martes, 28 de diciembre de 2010

Pasiones singulares

La esencia de cientos de flores recién cortadas llega a mí. También a ti amada mía que descansas entre mullidos cojines a la espera de una nueva oportunidad que ya nunca llegará. Tus ojos cerrados no expresan nada para el resto de los mortales pero para mí hablan como el más talentoso de los poetas. Como de una catarata de versos jamás escritos se tratara. Miro a tus párpados sellados y sé que si ahora pudieran verme sonreirían. Tu cuerpo está gélido y te abrazo para que eso termine. Para que mi frío también termine. Nuestra soledad se acaba. Ya no siento ese frío que me atenaza siempre que estoy a solas. Ese helor cobarde que solo viene a mí cuando nadie hay para ayudarme. Miro a la bóveda celeste. Las estrellas brillan y se coordinan para nosotros esta noche, amada mía. La luna creciente con su perfil fantasmagórico esboza la estructura de mi sonrisa recortándola contra la tierra. Te aferro la mano. Sé que pronto nos separarán. Intento paladear nuestros minutos pero se escapan raudos. Como el agua en unas manos débiles que hacen un cuenco deficiente. Te beso firme pero dulcemente. Preciosa, estás helada. Me pregunto que te habrá traído a mi territorio. Qué clase de Dios caritativo ha considerado oportuno terminar con mi desdicha. ¿Cómo puedo disfrutarte más de lo que ya lo hago? ¿Cómo saciar esta sed de ti que no parece saciarse con ningún gesto? ¿La eternidad? Se me antoja corta cuando alguien como tú me acompaña. Pero sé que me dejarás solo en breves. No te culpo. Cualquier salida es buena si se trata de salir de aquí.

Sigues dormida. Tan plácida y dulce. Lejos de mi mundo. Oscuro y lleno de tinieblas y deseos inimaginables. La gelidez vuelve a mí. Como el susurro de un disparo. Invade todo mi cuerpo. Es el sol que comienza a salir. Maldito entrometido. Siempre cortando la historia en la parte más interesante. Es hora de salir y seguir arrojando tierra sobre tu bello cuerpo. Hora de continuar con mi trabajo. Faltan escasas horas para que oficien tu funeral, preciosa. Es digno de alguien de tu calibre. Espero que te guste.

microparida 79

Menudo bajón cuando descubrí que no era un unicornio. Solo era un caballo común que había tenido mala suerte en el amor.

domingo, 26 de diciembre de 2010

No pares ahora nena




Ya hemos llegado amigos lectores, las dos centenas. Los años de la duquesa de alba. Todo comienza a lucir de otra forma. Con eso y mis recién estrenados 20 años todo huele a naftalina y a algasiv. Pero el Golfo es como Ramoncín. No envejece jamás. Seguiremos dando caña. Es mi rollo a fin de cuentas. Pero pasemos al evento central de la velada. Las verdaderas estrellas. Un aplauso, por favor. El señor crónicas del dolor se seca las lágrimas como de costumbre y sale al escenario a saludar. Arrastra sus cadenas haciendo sonar los eslabones contra el parqué. Levanta una mano llena de manchas y corroída por años de agonía y desesperación. Ya es usted todo un veterano amigo mío. Con lo tímidamente que empezó. Y aún así nos ha conquistado a todos. ¿Sabe que salió ganador en la encuesta? ¿No le alegra? No me gustaría ir al cine con usted. Es el rey del drama. ¿Cuántas muertes lleva a sus espaldas caballero? Lo menos 37. Já. Magnífico. Siga así. No le querremos si se cura la depresión. Salga del escenario antes de que llamemos a seguridad.

Es tu turno microparidas, socarrón hijo de perra. Haciendo las cabriolas más locas que puedas imaginar saluda al público invadido por la ovación del momento. ¿Cómo se te ocurren esas tonterías? Sin pensar. Me encanta. Y que dure otras 78 que desde que estás tú parece que actualizo más de lo que lo hago. Dile a memorias de un desterrado que pase. Un universitario con andares de sargento de artillería y bandolera sube al escenario. ¿A quién intenta impresionar? 24 relatos disparatados y exagerados hasta la nausea. Me gusta tu rollo que lo sepas. Estás muy arriba. Te queremos aquí otros 200 programas. Ahórrate el lenguaje soez si es posible ¿No? Bueno, podremos sobrevivir con ello.

