viernes, 3 de diciembre de 2010

Donde el perdón no llega


Ha llegado el punto en el que un lo siento no es suficiente. Puede que sea por como lo hemos manoseado hasta perder su lustre. Sea como fuere, cada día tiene menos efecto. Puede que solo me ocurra a mí y sinceramente así lo espero. Cierto es que soy una persona radical y llena de extremos conflictivos pero aún con ello no puedo aceptar como racional que una palabra sea la panacea para una panoplia de infamias. Tampoco veo justo como persona el hecho de librarme con un simple lo lamento. Considero que mi conciencia no se limpia del mismo modo con el limpiapino del arrepentimiento artificial que con el KH7 del castigo moral. Solo así se aprende. Solo así se escarmienta.

He tenido demasiadas experiencias cercanas a los perdones de fogueo que emplea la sociedad de hoy en día. No pretendo martirizarme. Estoy seguro de que tú has sufrido vivencias similares. Puede que tú no te hayas vuelto tan cínico como yo pero así pintan los naipes, lector. Porque parece ser que para los que aún adoramos los principios tradicionales pintan bastos. Es tan fácil de decir. Tan fácil escurrir el bulto. Ya poco vale una disculpa. Tantas han sido las que se revelaron como el falso arrepentimiento del perro que no escarmienta… ¿Cuál será la próxima disculpa de vapor? Yo te diré cual. Ninguna. El arrepentimiento, como todo, ha de tener su prueba de fuego. Un maratón moral que dista de la simple evasiva de una disculpa barata. Un corredor de sangre y sudor que separa los arrepentidos de los oportunistas. Todo aquel que no supera esa prueba pasa al amasijo de la escoria que crece día a día. Alimentado de los cadáveres morales que caen en el intento y tan pronto se rinden.

Este soy yo. Un cínico, un desconfiado, alguien radical y extremista, un censor, un verdugo arrogante. Lo que quieras. Pero nunca se podrá decir que aquel que me traicionó encontró vía fácil ni que me la colaron doblada por segunda vez. Ese tiempo ya pasó hace mucho. Dios quiera que nunca vuelva.


2 comentarios: