lunes, 29 de noviembre de 2010

microparida 60

Parecía que estaba comenzando a llover pero yo sabía que no era así. Era el cielo que nos escupía asqueado al ver lo que estábamos haciendo.

El ultraemperador en la edad de piedra

Queridos súbditos, debido a avatares del destino, me hallo sin conexión a internet en mi humilde palacio-chabola. Sin ir más lejos, me hallo actualizando desde clase, mamando de la red pública y nefasta de la universidad. Arriesgo mi futuro y mi fama como buen alumno para notificar mi desvinculación al mundo virtual durante las dos semanas venideras. He de proclamar pues, el cierre preventivo de esta mi amada página hasta que recupere mi reino digital y continúe con la actualización periódica a la que tan bien acostumbrados os tengo.

PD: Por ende, el fin de los días también queda cerrado de momento como es de esperar.

sábado, 27 de noviembre de 2010

¡Lectores! ¡Que el sol brilla!


Puede que esto sea lo que la gente optimista sienta todo el tiempo. Pero para mí esto es una bendita revelación. Hoy querido lector, me he despertado con un buen humor de tres pares de cojones. ¿Y cómo es eso sacro ultraemperador? Yo te respondo querido amigo. En el estimado agujero que es mi habitación comencé a divagar como ya es habitual en mí. Me di cuenta de que pronto alcanzaré las dos decenas y como si de una crisis de los veinte se tratara, la luz se hizo en mí. Tranquilos, no me he hecho cristiano. Sigo agnóstico por la gracia de Dios. Solo me percaté a grandes rasgos de que no tengo edad para maldecir ni despotricar.

En la lasitud que la duermevela trae consigo, me arropé con mis pensamientos y recuerdos. Bien es cierto que mi adolescencia no la puedo tildar de satisfactoria y mucho menos mi infancia. Pero ahora todo es diferente. Me va bien en los estudios por vez primera en la universidad, tengo una pareja que me quiere y a la que quiero, unos amigos que cuentan conmigo para los grandes planes y para los momentos de llanto y con los que yo puedo contar también. Estoy empezando a pillarle el gusto y una destreza primitiva a la guitarra y el cómic en el que tanto tiempo llevo trabajando por fin está tomando una buena forma.

El lado sucio de la moneda nunca se me mostró más irrisorio. Me he librado de la paja de mi vida social (referida en anteriores entradas como el andén o el agua clara y el chocolate espeso) que vino a buscar lo que le convenía y se llevó lo que nunca sabrá entender. Por otra parte, me he percatado de la esencia de cierta persona de la que no tardaré en desprenderme si es que no lo he hecho ya. Permanece atento querido lector. Esto va a explotar.

Todo esto no lo hago por fardar. El Golfo nunca será un pedestal a mi persona. No lo es ahora y no lo será jamás. El Golfo es una ventana al vestíbulo de mi mente. Una pequeña demostración de lo que se gesta en el interior de mi cráneo. Dicho esto solo me queda decir que no soy el único que se puede sentir así hoy. Te invito, querido lector, a que hagas inventario. Haz recuento de todo cuanto has ganado por ser tú y los escollos de los que te has librado. Las personas sobrantes que se han quedado en el camino es el mejor galardón que puedes lucir en tu estantería. Todo ello te hará darte cuenta de que tenemos el poder de manejar lo que nos queda de vida. El resto, será historia.

Así que, en resumidas cuentas, Vicente Balaguer no se desenmascara como alguien renacido. Tengo muy presente que es cosa de un día. Pero hoy por hoy, he descubierto los Golden Grahams con mermelada de arándanos (gracias yo) y la navidad y mi cumpleaños brillan en el horizonte próximo. Sabido esto no me queda otra que abrazar a mi pequeña, brindar por el mundo que dejo atrás y sonreír con esa sonrisa de pandillero juvenil que mi madre me dio. Y bien harías en hacerlo tú.

La soledad de la eternidad

En la aldea de Trangunov nada parecía en su lugar. Los lugareños distaban de ser amables, el sol de la mañana no asomaba tímido con una azulada penumbra como en el resto de los lugares y en verano no imperaba el tórrido calor que solía asolar las regiones vecinas. No en Trangunov. Los pobladores eran huraños y reservados. No revelaban sus secretos ni a los familiares más cercanos. El sol era rojo y amenazador cuando se imponía sobre las macizas nubes que cubrían la región y no reportaba calor alguno. Era un sol maldito y lleno de historia. A pesar de que la región distaba de ser cálida, el helor que en Trangunov atería el corazón no tenía nada que ver con los fenómenos meteorológicos. Es el castillo. Ese maldito castillo y su omnipresente sombra del que siempre bajan gritos deslizándose por los riscos del foso. Alaridos que aterran el futuro arrancados de las gargantas de aquellos que se atreven a oponerse al señor. El boyardo al cargo de la aldea nunca se revelaba para velar por los intereses de sus siervos. Ni siquiera mandaba emisarios con edictos a repasar. Todo sumido en el más tenebroso secretismo.

