Abuelo. ¿Por qué no aceptas ir a una residencia?” Vuelvo a dejar el auricular donde estaba. Es tan difícil vivir una vida donde el pasado es más largo que el futuro… Cuando no te queda nada por vivir ni ver solo te queda esperar a la parca caprichosa que termine con tu tormento.
Dieciséis lustros hacen de mí una persona anciana y a pesar de mi edad no sufro de achaques que merezcan mencionarse. Unos dolores en las manos cuando arrecia la lluvia, de vez en cuando me tienen que gritar, cada vez me cuesta más subir escaleras… Por lo demás no tengo nada que envidiar a mis compañeros de dominó del bar. Sin embargo no me relajo. Así se sentía mi mujer antes de sobrevenirle el cáncer de útero que la arrebató de mi lado. Diez años de soledad que han conseguido que no solo no tema la muerte sino que la desee. Escuché en la televisión que la mayor parte de los suicidios del pasado año fueron llevados a cabo por ancianos. Ancianos como yo. Hastiados de la vida a sabiendas de que no les queda nada por ver ni por hacer. Dejé mi huella en este mundo y esa misma huella me ha olvidado. Este mundo en si me ha olvidado. Ese frasco de pastillas del baño cada vez tiene más y más atractivo.

viernes, 7 de mayo de 2010

Recuerdos y botellas

El alcohol pasa por mi garganta abrasándola. Puedo hasta notar cómo me destroza el hígado. Está amargo. Pero en cierto modo goza de un efecto sedante que me hace pedir otra copa. El camarero me mira condescendiente. Me llevo un dedo a los labios y luego señalo el vaso con impaciencia. Trago con avidez el néctar ámbar que me sirven. Whiskey de medio pelo. No hay nada mejor para emborracharse. No importa cuántas copas beba. En el fondo del vaso no puedo ver otra cosa que no sea ella y mi mejor amigo en mi propia cama. Traición de las que hacen historia. Les di todo. Lo tragaron y me lo escupieron a la cara. Siempre pensé que de hallarme en aquella situación cometería un crimen y acabaría en una celda roñosa. Sin embargo, lo único que pude hacer es quedarme mirando inerte la escena. Oyendo como en segundo plano las absurdas explicaciones vacías de las dos personas más importantes de mi vida.
¿Tienes idea de lo que es ver cómo cada pedazo de tu vida se desmorona? Ocurre demasiado rápido. Sin dar un solo instante para tomar aliento. Deseas morir. Deseas matar. Deseas ser otro. Deseas huir. Deseas acabar con todo. Pero lo único que no anhelas es la felicidad de aquellos que te han herido con tanta vileza.
El vaso se me antoja patético. Mis fantasmas bailan solo para mis ojos. No puedo dejar de preguntarme si ellos estarán tan destrozados como lo está mi alma. Estoy seco. Lo noto en mi interior. Ni las lágrimas se atreven a salir. No pienso en el futuro. No pienso en el presente. Solo me queda el pasado y los recuerdos falsos que de él forman parte. La cabeza me da vueltas. Conmino al camarero a servirme otro trago. Tal vez con más agresividad de la debida. Todo el local me está mirando. Me levanto y les señalo.
“¿Se puede saber que estáis mirando? Malditos santurrones. No os atreváis a juzgarme. Hace unas horas era como vosotros. No tenéis ni idea de lo que es el dolor. Solo lo imagináis por las novelas de viejas que leen las zorras de vuestras novias y ¿Habláis de ello? Sois basura. Inmadura e ingenua. Todo cuanto estáis construyendo en este momento se os caerá encima y recordaréis a aquel borracho hijo de puta que os arruinó la noche”
Noto como alguien me agarra del hombro. Me giro como impulsado por un resorte. Mi puño impacta en su cara y el camarero que había salido de la barra para sacarme del local cae contra los taburetes. Como si estuvieran buscando una excusa tres hombres de los que me rodeaban comienzan a golpearme y a lucirse delante de sus ligues. Los impactos me aclaran la mente en cierto modo. Comienzo a arrepentirme de mi comportamiento. Me sacan a rastras del local y me dejan entre dos cubos de basura ensangrentado y patético. No sé cuánto tiempo pasó. Horas seguramente. La cara y el torso me palpitan y los latigazos de dolor se concentran en los cardenales bombeando sangre más rápido de lo usual. Algo me vibra en el bolsillo. Renqueando saco mi móvil. Un mensaje de ella. “Perdóname, por favor”

Vicente Balaguer

jueves, 6 de mayo de 2010

La voz de los mudos

Soy demasiado joven para recordar como estalló el caldero. Solo tengo como referencia las historias de viejas. Malvados jefes de corporaciones internacionales iniciaron una pugna por los pocos recursos que quedaban en el planeta. Los gobiernos impotentes se rindieron ante el color verde de la misma forma que lo había hecho en el pasado. Los ejércitos pulieron sus armas y los habitantes de las diferentes potencias nunca denostaron sus principios. Apoyaron la guerra hasta la nausea. Ahora, terminada la guerra se puede observar como no hubo ganadores. El mundo cayó bajo el poder de las grandes multinacionales que dominaban el 90% de la riqueza mundial. Unos decidieron agachar la cabeza y obedecer. Yo escogí mi propio camino.
Crecí en lo que los supuestos entendidos llamaban el nuevo mundo. Un mundo en el que no existía la guerra ni el hambre. Lo que pocos sabían es que la única razón por la que no había guerra era porque no existían recursos para llevarla a cabo y el hambre no existía porque aquellos que la sufrían no llegaron a ver el nuevo mundo. Nueva era, malditos sean. No podías dar un paso sin que se enteraran de que lo habías dado. ¿Qué a quien me refiero? A ellos. A los líderes de las corporaciones. Krakov y Macrotec. Ambas empresas enfrentadas a ambos lados del mundo como en el siglo XX. Armas, robótica, electrónica, alimentación… Las dos grandes lo abarcaban todo. Cuando la guerra terminó el mundo luchó por reiniciarse bajo el yugo de ambas empresas. Los medios dejaron de hablar de muertes tras la guerra pero las había. Todo aquel que se oponía a Krakov pasada la guerra daba con sus huesos en un gulag perdido en Siberia. Los que protestaban contra Macrotec acababan sepultados bajo el peso de los sobornos de los directivos. No obstante los que no aceptaban el precio terminaban en una fosa con un disparo en la nuca. Solo unos pocos gritaban. Solo algunos protestaban. Mis padres lo hicieron y terminaron en una de las fosas.
Al llegar mi juventud me enamoré de una mujer que odiaba tanto a las corporaciones como yo lo hacía. Vivimos coaccionados por el miedo asociado a nuestras ideas. Os parecerá extraño pero en aquellos tiempos más daño hacía un pensamiento que un golpe. Coartaban el pensamiento libre y no permitían que nadie se rebelase contra su omnipresencia. Durante un tiempo esperamos que el gobierno intercediese. Al poco pudimos percibir como el gobierno se encarnaba en las dos empresas. Llegué a pensar que no quedaba esperanza. Hasta que la conocí. Me enseñó un mundo nuevo. Un mundo en el que Macrotec tenía un rival. La RAT como se hacían llamar estaba formado por células durmientes y cuando una era descubierta desaparecía y se activaba la siguiente. Así sobrevivieron durante los años de la represión.
Y aquí estamos. Mostrando la cara. Cientos de personas hartas de la hipocresía y la impotencia dispuestos a alzar la voz. Ella está a mi lado. Orgullosa, pletórica. Llena de la alegría y la determinación de quien sabe que está haciendo algo bueno. Avanzamos por las calles. Nuestras botas hacen temblar el monótono pavimento en rebelión ante el poder. Puedo ver como se asoman algunas personas en sus balcones. Algunas arrojan flores a nuestro paso. Gesto precioso. Aunque cobarde e hipócrita. Los verdaderos combatientes están en esta calle. En este momento. Ahí están. Los anti disturbios. Con el flamante escudo verde de Macrotec luciendo en el pecho. Avanzan hacia nosotros con paso siniestro. Desde las filas anteriores surgen objetos contundentes. Ladrillos, bloques de hormigón… Todo vale. Sin embargo solo sirven como medida coercitiva pues ningún proyectil alcanza el objetivo. Ella me agarra la mano. Tiembla. Pobre niña. Vive en una época en la que no le corresponde. Le respondo el apretón y agarro una botella de alcohol que me ofrece el RAT de mi izquierda. Le prendo fuego al pañuelo que cuelga del cuello de la botella y la arrojo contra la masa negra que conforma el rival. Impacta en uno de los escudos y le prende fuego. El policía arroja el escudo al suelo y vuelve a la retaguardia. Al instante vuelve a cerrarse la formación. Recuerdo cuando mi padre, profesor de Historia en la universidad, me contaba fábulas sobre un pueblo en un país llamado España que se rebeló contra los franceses en plena ocupación y sin apoyo militar. Daoiz y Velarde creo recordar que se llamaban los insensatos. No solo fueron derrotados sino que fueron asesinados como perros. No obstante dieron ejemplo y España acabó por sublevarse en plenitud creando una causa palpable. Me sentía como Daoiz. Plantando cara al perro de tres cabezas. No vencería. Pero daría al mundo algo en que pensar. La colisión entre ambos bandos es letal. Las porras se alzan sobre nuestras cabezas para destrozarlas al instante manchando el sucio asfalto. Caemos a pares. Los de las filas posteriores lanzamos cócteles contra los policías. No parecen surtir efecto.
Tras media hora de contienda la lucha está resuelta. Nuestras fuerzas están dispersas. Los policías se ceban con aquellos que caen en solitario. La busco por doquier. Cuando los policías se introdujeron en nuestra formación se separó de mi lado. Un policía se lanza contra mí y consigo tumbarlo contra el suelo y romperle el brazo. Salgo corriendo buscándola. La veo a lo lejos y ella también me divisa. La sonrisa le asoma a la expresión a pesar de la sangre de su rostro. No parece herida. Corre hacia mí y me abraza. Un ruido seco sesga el aire. Por un momento lo único que puedo sentir es la conmoción que ha dejado en mí ese sonido que en cierto modo ha sonado a muerte. Un disparo certero ha atravesado nuestros cuerpos. Su cara se retuerce en una mueca de dolor indescriptible. Puedo notar el odio y el llanto brotar en mi rostro. La cojo entre mis brazos y puedo notar cómo se me escapa su vida entre mis dedos. Nuestros latidos aceleran la llegada de nuestra muerte al compás. Ella acaricia mi cara para después cerrar los ojos. Mi visión se nubla. Espero que algún día recibáis lo que merecéis…

