lunes, 28 de junio de 2010

El precio a pagar

Puedo notar como la saliva resbala por mi labio. Apresurada y tan diligente como siempre, Alice se abalanza con el pañuelo y me retira la gota que ya se deslizaba caprichosa por mi barbilla. Aunque paralizado de cuello para abajo, mi mente permanece intacta como una broma macabra. Desearía que mi cerebro estuviese tan entumecido como el resto de mis órganos dependientes de una amable y condescendiente enfermera y de una silla de aluminio. Alice es la quinta chica que me cuida en lo que va de año. Sonia, la anterior, dimitió sepultada bajo el alud de responsabilidades que mi carga representaba. Sin embargo Alice parece saber que se hace. Me cuida con una ternura digna de una hija y en cierto modo, me quiere. Me quiere pues sabe que estoy tan indefenso y soy tan inofensivo como un niño pequeño. La gente tiende a aprovecharse inconscientemente (o conscientemente) de mi situación prisionera y no ve su mano temblar al contarme sus más íntimos tapujos sabiendo que no puedo huir ni airearlos. Podría hacer inventario de los novios de Alice. Cuál fue el más caballeroso, cuál fue el más patán… Que depresión.

Ayer vino a verme mi hermana Cloe. Tan simpática como siempre. Riñó a Alice por mantenerme tanto tiempo de cara a la ventana pues el sol podía generar problemas de piel. Loca de mierda. Intento decirle a Alice que cuando Cloe llame a la puerta le diga que me he ido a esquiar. Pero de mis labios solo surge un patético e impotente gruñido. Hoy, gozo de la tranquilidad de mi nueva gata. La encontramos Alice y yo en uno de nuestros largos paseos, a un lado de la calzada. Paseando sola y escuálida por el parque. Alice la recogió y la colocó en mi inerte regazo. En lugar de huir se acomodó y aceptó su agradable destino. Ahora me hace compañía y me reconforta el alma. La pequeña Mery. El nombre lo escogió Alice en honor a su madre fallecida. Decía que según una antigua creencia, los muertos regresaban en forma de gatos para seguir velando por nuestra seguridad una vez su forma corpórea se hubiera marchado de este mundo. Menuda estupidez.

Llevo tres años enclaustrado en esta prisión de cartílago y hueso que llaman cuerpo. Tres años dejando que me limpien el culo y que laven mis partes pudendas con el cuidado que se le brindaría a un cachorro. Cada día me siento más inútil y prescindible sabiendo que sobre mi tumba pocas lágrimas caerían. Mi Nancy siempre decía que era muy orgulloso. Que no aceptaba nunca una mano amiga. Si ahora me vieras… Recuerdo el día de la fiesta. Recuerdo que me sermoneaste por las copas de más que había metido en mi cuerpo. Delante de los amigos. Humillado, te saqué de la fiesta para demostrarte el tamaño de tu error y me metí en el coche para volver a casa. Te negaste en rotundo a subir al vehículo estando yo al volante en ese estado. Te conminé a regresar y tú, sabiendo que de no hacerlo tendrías que aguantar mi maldito orgullo durante semanas, abriste la puerta y aceptaste seguirme. Cuando embestí a aquel camión abrí los ojos por vez primera. Pero ahora tú no estás sino en mis pesadillas. Gritándome desde lejos que fue culpa mía, que merezco la condena que ahora padezco… No puedo sino darte la razón querida…

A veces, cuando Alice me obliga a ir a dormir sin tener sueño y Mery se tumba a mis pies me pregunto si no será Nancy y no la madre de Alice la que vela por mi bienestar. La gata abre sus ambarinos ojos y bosteza con fruición para luego estirarse arrogante sobre las impolutas sábanas.

jueves, 24 de junio de 2010

Aquí estás y aquí permanecerás

Tan solo hace unos días las voces volvieron a resonar en mi mente. Llantos depravados y grotescos. Risas dantescas y órdenes que me conminan a seguir su voluntad. Hace apenas una semana que salí de Saint Wilhem y no tenía pensado volver. Mi mujer y mi hijo me necesitaban y tuve que salir de allí. Al parecer demasiado pronto. Sin embargo sabía que lo tenía bajo control. No me importaba cuánto me susurrasen. Al salir del sanatorio encontré un mundo nuevo. En tan solo un año mi trabajo había sido ocupado por alguien más joven y sin tendencias digamos… paranoides. El día previo a mi enclaustramiento le rompí la mandíbula a Jake de contabilidad con el extintor del pasillo cinco por comentar el físico de Jenny. Al salir había sido despedido (aunque me parece que fue al entrar en Saint Wilhem) y tuve que buscarme otro empleo como teleoperador. Molestando a la gente en sus casas de ocho de la mañana a tres de la tarde. Por la tarde trabajo como camarero en el Nikky’s. Un tugurio de la zona este de la ciudad. Por cada número que marco, cada copa que sirvo y cada autobús que cojo las voces me murmuran al oído: “Eres un perdedor Jonny Jonny” “Besa el cañón de tu escopeta y hazle un favor a Jenny” “Nunca serás nada. Aquí estás y aquí permanecerás” Unos días atrás sacudía la cabeza y desaparecían. Ahora se burlan de mis vanos intentos por disiparlas. Son voces gélidas, cargadas de odio y de verdades hirientes. El doctor Jones siempre me decía que esas voces no pertenecían a otra persona que no fuese yo. Que venían dictadas por mi complejo de inferioridad que sembró mi madre con sus constantes insultos y comparaciones con mi hermana mayor. Gracias mamá.

Michael, mi hijo, iba bien en el colegio. Mi mujer, Jenny, me había esperado un año entero solo para volver a abrazarme. Una gran mujer de la que no soy merecedor. No. Si la mereces y te la has ganado. “¿Auto terapia muchacho? Menos mal que estamos aquí para recordarte cuál es tu lugar” Cogí el autobús para llegar a casa “Menudo medio de transporte. ¿Dónde está tu coche Jonny Jonny? Ah, si… el banco se lo llevó delante de tu desconsolada Jenny… ¿Por qué les cargas con tus fracasos Jonny Jonny?” Noto como si mi cabeza fuera a explotar. Cuando llego a casa mi amada Jenny se había puesto su vestido más elegante y se giró hacia la entrada cuando escuchó mis llaves entrando en la cerradura. Estaba encendiendo unas velas sobre una mesa desmesuradamente engalanada. Se abalanzó sobre mí y me besó apasionadamente. Como hacía antes de lo de Saint Wilhem. Michael está en casa de un amigo y llegará por la mañana me susurra meliflua al oído derecho. En el izquierdo suena una melodía mucho menos encantadora “Vaya vaya Jonny Jonny… No comprendemos que ha visto en ti. Tranquilo, seremos nosotros quien forniquemos con ella esta noche…Tú no estás a la altura” Una risa dantesca rebotó contra cada pared de mi cráneo. “Cierra el pico” mascullo. Jenny me mira extrañada. Quiere creer que no ha oído lo que ha oído. Me coge de la mano tan dulce como siempre. Tenía su larga cabellera recogida en un moño lo suficientemente recatado para no ser incitante y lo bastante sensual para ser arrebatador. Tras sentarme en la mesa sirve los platos. Olía de maravilla. Una pieza de carne enorme humea ante mis fosas nasales que paladean cada retazo de aroma que taladra mis sentidos. La salsa de queso que había preparado, la opípara guarnición de patatas al horno, su perfume embriagador… “Lo vas a arruinar todo Jonny Jonny. Y lo más interesante es que si nosotros lo sabemos es que tú lo sabes” Inicio una conversación banal para acallar los comentarios llenos de inquina que mis oscuros pasajeros arrojan sobre mi alma. Al acabar la cena y disfrutar de la presencia de la mujer perfecta, ella se sienta sobre mi regazo y me besa desatándose el vestido.

Yo no pude dormir. Jenny me hizo el amor durante horas. Haciéndome sentir el hombre más especial y amado sobre la faz de la tierra. Pero cuando ella cayó en los brazos de Morfeo, insinuando desnudez con la transparente sábana, me quedé paradójicamente solo. Enfrentándome en un páramo desértico y letal con las demoníacas voces que asaeteaban mi cordura. Las cuatro de la mañana. Demasiado tarde para ser la madrugada y demasiado pronto para ser la mañana. “Menuda noche Jonny Jonny. ¿Qué has hecho tú para merecer esto?” “Fracasado” “Un mundo que continúa sin ti” “Cae a mis pies Jonny Jonny” “La oscuridad es lo que espera a Jenny y a Michael” “Aléjate. Muere solo” Escuchaba una ventana abrirse en el piso de abajo. Me levanté asustado y Jenny se sobresaltó. ¿Qué ocurre? No ocurre nada, cielo. Vuelve a dormir. No quería bajar y que el sonido hubiera sido producto de mi imaginación. No quería que volviese a pasar por lo de hace un año. Me pongo los pantalones y bajo precavido. Los ruidos eran constantes y torpes. Al entrar en la cocina desenvaino el cuchillo de cocina más robusto y amedrentador que encuentro en el cajón de los cubiertos. Entré al salón con cautela. Una sombra estaba registrando los cajones. Al girarse hacia mí pude verle. Un chico con un pasamontañas y una pistola en la mano. “Mátale Jonny Jonny. No dejes que hieran a nuestra Jenny” La reacción fue instantánea. Por una vez dicen algo razonable. Abarro al agresor contra la pared y le clavó el cuchillo en la mano, haciéndole soltar la pistola. Me intenta asfixiar con su antebrazo libre por lo que le disloqué el codo. Intenta zafarse y me suelta algunos golpes mientras grita “Para, para” “No le hagas caso, Jonny Jonny. Ha venido a por sangre y la va a tener” Sin pretenderlo le clavé el cuchillo en el abdomen cuando cayó sobre mí. Cuando se dejó de mover pude notar como su sangre empapa el suelo debajo de mi espalda. Jenny bajó asustada y se llevó las manos a la cara dejando escapar un aullido entre sus finos dedos. “Toc, toc Jonny Jonny” Me giré hacia el agresor y la confusión se desvaneció. La pistola era un teléfono móvil. Para, para era en realidad papá, papá. “Parece ser que al final sí que teníamos razón”

Ahora, en mi celda acolchada, la imagen de la muerte reluciendo en los ojos de Michael y el sonido desgarrador del alarido de mi otrora amada Jenny me atormenta de noche y de día. Sin olvidar a las voces que, satisfechas, se regodean en cada detalle de cómo asesiné a mi único hijo entre carcajada y carcajada.

miércoles, 23 de junio de 2010

El perro sin collar

¿Cómo llegamos a esto? Antes las cosas eran diferentes. Sabíamos que en los asuntos de familia no existen los inocentes. Que toda persona tiene un oscuro historial tras de sí y que darle la mano a alguien puede significar una futura muerte. Sin embargo, existía la baza del respeto. La del honor. Dicen que no hay honor entre ladrones. Por suerte sí que existía entre los asesinos. Existía hasta que llegó el maldito Parrezzi. Un matón con aires de grandeza que no le temblaba la mano ante nada. No respondía ante ninguna familia y cobraba con altas tarifas. Se refocilaba cuando la sangre resbalaba entre sus dedos. Jimmy “Pompa” dijo que asesinó a la mujer y a la hija del tío Jackie y colocó sus cabezas en la verja de la casa. Mirando hacia la entrada. Al entrar, tío Jackie vio las entrañas de su familia en el fregadero y no pudo soportar la locura. Le hizo una mamada a su pistola y ahora su cabeza descansa en el techo de la cocina. El golpe a la familia de Jackie enfrentó a varios clanes. Los Tornello ejecutaron a varios de los hombres de Tao en los muelles. Tao dominaba el tráfico de armas y los Tornello siempre se enfrentaron a él pues los puertos les pertenecían en los tiempos de la guerra mundial. No obstante, las familias nunca quisieron una guerra. Fue entrar Parrezzi y Tornello tuvo una excusa para ir a la batalla. Parecía que nadie pagaba a ese malnacido por hacer lo que hacía. No faltaban las especulaciones nebulosas y los dedos acusantes en los restaurantes de postín. Todo apuntaba a Tao y a sus malditos negocios turbios de la costa. Todo apuntaba a Tao hasta que apareció con la cara quemada por un soplete en un cubo de basura del Bowery.

Al caer Tao todas las familias hincharon el pecho y reclamaron los muelles para sí iniciando una guerra sin precedentes. El don dice que cuando lanzásemos la cabeza de Parrezzi encima de una mesa de roble todo acabaría. El cabrón era escurridizo. El nombre era un pseudónimo como era habitual en asuntos de la familia. Pero había algo a mi favor. No era tan listo como se creía. El soplón de Hell’s Kitchen, Joey Tino, comenzó a difundir una información por la ciudad. Parrezzi tenía nombre y cara. Se vendió al mejor postor que resultó ser nuestro jefe. Y ahora aquí estoy en un polígono industrial esperando a Joey. Hace un frío que cala hasta los huesos. Del que te arrebata el calor del alma. No se ve una sola persona por los alrededores. Desenfundo a la Pequeña, mi pistola Colt 1911 de calibre 45 especial con munición de punta encamisada. La reviso distraído. Todo correcto. Le acoplo el silenciador que guardo en el bolsillo interior. No me fio de Joey. Y mucho menos de Parrezzi. Si consiguió arrancarle la cabeza a la mujer de un jefe de la mafia puede conseguir cualquier cosa. Había hecho mis propias elucubraciones. Al parecer Parrezzi no distaba mucho de un perro rabioso. Demasiado hambriento como para ser leal. Todos sabíamos en el fondo que no pararía jamás y que la única vacuna para su enfermedad era la muerte. De todas formas, sigue siendo un hombre que caga y come de la misma forma que todos. Tan vulnerable y mortal como cualquiera. Su único poder residía en su anonimato. Algo que iba a perder en menos de media hora. Pedí refuerzos para este encargo. Lo cierto es que no me atrevía a acercarme a las afueras esperando a un hombre que podría estar muerto. Asesinado por aquel a quien yo estaba buscando.

Se excedía media hora desde la quedada con Joey. No contestaba al móvil. Me habría vuelto a casa pero el caporegime me dejó muy claro lo que debía hacer “Quédate toda la puta noche en vela si es necesario. Pero tráeme un nombre y una razón para creer en ti”. Me recosté contra el asiento. Encendí la calefacción y tras de mí escuché una voz. “No conectes la calefacción. Me da dolor de cabeza” Era una voz fría. Carente de emoción alguna. Así deben sonar los susurros de los muertos. “¿Me vas a matar?” “Ojalá fuera tan fácil muchacho pero necesito mandar un mensaje y un simple disparo no hará apenas ruido. Espero que no tengas prisa”

lunes, 21 de junio de 2010

El valor de los olvidados

No hace mucho que mi división fue contratada para ese sucio trabajo. Decían hablar en nombre de una milicia contraria al régimen. Había oído hablar de ellos y de su ideología. No simpatizaba con el régimen. Pero la solución utópica que proponían los sublevados era ridícula. ¿Una anarquía en el siglo XXII? No me hagas reír. Sin embargo poco me importaban ideales y posturas políticas. Yo era un mercenario y la única poesía que entendía era la del dinero tintineando en mis bolsillos. Mi destacamento pertenece a una unidad veterana de la guerra de las coaliciones. Un curioso nombre que acuñaron los antiguos dirigentes para evitar el apelativo Tercera Guerra Mundial que tan feo quedaba en los titulares. Tras la guerra de las coaliciones todo se vino abajo. Los antaño imbatibles Estados Unidos habían caído por su propio peso y ahora Japón llevaba las riendas. ¿Pero que estoy diciendo? De aquella guerra no salió nadie invicto. La demografía mundial cayó estrepitosamente dejando tras de sí océanos de sangre anónima. Toda liberada por las últimas gotas de petróleo que quedaban en el planeta. En los años de la guerra la sangre era fácilmente convertible en oro. Ahora el oro se ha convertido en piedra. La gran parte de la población se vio forzada a huir de las ciudades propiciando la economía del trueque. Dejando el dinero inservible. Aún sonrío cuando recuerdo a aquellos refugiados haciendo una hoguera con un saco de billetes que encontraron en un páramo junto a un cadáver. Algún ricachón con aires de añoranza supongo.

En el plano político todo cuanto se conocía y respetaba sucumbió ante la avaricia y la ira bélica. Los dirigentes fueron ejecutados uno por uno. Recuerdo que España fue de las primeras en caer. Mi hogar. Le siguieron Italia, Grecia y todas las potencias europeas. La técnica de la decapitación del gobierno llevada a cabo por los propios ejércitos pretendía llevar al mundo a una situación de ilusoria precariedad para que solo quedase como salida un gobierno autoritario y militar. Tristemente es lo que ocurrió. Mi división se desgajó del ejército cansada de traiciones y del terror. Los primeros años fueron los peores. Nos persiguieron como a perros por todo el continente. Tuvimos que emigrar a Sudamérica donde la situación no distaba de la europea. Pero teníamos algo a favor. No nos buscaban. Los Lagartos nos ganamos la vida con la sangre. Normalmente para evitar derramar más sangre. Paradoja cruel donde las haya. Por otra parte la milicia de Bolivia no tenía mayor motivación que el odio que profesaban por su infausto líder. Un general de la guerra de las coaliciones que organizó una cruel represión contra todo seguidor del antiguo presidente.

Y aquí estoy, apoyado contra la loma de una duna limpiando mi AK-47 a la espera del convoy político que se dirige a la ciudad. Antes estas maniobras resultaban dificultosas. Seguimiento por satélite, fotos aéreas, aviones no tripulados… Ahora todo es distinto. No queda presupuesto para nada. Mejor para nosotros. A mi lado se sienta el tuerto. Mi segundo al mando. Un hombre de parca palabra y desagradable estampa. Le falta un ojo y media cara. Resultado de una granada en la batalla de Milán. Yo fui quien le contuve la hemorragia hasta que llegó el médico. Lo lleva bien. Siempre dice que le importa un carajo si no puede follar sin pagar viviendo en la tensión que vive. Abre una maleta y saca un enorme lanzacohetes soviético bastante antiguo. Lo enarbola ante mí y se satisface con mi cara de asombro. ¿Y esto? Puro contrabando hermano. Era de esperar del tuerto. El comandante en jefe de la expedición nos ordena acostarnos en la loma y esperar en silencio. No sé hasta qué punto les motiva llamarse coronel o teniente siendo panaderos y cerrajeros. Pero me importa una mierda mientras me paguen. A lo lejos se recortan contra el sol de media tarde las siluetas onduladas por la calima de varios blindados y jeeps. En el aire ni un solo avión. Condiciones perfectas. Mañana perfecta. Levanto el punto de mira del lanzacohetes apoyado contra mi hombro. Al otro lado del desfiladero la otra mitad de la división que estaba siendo apoyada por unos cuantos milicianos me hacen señales con un espejo. Están listos. El plan es reventar el blindado de la vanguardia y el de la retaguardia creando un cuello de botella donde concentraremos toda nuestra potencia de fuego. Yo ya tengo mi propio plan trazado. Un misil ante el blindado de vanguardia, dos granadas al centro y vaciar mi primer cargador. Me coloco el lanzacohetes en el otro hombro. El derecho aún está resentido del balazo en la escaramuza de Nicaragua. Me coloco las gafas de campaña impidiendo que el sudor se me meta entre las pestañas. El blindado está a escasos cien metros. Puede que esta rebelión triunfe. Cincuenta metros. Puede que estos hombres no sean despellejados en la plaza del pueblo. Treinta metros. Puede que la chispa de coraje que encendamos hoy prenda la llama de la conciencia mundial. Diez metros. Puede que no muramos hoy. Lo único que espero, es que pueda presumir de mi paga mañana.

viernes, 18 de junio de 2010

Dolor anónimo

Hace menos de una semana me uní a un grupo en internet que se conoce como: “Jóvenes escritores” Un lugar donde se podían poner en común ideas y los enlaces de los blogs donde tantos esfuerzos e ilusiones ponemos cada día. No era de extrañar encontrar relatos e ideologías interesantes. Aunque donde prima la luz siempre acostumbra a deslizarse la sombra. Yendo de blog en blog y alimentándome de criterios ajenos me estampé de cara contra el espacio de una chica no mucho más joven que yo a juzgar por su cuidada manera de escribir y su impecable retórica. Aunque paladeaba cada línea que mis ojos revisaban mi alma se vio acometida por una profunda tristeza. Al ahondar más en el espacio que tanta curiosidad había suscitado en mí descubrí que aquella muchacha solamente contaba con dieciséis primaveras en su haber. Es entonces cuando me digo: que duro es ser adolescente.

Yo ya tengo diecinueve tacos y he vivido lo mío y aunque me queda mucho por vivir salí cuasi ileso del oscuro pozo que supone la adolescencia. Esta chica por el contrario no parecía tenerlo tan claro. Hablaba de males de amores, de amigas traidoras y chicos crueles. Aunque mi blog no goza de esa pincelada personal que tan necesaria resulta a veces comprendo que alguien pueda necesitar el contar sus penas a gente anónima. Por mi lado he de decirte que me he conmovido. El empatizar con una persona de la que solo sé su nombre se me antoja extraño y familiar a la sazón creando en mí un conflicto de recuerdos y principios. No soy quien para hablar de la vida. No he perdido a un familiar cercano, no he batallado en una trinchera ni he visto como se rompía mi vida a pedazos por suerte. Sin embargo, he sufrido como cualquier otra persona puede haberlo hecho y sé que hay gente que ha llorado más que yo al igual que existen personas con mejor fortuna que la mía. Conocí la traición, conocí la injuria y la injusticia. Me sentí solo y me sentí decepcionado. Existiendo en un mundo que me venía grande y donde solo podía contar conmigo mismo. Un erial bastardo y pleno de serpientes del que deseas salir. Desde el Golfo te mando un mensaje, chica desconocida, aún sabiendo que no lo podrás leer. La ley del más fuerte siempre acaba cayendo por su propio peso y descubrirás que la vida es imposible de dominar. No obstante te curtirás y  la verás venir y cada vez te volverás más inmune a sus golpes. La adolescencia puede ser un valle de flores o una cueva solitaria y llena de tinieblas. Yo escogí la segunda opción y cuando miro atrás veo todo cuanto perdí. No cometas el mismo error.

El fenómeno blog consigue esto. Vínculos anónimos que te permiten conocer los pormenores de la vida de gente de la que no tenías constancia. Sin embargo sus vivencias te hacen emocionarte como si fueran las de tu compañero de tropelías más allegado. Con respecto a esta chica, sus historias carentes de privacidad y tan llenas de dolor me llegaron al alma y ojalá existiera un modo de decirle que todo cuanto sufre es pasajero y que la sensibilidad que la caracteriza es la mayor de las virtudes que una persona en su sano juicio pudiera poseer jamás. Espero que la vida no se encargue de arrancársela de cuajo y escupir sus restos sobre el duro pavimento.

lunes, 14 de junio de 2010

Los laberintos de la mente vol. II

Las cadenas que mantienen mi cuerpo fijado al suelo comienzan a apretarme demasiado. Solicito al funcionario de prisión que las afloje. Pero al parecer no le gusta el tono pues solo obtengo a modo de respuesta una mirada de desprecio inconmensurable. Me odia. Genial, porque yo a él también. La puerta de la sala se abre. Un condenado federal. Que honor. Enlutado con un traje de algodón en una sala no refrigerada y angosta. Diseñada para propiciar mi incomodidad. Hola Jason. Consigue articular su hipócrita boca.
Lleva consigo una carpeta marrón de cartulina. De las que contienen fotos escabrosas no aptas para menores. ¿Puedo sentarme? Será cabrón. Hago un gesto displicente. Me trae sin cuidado todo cuanto quiera decirme. Se sienta frente a mí y me observa de arriba abajo. Contempla la patética escena. Mi mono naranja con el número de serie como un vulgar perro de perrera. Los enormes eslabones que desembocan en sendas esposas reforzadas. Las cadenas que están enganchadas al suelo con un candado industrial que ni un bisonte enfurecido podría doblegar. Mi barba de meses, mi peinado descuidado, mis ojeras de recluso neófito. Parece confiarse. Me dice su nombre: Stan Rush. No revela su rango ni su especialidad. Cree que me tiene contra las cuerdas y que no me debe explicaciones. Sin embargo he hecho mis deberes. Sé que pertenece a la brigada de análisis de la conducta del FBI. Tiene una mujer, Linda y dos preciosos hijos, Sean y Sarah. Esa es mi principal baza y él no se la espera. Se coloca unas gafas de pasta que tenía en el bolsillo interior de la americana negra. Se las acopla en el puente de la nariz y abre la carpeta. La primera foto que se desliza saca a relucir mi quinta purga. Elizabeth Parker. Una furcia que mató a su marido para lograr la herencia tan anhelada durante los dos años de ficticia y nefasta unión marital. No recordaba que los pedazos fueran tan pequeños. Antes de comenzar-dice- ¿te apetece un café? No. Sin embargo pide al funcionario que me traiga uno de esos cafés insípidos y aguados de cortesía. Lo tengo calado. Quiere que vea que no tenga poder para negarle nada. Cuando me traen el café comienza el espectáculo. Coloca las imágenes en disposición horizontal. Todas mirando hacia a mí. ¿Apelando a mi sentimiento humano Stan? Me pregunto qué táctica pretendes seguir para derribarme.
Las fotografías hacen que mis recuerdos bailen sádicos ante mis acostumbrados ojos. George Slater, delincuente sexual. Paul Wolf, asesino accidental, aunque asesino. Alice Neri, cleptómana, maltratadora de niños. Neal Jackson, sacerdote, le gustaban demasiado las entrepiernas sin pelo. Así hasta completar mi rica panoplia que contaba con más de 30 piezas en mi haber. Todas reflejando lo que los analistas de mentes retorcidas tachan de “firma”. Una serie de tajos en la cara que simbolizaban la desfiguración interior de esos, digamos, sujetos. Al principio lo hacía por ensañamiento. Luego se convirtió en ritual. Alzo la mirada con una media sonrisa. Mezcla de emoción y de saber por dónde van los tiros. Como aficionado a la psicología que soy puedo deleitarme con cada gesto de la micro expresión de Stan. Un sencillo balanceo cuando me acerco a la mesa, me teme. Un acoplamiento de las gafas cuando me inclino ante las fotos, no sabe cómo le saldrá la jugada. Maldito novato, te tengo.
“¿Dónde están?”
No reveles tu posición, Jason. Manténle la mirada. Si la desvía sabrás cómo está funcionando la batalla. Acaba bajando la mirada. No la desvía. La baja. Rindiéndome tácita pleitesía. Me sonrío inconscientemente. Sé a quiénes se refiere. En la carpeta hay 34 personas fallecidas. Yo alcancé las cuarenta. Parece nervioso. Al parecer ha estudiado bien mi perfil. Aparta las fotografías restantes con ecuánime expresión. A base de costumbre se ha vuelto tan inmune a la empatía como yo. Levanta un folio con información escrita en él y comienza a recitar.
“Jason Carver, asesino en serie. Alias: la balanza de Boston. 40 víctimas confesadas. 34 halladas en diferentes puntos costeros y fluviales” baja el folio “Eres un ególatra. Crees que con esas seis víctimas nos tienes bajo tu poder”
“¿Y no lo estáis? Estoy encerrado en una sala incomunicada. Dos guardias armados vigilan mis movimientos porque les va el sueldo en ello. Mis extremidades están sujetas al suelo por más de diez kilos de cadenas de hierro forjado. Pero basta un solo movimiento para que te estremezcas”
La sala se queda en silencio y hago amago de abalanzarme contra Stan. El pobre infeliz se sobresalta tanto que se le caen las gafas de la mano. Mi risa maníaca y fría llena cada centímetro del habitáculo. Stan continúa con el interrogatorio.
“Jason, tu situación solo puede mejorar. Dinos donde están las demás víctimas y tendrás un trato menos… estricto”
Levanto la mirada y el foco cenital que nos alumbra arroja un antifaz de sombra sobre mis ojos hundidos.
“¿Víctimas?”
Pongo las manos sobre la mesa y las entrecruzo al son del tintineo de los eslabones.
“Déjeme decirle algo Stan. En este mundo no existe la inocencia. Todo cuanto hay son máscaras y niveles de culpabilidad. Michael Stark, era un traficante de chicas indefensas que venían desde Rusia y los países balcánicos y Rose Puppet…”
“¿Por qué has escogido a Michael Stark para ilustrar tu ejemplo?”
Suelto una sardónica carcajada.
“No se le ocurra intentar manipularme Stan. No cree necesidades en mi mente”
“Solo he hecho una pregunta”
“Una pregunta absurda. Tan absurda como su presencia en esta habitación”
“¿Es porque Kaira te recordaba a tu hija?”
“No vuelva a nombrar a mi hija”
"Sé que es doloroso"
"¿Qué coño sabe usted del dolor?"
"Sé que causárselo a otras personas no lo mitiga"
"Yo solo se lo he causado a quien lo merece. Kaira simplemente no lo merecía"
“Kaira fue el motivo por el que te cogieron”
“Me cogieron porque había culminado mi obra”
“¿Eso crees?”
“Me subestima”
“No, tú te sobreestimas. Te atraparon porque no pudiste evitar llevarla a un hospital donde confesó todo cuanto le hiciste delante de ella al señor Stark”
“El “señor” Stark la violaba cada noche sistemáticamente y pretendía venderla por cinco de los grandes a otros depredadores que no la tratarían mejor. Estaría muerta de no ser por mí”
“Y aún así te traicionó. Y tú no eres tonto Jason. Sabías que lo haría pero no pudiste evitar salvarla. Te recordaba demasiado a tu hija, Katie…”
“¿Qué tal está Linda, Stan?”
“¿Cómo dices?”
“Seguro que sigue tan preciosa como siempre”
“¿Cómo sabes…?”
“Oh… Te creías el único con poder ¿Verdad? Veo que no lleva el anillo pero se te nota la marca. No juega limpio Stan. No puede pretender que le hable de mis secretos cuando usted me esconde los suyos”
“Mi familia no es un secreto”
“Desde luego que no. Ahora mismo podría hacer una llamada y hacer que toda su familia corriese más peligro que en toda su vida. No se trata así a un secreto. Y cuando vea sus cadáveres en el lecho de un río con la cara destrozada por los besos de un cuchillo podrá hablarme de lo que es el dolor y haré que cambie su modo de ver el mundo para siempre"
“Eres un maldito psicópata. No te atrevas a amenazarme”
“Oh, no le amenazo inspector. Se lo prometo”

domingo, 13 de junio de 2010

La espada de los injustos

Me gustaría escribir algo cuyas líneas bañadas de lágrimas y dolor se escondieran de nuestro alcance tras la barrera de la pura literatura. Pero como normalmente se dice: la realidad supera a la ficción. Hoy he sido informado de una noticia que me ha revuelto las entrañas hasta decir basta. La mejor chica que podáis imaginar, amiga mía de hace muchos años, se ha visto arrastrada por vez primera por esta moda nefasta que se da entre los pubescentes borregos de este país y espero que del resto del mundo para mi consuelo: la infidelidad.

Que fácil resulta dejarse llevar. No pensar en la persona que empapa su almohada de lágrimas por nuestras infantiles acciones. El poder que sientes mientras causas dolor es efímero y tu actitud dista mucho de lo que se supone a un hombre respetable. Si, te hablo a ti. Maldito insecto. Los hombres como tú son los que consiguen que tengamos la reputación manchada que tenemos. Has destruido a la chica más encantadora que podrías encontrarte. Es sincera, buena, fiel, dulce, preciosa… pero tú. Tú no sabrías reconocer la belleza ni a medio palmo de distancia. Pero mejor. Porque no la mereces.

¿Sabes lo que te digo? No te preocupes. No incurriré en el error de amenazarte como un neandertal desde la comodidad de mi sofá. Tengo más clase que tú. Pero te aseguro algo. Has destruido su vida y estoy seguro de que en lo más recóndito de tu negro ser sabes que pudiste haberlo evitado. Ahora comprendes que toda acción tiene una reacción igual y opuesta. Tú aprenderás eso. ¿Qué lección saca en claro ella? El no confiar en nadie jamás. Ni en sí misma. Pues cuando te miraba con sus ojos antaño enamorados no veía un solo pero dentro de tu alma. Ahora no podrá saber la verdad ni con su propio criterio. Imagina su cara cuando descubrió la babosa que eres. Espero que esa imagen te destroce las vísceras pues ella ya no podrá olvidarla jamás. Yo sé lo que se pasa. Sé lo que es sufrir una traición en las carnes y sé que incluso esperado el golpe continúa doliendo. No quiero pensar lo que ocurre con uno inesperado. Pero supongo que desgarrará cualquier corazón con más sensaciones de las que tú jamás podrás sentir.