Las cosechas eran infames. Los vegetales se pudrían a la semana y el ganado desfallecía corroído por algún tipo de infestación maléfica. La nube mortífera de terror que el recién nombrado boyardo había liberado sobre Trangunov no conocía de límites ni de misericordia. El reinado de pavor que el noble había extendido no podía aún con todo contener las lenguas del pueblo llano que pronto se aventuró a susurrar leyendas negras sobre el señor.  Se rumoreaba que se mantenía en el trono pese al paso de las generaciones. Que él era el directo responsable de la desaparición de las gentes. El vaivén continuo y pavoroso de hombres enlutados que cubren su rostro con largas capuchas. El acallar de los perros que gimotean al paso de tan siniestro séquito. El frío y la muerte tenían explicación en Trangunov aunque estuviera enturbiada por el misticismo del mito y la conjetura.

"Una puerta sin símbolos sacros colgados. Una oportunidad"
                                                
Una de las leyendas más famosas cuenta la historia de Viktor Plugieritz y su condenada familia muertos décadas atrás. Una noche nublada en la que el boyardo se le antojaba el sabor picante y fresco de la carne humana. Una puerta sin símbolos sacros colgados. Una oportunidad. El boyardo entró y, frente al campesino, devoró a la mujer hasta los músculos y a la hija le dio muerte para cesar con su griterío. El labriego demostró tal valor combatiendo al diablo mismo que, el boyardo, decidió regalarle la “Ascensión Roja”. Mordiendo sus muñecas tras la quiebra de su voluntad mortal, le unió a las filas para luego desaparecer en la noche y en el imaginario popular.

Se dice que, cada año, el día de la trágica muerte de su familia, Viktor Plugieritz vuelve a Trangunov y busca a su hija y mujer durante la noche hasta que los lugareños se asoman al verlo rondar y encuentran la muerte condenando a los suyos que perecen bajo las zarpas del neófito. Los mercaderes siguen cerrando los puestos antes de que el mortecino sol del este caiga y las meretrices abandonan sus esquinas mientras aún queda luz. Se dice que se ha visto a Plugieritz ansiando más y más carne con el paso de los años pues la convicción de que no encontrará a su familia se hace más creciente. Ahora, se rumorea que el boyardo ha abandonado el trono pues la región terminó por asquearle. Sin embargo, los aldeanos de Trangunov han encontrado una nueva quimera a la que temer y adorar a partes iguales. Viktor por su parte, seguirá vagando en busca de una familia que murió dejándolo atrás y la parada de un corazón que tiempo hace que dejó de latir. Pero eso solo son cuentos de viejas.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El agujero

La garganta me quema del frío que reina en la sala. También me duele de dar alaridos día y noche. Tras días nadie parece escucharlos. Mis dedos palpitan en los muñones en los cuales terminan. Perdí las uñas hace tiempo. Ora mordiéndolas, ora arañando las paredes. Terminaron por pudrirse y aunque no puedo ver la costra purulenta que seguramente lo rodea si que puedo notar el calor de la sangre hirviendo por la infección. Desde que vivo aquí no he visto luz alguna. Ni natural, ni artificial. La mañana y el ocaso no se pueden diferenciar. Ni siquiera por el ciclo del sueño. Alteré mis ritmos circadianos al poco de llegar y el alimento ya no parece una prioridad.

He contado los pasos que mide la sala millones de veces. 56 pasos de ancho. 32 de largo. No puedo alcanzar el techo con mis mutilados dedos. Intento correr para distraerme y no caer en las garras de la locura pero siempre acabo por impactar contra uno de los congelados muros. Desconozco los orígenes de las brechas de mis labios. Solo sé que duelen como un demonio. Al gritar y forzar las facciones suelen tirar y abrirse dejando paso a un escozor y unas gotas de sangre en el cemento del suelo poco gratas. Los codos y las rodillas palpitan reivindicando una cura temprana a tenor del roce constante con el duro material. Intento dormir sobre él pues pronto me di cuenta de que no había cama alguna pero la dureza del suelo y el constante y penetrante frío me lo impiden. Ni siquiera sé donde está mi ropa para poder usarla de almohada.

Todo cuanto toco y noto me resulta extraño y aterrador. Hay días en los que puedo sentir que hay alguien más en la habitación. Una respiración entrecortada y la sensación de una alteración en el viento y su olor. Olor a benceno y malicia. Siempre suelo mover mis brazos golpeando el aire y gritando maldiciones entre sollozos. Hasta ahora, sin resultado. Acabo por rendirme y cuando noto la presencia no reacciono. Solo me mantengo inerte en una esquina gélida y espero a que la desnutrición, el frío y la locura terminen con esta tortura.

martes, 23 de noviembre de 2010

Un intruso en la finca

Me enfundo la carpeta en la bandolera, me ajusto la cazadora y salgo a la calle dispuesto a otro día de batalla. Al bajar al patio a escalera pelada como buen proletario me encuentro a un fulano esperando en la calle. Llevaba ropa de la que hoy se supone a la moda. Chaqueta de colores reflectantes, zapatillas de botín y vaqueros enseñagallumbos. Parecía peinado por algún adorador fanático de los hongos más cabezones. Era más joven que yo y me saludaba con soñolienta educación. Los que estén acostumbrados al aire urbano sabrán que saludar a alguien que no se conoce fuera de un ascensor o una discoteca resulta desconcertante y extraño. Y ahí estaba yo. En la parada del autobús pasando examen a mi memoria. ¿Quién era aquel chaval? ¿Por qué se peinaba como si le estuvieran enfocando un reactor en la nuca? ¿Los masones tienen algo que ver?

No sería hasta llegar a clase cuando la luz se hizo en mi mente. Aquel muchacho vivía en mi austera finca. Tenía una razón de peso para mi pasajero lapsus. Hace un año era un cani de los que crean escuela pero que no van a ella. Lo veía caminar por los alrededores del barrio con su tocado a lo último mohicano, sus camisas de tirantes y sus pantalones de chándal versión Eva Nasarre de extrarradio. Siempre flanqueado por sus leales que le doraban la píldora día sí, día también. El tipo de grupo que, al verlo, te cruzas de acera. Lo mejor de cada casa. ¿Qué por qué no me percaté de su evolución? Pues porque voy a mi bola querido lector y quien se cruce recibirá un saludo y poco más.

Pero tate que ahora se ha reformado el amigo. Viste como un espantajo y frecuenta pachá con su gorra mal calada a las 4 de la madrugada. Con mi mente retorcida y sardónica por definición, no pude sino elucubrar sobre las razones de la volubilidad del ser humano. De como nos dejamos llevar por pequeñas corrientes sociales arrimándonos al viento que mejor sopla. Bien cierto es que durante la adolescencia vivimos un período en el que estamos por definir. Como un coche que tiene que avanzar sin ruedas teniendo que encontrarlas a lo largo del camino. Es por ello que siempre es normal usar como rueda cualquier cosa que tengamos a mano siempre dictados por nuestro afán de avanzar sin rumbo. Yo, por mi parte, no estoy exento de culpa. Tuve mi etapa friki (de la que mantengo raíces bien profundas), mi época chunga, mi época de chulo de bar, mi época de bragado de gimnasio y así hasta llegar a los 19. Pero ahora creo haber encontrado el cauce. Solo soy un universitario que manosea libros y mandos de xbox a partes iguales. Que paladea el minuto con su pareja y sus amigos. Un chaval del que se dice tiene malas pulgas. De derechas, adorador de los animales y ateo por la gracia de Dios. Con alguna pretensión imperial y pereza inconmensurable. Cariñoso cuando ha de serlo, arisco cuando le tosen y que no se deja amilanar por la cadena de mando. Creo ser yo al fin (Como también lo creí las otras veces)

El pelanas de mi vecino todavía tiene camino que andar y aunque suene arrogante yo sé lo que le toca. Aguantar falsedades y decepciones. Amargores y alegrías que le hagan moldearse y curtirse en las trincheras. Se dejará llevar creyendo que es él el que lleva y la gente lo explotará en su favor. Desengaños amorosos y amistosos que le hagan configurarse como alma independiente que abandonará la manada cuando lo vea conveniente. Hasta entonces, que mantenga sus zapatillas ajedrezadas y su cinturón ornamental pues mañana los sustituirá por una palestina, unas rastas y el grito de "anarquía" hasta que le sangre la garganta. A fin de cuentas, todos tenemos derecho a cambiar y a encontrar nuestra casilla en el tablero.

microparida 59

-Puedo sentir la maldad de tu alma
-¿Qué alma?