La platea comienza a escarcharse. La gente en el gallinero se ajusta las toquillas y se aterran al ver como el vapor de su respiración abandona su cuerpo junto a su vida. ¿Quién es ese que viene? Huele a podrido y no parece muy hablador. Es historias para no dormir, ven aquí maldito degenerado. No trabajas mucho tío. 7 entradas en medio año. Lo llevas fatal. Aún así tus ojos llenos de gusanos y tu mandíbula llena de piorrea nos pone juguetones a todos. Renovamos tu contrato caballero. Ya puedes volver a tu tumba o a Sálvame. No sé muy bien de donde has salido.

¿Dónde está eructos de la mente? Sus opiniones me importan un carajo pero siempre es curioso oír lo que quiere decir aunque siempre son estupideces. Ah ahí llega. Disparando a todo el  mundo sin preguntar. Maldito misántropo, como te quiero. No saliste muy bien parado en la encuesta pero aún así te voy a dar más oportunidades. 25 sartas de gilipolleces te abalan. Te quiero aquí aunque solo te comprenda yo. Bésame tonto.

A los demás, una lástima pero no cuajó. Adiós culturilla general, vete al carajo críticas de libros y demás no te queremos por aquí. Y a ti querido lector, nada habría sido posible sin ti. Sin tu apoyo y felicitaciones. Sin tus críticas constructivas que me ayudan a medrar en lo que hago. Como premio ¿dinero? Que más quisieras. 200 entradas más y años de estupideces escritas, vivencias en Times New Roman y todo con el sello del Golfo que, amigo, ahora salimos en Google. Sencillamente magnífico.

sábado, 25 de diciembre de 2010

microparida 78

Incumplir una amenaza te hace perder el control de la situación. Llegados a este punto tienes dos opciones. No amenazar o apretar el puto gatillo.

La letanía del rebelde

El sol se pone rojo. Conforme avanzaba la revolución parecía nutrirse con la sangre de los caídos. Esteban Villalobos sabía bien lo que la rebelión podría haber conseguido en el país y lo que nunca conseguirá. La resignación cubre su rostro así como las cicatrices. Marcas indelebles que surcan su expresión como un insulto a su honor. Dicen que las heridas son el mejor recordatorio de un error. Aún así, Esteban tenía tantas que ya no recordaba que las causó ni quien se las infligió. Tal vez no deseaba hacerlo. Sin embargo sí que había una que zumbaba enfurecida espoleada por los recuerdos de aquella noche. Los hombres del general Duarte irrumpieron en su casa cuando se perdió la última batalla. Cuando los hombres de Villalobos cayeron como fichas de dominó. Aquella mañana de abril los hombres incendiaron la casa del rebelde con su amada Luisa dentro. Afortunada o desgraciadamente, Esteban y su hijo Oscarcito estaban de caza. Consiguiendo comida para un estómago que no volverá a gemir de hambre jamás. En la persecución una de las balas de los hostigadores alcanzó al rebelde abocándolo al filo de la muerte. Esteban escuchó que alguien dijo en su momento que la revolución no moría. Solo lo hacían sus representantes. No sabía si era verdad. Apenas sabía leer su propio nombre.

"La revolución no moría. Solo lo hacían sus representantes"


Pusieron tierra de por medio con lo poco que el ejército de Duarte había dejado en pie. Huyeron a las montañas moviéndose de un lado a otro. Pero el tirano era más inteligente que ellos y siempre les daba alcance. Ahora Esteban mira al horizonte mientras el sol se esconde avergonzado de lo que ha presenciado en estos diez años. Se acaricia la herida con forma estrellada que luce en su pecho como un galón que le llena de oprobio. Con un lucifer se enciende un nuevo cigarro de tabaco que compró la última vez que se sintió lo suficientemente a salvo como para pisar una ciudad. Sentía miedo. Le temblaba el labio inferior y el cigarro le bamboleaba a punto de caer. El rostro atezado del otrora apasionado campesino se ve surcado por las lágrimas de quien se choca contra el muro que cubre su única salida. Arroja el cigarro al suelo y observa la esfera carmesí que apenas ilumina por última vez antes de meterse en la tienda donde duerme su hijo Oscarcito.