No dudo que buscas consuelo y redención. Que sabes lo que has perdido por no haber mantenido tu polla dentro de los pantalones. Te digo algo. El consuelo te lo ofrezco yo. Pues si piensas que has salido bien parado estás más que equivocado. No solo has derruido una felicidad. Has destruido la tuya también pues mientras tu nueva furcia se esté tirando a catorce como hizo contigo la mujer que deberías haber sabido cuidar y respetar ya no estará cuando la necesites. ¿Te he consolado? ¿Te sientes más tranquilo? Me alegro. No quiero que te vayas una noche a dormir sin recordar estas palabras que espero se te graben a sangre y fuego en tu inmundo y primitivo cerebro. Has cometido el peor error de tu vida y espero con cada rincón de mi corazón que esa mujer te guarde el mismo rencor que alberga mi ser. Nada sería más injusto para ella y para ti que recibieras un perdón que jamás ningún llanto o herida pudiera merecer.

"No hay verdugo más severo que la propia conciencia" Solo rezo para que eso sea cierto y sucumbas ante la misma espada que ahora mismo enarbolas. Veremos hacia qué lado de la balanza se inclina la justicia pues si algo he aprendido es que no hay mejor vengadora que la vida misma. Y a ti… a ti te quedan por derramar las lágrimas más sangrientas de tu calvario pero quiero decir una última cosa que tal vez te aclare algunos puntos cuando te asalten las preguntas en la solitaria cama de tu alcantarilla: te lo mereces.

PD: Lo que te tenga que decir a ti, es solo para ti Raquel


Vicente Balaguer 

miércoles, 9 de junio de 2010

Constitución de folle cooperativo

Valencia, 26 de Abril de 2010:
Por la presente y ante la necesidad de constituir un frente operativo unido y poderoso constituimos este organismo que se regirá bajo las siguientes premisas:

Art.1 Solo hay una cosa por encima de tu vida, la de tu compañero. Respeta las prioridades.

Art. 2 La presa nunca ascenderá en la escala sentimental en condiciones normales por consiguiente nunca podrá generar una disputa entre los firmantes a nivel de competencia.

Art. 3 Nosotros te damos la vida, vive y muere por el grupo.

Art. 4 El nivel de propiedad sobre la presa por parte de uno de los firmantes responde ante una serie de condicionantes:1.Antigüedad
                       2.Nivel de atracción hacia la presa
                       3.Contexto

Art. 5 No habrá perdón por parte del resto de los firmantes para aquel que vulnere a una presa posible de un compañero, a la presa declarada de un compañero o a su actual presa. A no ser que el consejo autorice o el cazador lo estime oportuno por motivos estratégicos.

Art.6 El consejo de sabios será constituido por la triple entente Balaguer-Ramón-Chismol y nadie más podrá interceder ni de forma material ni de forma ideológica.

Art. 7 El consejo es sabio. Respeta su criterio.

Art. 8 El consejo no introducirá la ética en la ecuación. Su criterio será limpio y sin mácula.

Art. 9 En relación con la anterior sentencia, la ausencia de ética no tendrá validez de interferir la opinión de uno de los firmantes. El conflicto se dilucidará mediante consenso en punto muerto.

Art. 10 El solicitante del criterio del consejo debe recordar el por qué ha acudido al consejo.

Art. 11 En caso de que una presa llame la atención de uno de los firmantes, el conflicto se entenderá entre los dos firmantes implicados. El tercero únicamente tendrá potestad como mediador


Art. 12 De llamar la atención de los tres firmantes se contemplará la opción a bukkakke

Art. 13 Este contrato es vinculante de por vida solo prorrogable en caso de enamoramiento pero nunca disoluble, sin embargo cualquier tipo de relación erótico-emocional duradera tiene que ser aprobada por mayoría absoluta en reunión extraordinaria del Consejo por conflicto con el Art. 2

Art. 14 Si uno de los firmantes tiene un odio personal contra la presa de un camarada debe admitir, al firmar tan egregio documento, que su opinión nunca se podrá ver envenenada por la animadversión en perjuicio de otro firmante.

Art. 15 Los firmantes deben contribuir a la caza del resto de firmantes, si uno de ellos lo solicita.

Art. 16 Dentro del consejo se ha de poder y se debe hablar con sinceridad de cualquier posible presa y aconsejar desde la razón, y nunca dejarse guiar únicamente por los sentimientos.

Art. 17 Se contempla el derecho del Consejo a jiferar las vísceras del firmante que muestre interés por una presa fornida y rubicunda.

Art. 18 Familiares de primer rango quedan vedadas. Las primas pasan a ser disposición del consejo

Al firmar este documento se asume que estas verdades son evidentes e inherentes a la razón humana. Todos somos uno y trabajamos por el equipo por la gracia del Consejo. La presa es sagrada, pero nosotros los somos más. Que quien honrase este documento en gracia muriese y quien lo traicione que ni Dios le perdone.