lunes, 22 de noviembre de 2010

microparida 58

Soy lo que mis enemigos han hecho de mí

domingo, 21 de noviembre de 2010

Vicente III el Despellejador, ultraemperador

Puede que el estudiar historia esté espoleando malignamente mi instinto imperial pues ya en segundo de carrera ya industrio de forma cada vez más seria mi inminente ascenso al poder. Creciendo en una época de precariedad política, cada vez veo más claro que hace falta un golpe de estado. A poder ser mío. Donde entre en la Moncloa a lomos de un caballo árabe azabache (que resople furioso sin razón cuando acabe cada frase) seguido por un batallón de mis mejores soldados salidos de Dios sabe donde. Desplegaré un pergamino donde expondré todos y cada uno de mis puntos a repasar en el gobierno. Puede que surja algún Gutierrez Mellado que se niegue a rendirme pleitesía pero será sacado a rastras de la sala elegantemente y no volverá a aparecer en escena. Todo el mundo se preguntará si lo maté o lo recluí pero nunca sabrán a ciencia cierta la verdad. Todo pasará a disposición de los archivos secretos del ultraimperio.

Una vez afianzado mi poder, comenzará mi plan político. Invertiré en planes sociales, defensa y policía. La seguridad ciudadana no supondrá problema en el ultraimperio. Cogeré el código civil y la constitución y los renovaré desde cero acorde a la visión del futuro y los tiempos que corren. Corregiré el déficit y la deuda de estado de algún modo (a fin de cuentas soy el ultraemperador por la gracia de Dios). En cuanto a mi política exterior, Portugal pagará caro lo de Cabo Verde. Francia me la guardo para luego. Inglaterra, me molas, tú te sentarás a mi lado en el ultraimperio. ¿Italia?... tienes deuda de estado pero me he alimentado de tus guisos desde pequeño. Serás el cocinero del ultraimperio. Grecia no. Eso sí que no. Lazos al pasado cero. Invasión, capitulación y anexión. Andorra... contigo tengo un plan especial de experimentación genética. Ya verás. Es sorpresa.

Mi política interior será aún más deliciosa. La centralización será mi bandera. Solo el ultraemperador puede hacer lo que le salga del huevo. Tendré una mano derecha aún por decidir que equilibre mi manía de fusilar. También tendré un tipo que toque la trompeta con la melodía del padrino cada vez que firme una sentencia de muerte. Para agilizar el proceso de ejecución dispondré la fabricación de ostentosos cuños de caucho que recen "fuego letal" y "ejecución" para misiones y sentencias respectivamente. Sin embargo llegará el día en el que el trompetista no toque la trompeta cuando deba y sea bronqueado a consecuencia para suicidarse a posteriori. Al fin y a la postre, nadie aguanta una bronca del ultraemperador. Los zurdos serán perseguidos y recluidos en un campo de trabajo. Como siervos de satán no gozarán de derecho alguno y podrán comprarse en la plaza redonda al peso. La esclavitud de razas no se contemplará. Sin embargo la tortura volverá a las calles solo ejercida por los altos comisarios que gozarán de la plena confianza del ultraemperador. Las mujeres obtendrán la igualdad ansiada durante siglos a nivel laboral y social. Gracias a los millones de parados de España, se abrirán las nuevas cárceles para zurdos y pelirrojos emplazadas en distintos puntos de la península. Cataluña conseguiría su independencia y a los dos años como país correría el riesgo de ser invadida. Invadida por el ultraemperador. Cuño de ejecución en el aire. Capitulación y anexión.

Hay algunos puntos por repasar. Pero este es a resumidas cuentas mi plan de gobierno. Solo pido plena obediencia y prometo una represión cada año para animar vuestras aburridas vidas. Puede que algún pacifista y fumahierba se rebele contra su majestuosidad (yo) pero será regalado en esclavitud por sorteo en la próxima gala benéfica del ultraimperio.

El ultraemperador de los españoles os desea un buen día y os llama a las armas. Sino hoy, mañana.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Belleza, reina de los males

Siempre he considerado que la belleza no es una virtud. Bueno, corrijo. No siempre. Pero sí desde que creo tener raciocinio. Desde que gente que se le sabía bella ha terminado por demostrarme que están podridas por dentro. Porque no hay nada perfecto en esta vida querido lector y si una cara de la moneda brilla, la otra está corroída por una capa de mierda del grosor de una suela de mocasín. La belleza genera arrogancia. Pereza metafísica. La ausencia de la necesidad de pulir las diversas rugosidades que la vida nos pone en la mesa de carpintería pues lamentablemente, en este mundo, más se valora una cara bonita que unas buenas referencias.