Pasan las horas y Esteban contempla la inocente estampa que su hijo ofrece. Vestido con los harapos que pudieron quitarles a unos recogedores de café, tembloroso por la fiebre que le acosaba desde hacía unos días incluso en sueños. Las gotas de sudor calan el austero jergón sobre el que descansa. Le acaricia el pelo y el niño se acurruca complacido de forma inconsciente. Las lágrimas se pierden entre la barba que despunta en el mentón del rebelde. Ningún niño debería ver morir a su madre. Ningún niño debería curar la herida de una bala de su padre. El apellido Villalobos teñido con la sangre sediciosa de su padre le perseguiría siempre y Duarte no descansaría hasta verlo convertido en un soldado o en un cadáver. Tras años de revolución el despiadado general había ganado. Aunque el orgullo ya no le parecía imprescindible como años atrás, Esteban no podía evitar el derrumbarse al ver que no había cambiado nada. Siempre soñó con ser una leyenda. Un superviviente. Pero iba a ser una estadística más. Nada importa. Al fin llegarían a un sitio al que pudieran llamar hogar. Donde los lobos militares no les acosarían. Las manos zurcidas a cicatrices del sedicioso continúan sobre la cabeza de su vástago "Volveremos con mamá antes de que llegue la mañana. Muy pronto"

Sabía que si lo reflexionaba no lo haría. Sacó su revólver para contar las balas que le quedaban. 3 balas tras los numerosos encuentros con los perros de Duarte parecían una bendición de Dios. Volvió a introducir el tambor tras el cañón. El sonido metálico del martillo preparándose para liberar la muerte para la que fue diseñado y el roce del guardamontes contra el índice le traen recuerdos. Recuerdos de gloria. Recuerdos de sueños que se convirtieron en ceniza. Recuerdos de derrota.

"Te quiero hijo"

Un buitre levanta el vuelo escandalizado al escuchar el sonido hueco de un disparo que libera un eco aterrador. Pocos minutos pasan antes de que los últimos rayos del ocaso contemplen como una infamia el desolador fogonazo que sella el destino del último gran héroe que ha pisado este secarral.

viernes, 24 de diciembre de 2010

microparida 77

De pequeño me daba miedo la oscuridad pero no me daba miedo que un obeso carmesí, barbudo y volador invadiese mi casa.

En fin que... feliz nochebuena

jueves, 23 de diciembre de 2010

microparida 76

Unos labios gélidos que congelan el fuego. Unos labios ardientes que derriten el hielo. Estaba claro que debían fundirse.

V

microparida 75

"Has recibido un correo electrónico de Robustiano Calentorroh"

Tengo miedo

Quiero ser espartano

Querid@ lector/a que paseas tus ojos por los vocablos que mi mente vomita, como sabrás mi actitud belicista tinta la mayoría de mis entradas. Bien. Mi pasión por los espartanos viene de viejo. Mucho antes de que  Gerard Butler dijese que cenaría en el infierno. Siempre he querido pasearme por la capital vencedora del Peloponeso. Aceptar órdenes del prohombre conocido como Licurgo. Menuda maravilla. Una civilización temida en tierra y admirada en el mar. Así es como quiero vivir.

Una sociedad en la que la cobardía y el deshonor no son una opción. En la que te arengan desde que eres un charco de semen que morir con honor es mejor que vivir sin él. En la que los valores aún significan algo. Una ciudad libre de lloricas que se preguntan que puede darles el estado. No. Solo hay sitio para los mejores. La fragancia de la élite impregnando cada rincón de la polis. La traición a tu gente penada con el ostracismo y el abandono total. Una capa carmesí, un dory y un aspis surcado por una lambda resistiendo hordas de enemigos que nada tienen que hacer contra el sentimiento de lealtad y amor filial que tu falange se profesa entre sí. Unas madres que rechazan a un hijo si es ensartado por la espalda pues en la herida puede leerse la cobardía de su proceder y un campo en el que refulgen las briznas al son de la gloria de una polis.

La agogé haciendo de las suyas preparando a hombres al servicio de su estado solo para empapar de su reputación a generaciones futuras. Civiles abnegados que trabajan sin descanso para ver a su polis brillar hasta deslumbrar a las demás. Realidad patriótica nada que ver con la de chichinavo que se conoce ahora. Solo quedaría solucionar el tema de sodomizar por norma pero bueno... Ya solucionaremos eso.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

microparida 74

Si fuera negro y fuese a una fiesta de disfraces me pondría un cinturón blanco y diría que voy disfrazado de oreo.

martes, 21 de diciembre de 2010

microparida 73

No importa cuanto te lo pida tu higiene personal. Nunca te laves las ingles con HyS mentol. La sensación de unos genitales en llamas es demasiado atroz.

lunes, 20 de diciembre de 2010

microparida 72

Las monedas de dos euros parecen más valiosas de lo que son.

microparida 71

¿Por qué cuando no me río de una gracia la gente interpreta que no la he escuchado?

domingo, 19 de diciembre de 2010

El cielo a la derecha

Golferos y golferas, hoy vengo a vosotros con la divagación más penosa y absurda que podáis imaginar. En la facultad de Geografía e Historia priman los divagadores como es de esperar. Rodeados de conjuras políticas y datos que no comprendemos del todo nunca podremos decir hasta donde llega nuestra imaginación. Lo preocupante es cuando el síndrome del historiador se extiende a población civil. ¿De qué hablas Golfo? Yo te lo digo. La novia de un amigo se ha visto envuelta en esta espiral sin sentido (des del Golfo una cordial salutació als dos) El otro día según fuente secundaria fui informado de que tuvo un sueño un poco....diferente. Especial digamos.

Según parecía el fascismo no era tan malo como parecía y, dicha soñadora, al ascender al cielo, vio que Jesucristo estaba flanqueado por fieles consejeros entre los cuales se hallaban Hitler, Mussolini o el bueno del tío Paco. Menuda fiesta ¿verdad, amigos? No obtuve más información pues al parecer a nadie más le interesaba el tema. Pero mi mente comenzó a maquinar. La imagen de los angelitos tocando el arpa se convertiría en hileras de fanáticos al paso de la oca con la palma alzada. Las discotecas del cielo te sellarían el dorso de la mano con la cruz gamada. No podrías dormir en tu nube sin miedo a que te fusilaran y todo cobraría un sentido más extraño. En el sueño no parecía solucionarse la problemática judía. Yo lo veo algo interesante. Aunque parece ser que soy el único. Eso me convierte en un friki... Me encanta

martes, 14 de diciembre de 2010

Crisis de los 20




Y hasta aquí hemos llegado. Ya tengo 20 tacos en mi haber. 20 primaveras que contar a mis futuros nietos. Dos decenas de años, 7300 días (sin contar los años bisiestos puto tiquismiquis) y 175200 horas (la mayoría durmiendo) No puedo evitar rememorar mis buenos momentos. El primer beso, aprobar el selectivo, perderme por los pasillos de la universidad, la última cerveza que tomé con mis amigos y muchos más. Y como bien mantengo siempre, la moneda tiene un lado sucio que enseña lo mismo o más si cabe. La primera traición, el primer desamor, sentirte solo estando rodeado de gente, el frío de la noche y demás dislates. En estos 20 años me arrepiento de algunas cosas pero sé que si volviese a vivir la cagaría de la misma forma pues todas ellas me enseñaron de alguna forma. Siempre aproveché las caídas al suelo para hacer flexiones y nunca retrocedí cuando algún idiota se pasó de listo. Todo te fortalece y te configura para bien o para mal. El orgullo que te infla el pecho cuando los naipes pintan bastos, saber manejar el timón cuando sopla viento de levante. Todo sirve para alzarte y gritar que no eres perfecto pero que no cambiarías nada de tu vida. Me gusta tal y como está.

Ahora tras 20 años paseando por Valencia (pues lo más lejos que he ido es a Andorra) me sumo en la crisis de los veinte. Creo que no existe pero si seguís al Golfo sabréis que adoro inventar y exagerar. Heme aquí. Pensando en hipotecas y matrimonios. Pelos en el culo y canas en las cejas. Me noto cansado, como mantequilla untada sobre demasiado pan (referencia friki, me encanta) Pero esto no es el principio del fin. Más bien es el fin del principio. Ahora comienza una nueva era de mi vida. Espero que más seria y responsable. Más madura seguro que no. Pero en fin, no se puede pedir todo. Así que ya estamos aquí señores. Ahora que lo del 2012 sea verdad y no me sirva para nada tanta tontería…

Me despido por hoy golferos. Que los años no perdonan y ya me empieza a doler la espalda, tengo ganas de pedir dinero por algo que hice hace mucho, visitar unas obras y dar de comer a las palomas. Pero eso ya será mañana.

microparida 70

Querida ramera del anuncio de one million paco rabanne:
Cómete un bocata de tortilla antes de que veamos tu muerte en directo

Con afecto. El Golfo.

microparida 69

-¿Eso que oigo es una amenaza?
-No. Es una promesa.

El bastardo informatizado


Lectores amados e inconstantes. Vuelvo al redil. He recuperado mi conexión a internet y mi teléfono de casa tras casi un mes de oscuridad. Se acabó el actualizar a escondidas en las clases de la universidad. Todo vuelve a la normalidad aunque mi dependencia del internet se ha visto mermada en gran magnitud. He vuelto a leer con asiduidad y el otro día me fui a andar como una vieja. Los días de reclusión visitando páginas al tuntún se acabaron. Lo único que sí que he echado de menos son mis amadas series. Ahora toca una panzada de Dexter, the Walkind Dead, Como conocí a vuestra madre, Padre de Familia, Padre Made in USA, Los Soprano y los Tudor. Si alguien llama decidle que no estoy.

Sea pues. El Golfo vuelve enfrentándose al diciembre y con internet renovado. Que empiecen los fuegos artificiales.

domingo, 12 de diciembre de 2010

El experimento

A fin de erradicar de raíz a los quedabienes cuya felicitación me la trae al pairo, inicio el experimento del año. De base simple e impolutos resultados, el experimento tratará de desenmascarar a los que usan el oportunismo y la innecesaria cortesía para escudarse. El 15 todo saldrá a la luz. Aunque no albergo esperanzas de saber algo que no sepa ya. Supongo que la quema tendrá que posponerse.

microparida 68

Parecía que su traición les había atontado el habla porque seguían diciendo que la culpa era mía.

El peso de la corona Vol. II


Propicios días nos brinde Dios queridos súbditos. Como ya referí en “El peso de la corona” vuestro humilde bloggero está enganchado (sí, aún) al Europa Universalis III, uno de los mejores juegos jamás creados. Bien, os sigo narrando como va mi inmensa y eterna partida. Porque no tengo nada mejor que hacer y si estáis leyendo esto significa que vosotros tampoco.

Año 1493. América recién descubierta, todas las potencias marítimas europeas al quite. Guerras de religión en el norte de Europa como es menester. Los inmundos turcos bloqueando navalmente mi comercio mediterráneo. El Papado exigiendo más de lo que puede masticar y los ingleses anglicanos aprovechando el momento para hincarme el diente. Los aztecas y los zapotecas liándola fina en ultramar donde mis escasas guarniciones poco pudieron hacer contra tamaña oposición. Una marea de generales incompetentes. Unos consejeros ineptos y un heredero que agoniza de fiebres.

 Puestos en antecedentes os reconduciré por mis sabios pasos. Comencé otra partida tomando las riendas de Castilla (por la gracia de Dios) dispuesto a cobrar venganza justa y restituir mi trono. Aragón exigió la comparecencia de mi egregia persona en el levante español para jurar fueros. Claro que sí. Ahora voy. Muerte y destrucción. Política de tierra quemada y anexión. Los franceses se enfadaron un poco tras la destrucción de Navarra. Pero la sublime calidad de mi infantería mauriciana pronto se hizo notar y los perros galos cayeron bajo mi estandarte. Cinco años de dura campaña. Que pronto berrearon los ingleses. “Que ignominia” “Castilla debe ser arrasada” bla, bla, bla. Mariconadas. Con una flota de 62 bergantines y 40 urcas invadí las islas británicas consiguiendo lo que Felipe II nunca pudo. Tras cuatro años de cruentas batallas que el juego tildó de “Guerras de imperialismo castellano” (magnífico) el reino de Inglaterra se quedó en los libros de historia y en la memoria de los pertinaces. Irlanda me insultó diplomáticamente pero tras el bloqueo naval cerró su boquino protestante.