Con el cascarón pegado en el culo

Recuerdo con cariño mis primeras andaduras por este mundo. Mi mente evoca momentos memorables como el primer beso, el primer rechazo o el primer sí. Ahora todo es diferente, tengo diecinueve tacos, voy a la universidad. Un mundo nuevo por así decirlo. Sin embargo, aunque mi mundo ha cambiado no considero que yo le haya seguido los pasos. Conservo algunos valores de mi infancia, algunos los perdí por considerarlos pueriles, otros por inservibles. Algunos otros se me escaparon de las manos por acciones externas repletas de maldad. No obstante tengo presente que las acciones de mi infancia me han convertido en el hombre que soy y, aunque dejando atrás una vida no exenta de errores, no las cambiaría por nada.
Suponía que la vida era igual que antes. Que en diez años no podían cambiar tantas cosas. Ignorante. Catorce años son veintiuno de antes. Ahora solo se habla de sexo y de píldoras del día después. Y no son adolescentes quienes abren sus bocas desvirgadas para decirlo sino niños y niñas que pueden dar gracias si tienen pelo en la entrepierna. ¿Qué está pasando? Todos hemos tenido escarceos con los calentones en nuestra época adolescente pero nunca bajo semejante presión. Ahora el que mantiene sus creencias y considera que el sexo es algo más se le aparta y ridiculiza y a aquella que conserva su dignidad se le fuerza. Menudo avance.
Es posible que el que vaya a contracorriente sea este humilde escritor. Pero realmente, escogí una vida en la que la chica de mi cita me daba un beso en la mejilla con una sonrisa antes de subir a su casa y yo me volvía a la mía más feliz que unas pascuas. Ahora si una chica hace eso se le tacha de desabrida y si un muchacho es el que se comporta de esa forma también se le tacha de niño. Puede que lo único que busquen sea actuar conforme a su edad y teman llegar a los veinte y que no les quede nada por ver.
Crecer deprisa no te hace más hombre o mejor mujer pues tus años y tu actitud te delatan. No importa la experiencia que tengas, a los ojos de los demás continuarás siendo un instrumento y cuando tengas veinticinco años y mires atrás, te arrepentirás de no haberte valorado más y de no haber caminado en lugar de correr por unos caminos que no te correspondían.