Vicente Balaguer Esteve

Guillermo Chismol Muñoz-Caravaca

Boro Ramón de Pablo

España, por la gracia de Dios

Respeto y terror

Son muchos años en la calle. Compartiendo hostias y mierda con mis compadres. Unos porritos en el parque, unas cuantas palizas al primero que nos miraba mal. Vivimos como dios. Hay gilipollas que nos llaman banda. Me cago en sus putas madres. No nos parecemos a esos gitanazos de la plaza. Como les odio. Cada vez que le reviento la cabeza a alguno de ellos me corro. Es demasiado, tronco. El Javi dice que me pasé destrozándole la cara al Adri. Que ahora me tocaría pagar. Han pasado dos meses y aquí estoy. Aguantando mis cojones en su sitio. Además ese mal nacido se lo tenía merecido. Que aprenda a no mirar a mi piba. De todas formas a mí me la suda. No soy yo quien está en un hospital respirando por un tubo. Ahora en el barrio se me conoce más. Mi nombre se oye en los rincones de esta mierda de ciudad. El que dejó hecho mierda al Adri. Si supieran lo fácil que fue. Lloraba como una niña maricona y juraría que se meó encima el muy imbécil. Como es normal lo conté en mi grupo. Siempre nos descojonamos cuando lo imaginamos. Un debiste haberlo matado por aquí. Un ole tus cojones por allá. Ahora soy alguien. Mi viejo me decía que buscase el respeto de la gente. Que le den. Es un inútil. Lleva toda la vida currando como un matado y no tiene el respeto ni de su propio hijo. Yo soy diferente. Tengo un grupo que me sigue. Que sabe de lo que soy capaz. Y ahora lo sabe toda la ciudad.

Vuelvo a mi casa después de un día de fiesta hasta las tantas en el parque. La vieja de la finca ha llamado a la pasma de nuevo. Maldita sea su calavera. Estamos pensando en hacerle una buena. Es la única forma de que nos deje en paz de una puta vez. Los canutos ya no me alegran como lo hacían. Me saco el papel y una china del bolsillo y me siento en un banco. Estoy liándome el peta y veo como tres de los gitanacos de la plaza se ponen delante de mí. Hijos de puta. Se lo que están buscando. Y lo han encontrado. Lanzo el porro contra el suelo a medio hacer y me levanto. Pego mi frente contra la del gitano que tiene más cojones. Me parece conocerle. Es el cabrón del Gadea. Un pieza pero sin media hostia. Parece achantarse y todo se queda en una mariconada como siempre. Siguen diciendo gilipolleces pero se alejan. “Estás muerto” “Perdiste la oportunidad” La oportunidad de mataros cuando debía. Puedo ver como aparca un coche detrás del banco. De él salen cinco de esos hijos de puta con unos bates y cadenas. Era de esperar. Me saco el cuchillo que llevo en el trasero. Si muero lo haré matando. Por detrás me dan un golpe con la cadena de la moto y caigo al suelo mareado. “Te íbamos a decir que nos dejases en paz y te dejaríamos en paz. Pero eres un tolai muy cabezón. Que no escucha’ gilipollas” Me pisan la mano y me quitan el cuchillo. Comienzan a ensañarse con mi espalda. Puedo notar como la sangre me inunda la boca. Grito sin parar. Pero parece ser que me he quedado sin aliados a base de crearme enemigos.

domingo, 6 de junio de 2010

Ideología de antaño, problema de hoy

En épocas de exámenes no solo prima la buena letra, la responsabilidad, los post-its, los subrayadores y la mala comida. De vez en cuando salen a la luz temas de interés. En uno de los descansos debatía con unos amigos los pros y contras de la promiscuidad y lo que ahora se conoce por buena vida. Al dulce paso de una cría solo se ha escuchado la caída de nuestras mandíbulas contra el pavimento. Actitud conocida aunque primitiva. De esta premisa que aquí les expongo ha surgido el debate.

No ha faltado mucho tiempo para que se me tilde de homosexual por no saber separar el plano emocional del físico. ¿Qué le vamos a hacer, queridos lectores? Vuestro querido bloggero es un antiguo. De los que sería feliz levantándose el chambergo ante dos damas y mirando su reloj de bolsillo para no llegar tarde a coger el expreso de las 5. No me gustan las prisas, no me gusta la presión. Cada cual que juzgue lo que quiera. Mis amigos, defensores a muerte del carpe diem, abogan por una vida más libre y relajada de prejuicios. El problema que veo en esa vida es que no veo esa chispa especial que tanto me encandila de una persona. Cada día es igual que el anterior y cada persona es una réplica de la anterior. Recuerdan pechos, no nombres. Recuerdan posturas, no vidas. Eso es algo que yo jamás podré compartir o entender. Si una mujer me tiene en vilo necesito saber de ella, saber si le ha ido bien el día y si le ha ido mal intentar colaborar. Esta ideología no me ha traído muchas alegrías. Más bien me ha alejado de lo que ahora se tiene por gente normal. No obstante sé que jamás podría seguir a esa manada. Prefiero estar solo y mantener mis principios que estar acompañado y odiarme a mí mismo. Hubo una frase que leí por ahí que me asqueó hasta lo indecible "El amor es para la gente que no sabe follar".  Y yo digo que el sexo a discreción es para la gente que no sabe amar y eso a la larga es mucho más que triste.

Hay gente que está avezada a la caza y no atiende a complicaciones. Personas que se encuentran en su salsa bailando en el centro de una pista y localizando su presa del día. Realmente el sexo ocasional no parece distar mucho de la masturbación. Yo desde luego, jamás lo sabré. Y si eso me convierte en un raro, en un maricón y en un cobarde ya sabéis por que flanco me podéis atacar.