Volviendo a la masa continental, Austria me detesta. Me tacha de “escoria deshonrosa”. Pero mis arcas hablan por sí solas. Tengo tanto dinero que me duele. Las guerras de religión continúan en Bretaña y el terreno luterano. En Amberes la resistencia no duró ni dos meses. Vergüenza ante el ultraemperador. Pero me detengo. Pues poco puedo hacer contra el Sacro Imperio Romano. De momento. Cuando consiga a Austria como vasallo y aliado de las Españas pronto hablaremos de tronos y jurisdicciones. En cuanto al mediterráneo aplasto sin compasión a las ratas sarracenas que osan bloquear mi flujo comercial. De momento me va bien. No me quejo. Pero tengo presente que todo pasa y todo varía en el mundo de la guerra. Así que hoy por hoy invierto y me defiendo. No ataco. Solo oteo y aguardo al mínimo atisbo de debilidad pues cuando vislumbre flaqueza militar o económica en el Estado Pontificio, España se alzará con el anillo papal. Mañana comenzaré la campaña de ultramar y les enseñaré a esos indios la ley verdadera.

El ultraemperador ha hablado y cuando los cielos tiemblen ante mi poder todos sabrán que nunca debieron resistirse al régimen que les convenía. Toda Europa unida bajo el estandarte rojo y amarillo de la España ultraimperial erigida por Vicente III el Despellejador. Me gusta como suena. En la realidad estaría bien. Quizás demasiado. 3ª Guerra Mundial en 2010, lectores. Creo que empezaré por Xàtiva. Si me queda tiempo mañana después de pasar apuntes.

viernes, 10 de diciembre de 2010

microparida 67

Siempre quise un mono que tocara la gaita cuando voy al baño

jueves, 9 de diciembre de 2010

Ven conmigo


Brenda era una mujer afroamericana de padres inmigrantes. Trabajaba duro en la humilde cafetería sirviendo cafés y tortillas frías a los clientes de las inmediaciones que cobraban fuerzas antes de ir a la oficina. Aún a pesar de sus 35 años de edad, la camarera se desenvolvía con la presteza que solo la experiencia otorgaba entre mesas y taburetes. Siempre armada con su coqueteo y su sonrisa de pega ante clientes que agradecían el entusiasmo de la mujer. ¿Un café, encanto? Siempre tan guapo. Un día una mujer afortunada te hará un hombre feliz. Y un eterno etcétera. En los suburbios de Los Ángeles siempre se agradecía un mínimo de calor. Aunque fuese atado a un contrato social que nadie ha firmado.

Sin embargo, uno de los clientes no agradecía ese cariño. Solo se sentaba en su taburete en el lado más alejado de la puerta miraba a la barra y contestaba bajo a las preguntas que se le formulaban. Siempre pedía café solo sin azúcar y se negaba a tomar la segunda taza gratuita. En Nikky’s siempre se apreciaba el café caliente en el invierno de Los Angeles. Pero él era diferente. Con el cuello de la gabardina subido hasta las sienes, la cabeza gacha y aquella voz correosa como el pan negro. Brenda nunca le preguntó su nombre. Ni le dijo el suyo. Llevaba veinte años (o tal vez diez) tomando su única taza de café por la mañana y jamás se alejó de los parámetros de la estricta conversación camarera-cliente. Brenda no se ofendía. Siempre había tomado al “llanero solitario” (como se le conocía en la cocina) como un lunático atormentado por algún pasado lleno de niebla y dolor. La camarera se limitaba a endulzar las palabras supliendo el amargo café que cada mañana le servía.

¿Cuánto hacía que Brenda no entablaba una conversación decente? Alejada de las lonchas de bacon o los huevos revueltos. Esbozar una sonrisa sincera frente a un café que le han servido otros. Frente a un amigo que muestra una expresión sincera. El trabajo y el agror de la vida le habían dejado sola en el mundo. Apenas recuerda cuando fue la última vez que supo de la vida de alguien. Oh Dios… Que vida más gris. Una tos ahogada interrumpe su deprimente letanía mental. El llanero solitario estaba pegado a la barra tosiendo (o riendo). Brenda se acercó para ofrecerle la siempre rechazada segunda taza. De algún modo, aquella conexión era la única que le ataba al llanero. Pero bastaba. Él levanta la mano displicente. Por primera vez en veinte años (o tal vez diez) observa que las manos del hombre están corroídas y ennegrecidas. Como si las hubiera metido en algún tipo de producto químico años atrás. A Brenda siempre le entretenía imaginar la vida de sus clientes a modo de evasión pero algo tenía el llanero que le impedía escrutar en sus años pasados. Y tal vez fuese mejor así.

Pasan las horas. Otro día idéntico al anterior. Los mismos clientes. La misma conversación. Los mismos pedidos. La misma mierda. Pero algo altera el orden. El llanero lleva todo el día sentado en el mismo taburete sin pedir nada más que su taza de café solo. Brenda nunca contempla el echarlo. Siempre deja buena propina a pesar de los cincuenta centavos del café. Y los años son los años. Ya casi veinte (o tal vez diez) trabajando en el Nikkys con el llanero de escudero. El suelo apesta a limpiapino barato y la barra está húmeda por la bayeta que Brenda le ha pasado con mimo minutos atrás. Mientras abrillanta la cafetera Brenda escucha como la taza se apoya contra el platito y el mismo billete de 5 dólares de todos los días reposa sobre la barra. Al girarse, la camarera contempla por vez primera el rostro del llanero que la mira con pesar. La piel estaba apergaminada y las mejillas estaban hundidas y corrompidas. Las cejas habían desaparecido sobre unos ojos malditos rellenos con el dolor de mil almas. Los dientes estaban amarillentos por el paso de los años y la mano ennegrecida ahora descansa sobre el billete. Brenda, por algún motivo, no tiene miedo. Solo se asombra de no haberlo visto antes.

“¿Puedo contarte una historia, Brenda?”
“Claro, encanto”

La mujer continúa azotando con un trapo la encimera antes de apagar las luces.

“Sé que te has preguntado a  lo largo de este tiempo de donde vengo. Lo intuyo por cómo me miras. Y por cómo no me miras. Estás a punto de averiguarlo. El mundo está ocupado por seres llenos de malicia. Disfrutan viendo arder las cosas y las personas. Puede que porque sus madres no les quisieron demasiado o por las películas de Tarantino. Sea como fuere, esas fuerzas terminan por quemar a los que menos lo merecen. Sé que no lo recuerdas pero hace una hora entraron unos animales pues sería benévolo calificarlos de humanos rugiendo y riendo. Con sus armas te destrozaron el local y tu cuerpo. Se divirtieron contigo sometiéndote a las torturas más vejatorias que puedas imaginar tú o el diablo mismo. Hasta que deseaste tu muerte. Hasta que la pediste. Uno de ellos hizo los honores y te disparó en la cara. No estás hablando conmigo, Brenda. Estás muriendo en el suelo”

Los muros del Nikky’s parecen derretirse tras las palabras del llanero. Tras caer, ante Brenda se muestran unas paredes llenas de agujeros y sangre. El suelo está repleto de cristales y los marcos que adornaban las columnas. La luz sigue encendida y al asomarse a la barra, puede ver su propio cuerpo aún retorcido entre estertores que lucha por morir. Por abandonar este mundo incomprensible e implacable. Una lágrima resbala por el rostro de la camarera. Ese rostro antaño bello que no ha contemplado jamás lo que fue la buena vida. El llanero alza una mano y le acaricia retirando la solitaria lágrima que apenas alcanza el mentón.

“No llores, Brenda. Todo ha terminado. Te he dejado ver lo que sería tu vida si ellos no se hubieran cruzado en ella hasta que estuvieras preparada para ver la verdad. Pero he de decirte que tu sufrimiento acaba aquí. Dame tu mano, Brenda y ven conmigo. Acompáñame a un lugar donde nada volverá a dañarte jamás”