No me considero una persona atractiva por lo que pocas puertas se me han abierto por mi cara bonita. Todo cuanto tengo me lo he tenido que labrar yo con algo que no me vino del cielo. A base de golpes y de no aguantarle lindezas a nadie, de ladrar a aquel que intentaba arrinconarme y morder en ocasiones la mano que me daba de comer. Imponiendo mis principios y mi orgullo como única divisa para comunicarme con el exterior me declaro orgulloso de mi pequeño imperio forjado con sangre y sudor. Otros, por su parte, solo entienden de maquillaje y camisas de marca. De belleza adquirida y la ley del mínimo esfuerzo. Conocedores de las discotecas y sus retorcidos recovecos. Con 500 amigos en tuenti de los cuales conocen a la mitad. Y bien a ninguno. Hijos de un mundo competitivo y seguidores de la ley del más fuerte. Egocéntricos, arrogantes, poco duchos en las artes de la personalidad y escasamente cuajados en el combate y la vida.

Por lo que respecta a la persona ajena, un hombre así como una mujer que goce de una belleza excesiva me inspira una desconfianza animal. Un instinto primario y fraguado con los años que me alertan que aquel humano no es trigo limpio. Y no suelo fallar. Emplean su físico para conseguir lo que buscan. ¿Y qué busca una persona con poder? Más poder y mantenerlo. Para ello no les importa machacar al igual para encumbrarse como el rey de la manada. Compiten para ver cuantas miradas reciben (vivencia real) y actúan como cazadores de pacotilla para llevarse a cuantas más presas mejor a la alcoba. No sienten verdadero apego por nadie. Centrados en su egolatría, saben que pueden conseguir a todo aquel que ellos consideren digno de su presencia.

He de alzarme. Alzarme y enarbolar mi copa de vino. Brindo por todos aquellos gordos con pareja, la gente con aparato que sonríe sin complejos, aquellos calvos de mediana edad que siguen saliendo sin gorra, por aquellas que comprendieron que enseñar no es sinónimo de seducir... en resumen alzo mi cáliz por los que comprendieron que la belleza no sirve para nada sino se sabe ejecutar.

No hago apología de la fealdad suprema. Tampoco condeno a la población menos agraciada a una vida en una cueva con barrotes. Pero sí condeno la belleza como medio y como fin. La belleza obsesiona, condiciona, moldea caracteres calculadores y carentes de profundidad... Sin embargo, me queda un amargo consuelo. Aquellos con personalidades definidas conseguirán a una buena pareja y un trabajo decente. Mientras tanto, los que solo supieron peinarse y echarse fotos sucumbirán ante una pareja de su misma calaña, una cáscara vacía, atormentados por un trabajo que solo les hará lamentar el día en el que se tomaron su primer BioManán.

microparida 57

Con huevos habría llegado donde hubiese querido. Pero decidió pasar por la vida de puntillas y morir sola con cuatro gatos devorándole la cara.

microparida 56

De pequeño me enseñaron a aprender. Me podrían haber enseñado a olvidar. Lo encontraría más útil

Diccionario esponjoso


Siempre me dicen que tengo un humor ofensivo. Que causo problemas de autoestima con los testimonios que levanto. Bien. Puede que a mí me guste considerarme un canalla porque aleja a la gente sin personalidad. Pero que lo aireen por ahí no es una idea que me plazca. Dicho esto declaro abierto el diccionario anti ofensa como disculpa (porque me siento muy muy mal) para todos aquellos blanditos de corazón que se arrugan ante cualquier chanza. Ahí vamos pequeños mimosines.

Vicente Balaguer presenta:
No diga usted moro, diga magrebí

A
Amargado: Dícese de aquel que desea el mal ajeno para que su vida no parezca tan gris
Apestoso: Humano que no considera oportuno asearse

B
Bizco/Vizconde: Persona aquejada del tormentoso mal del estrabismo
Borracho de mierda: Que considera jocoso dejarse llevar por el alcohol de forma repetida

C
Cabezón: Dícese de aquel que posee una frente panorámica
Cabrón: Que actúa en contra del código moral establecido
Calientapollas: Fémina proclive a excitar sexualmente por razones claramente no perniciosas
Calvo: Persona de frente o cráneo poco fértil capilarmente hablando
Cani/Choni: Persona inclinada al uso indebido de la H, de vida licenciosa y que prolifera en el extrarradio
Capullo: Que goza de un carácter arrogante en ocasiones molesto
Cara caballo: Humano bendecido con los rasgos nobles de un equino. También aplicable en mandíbula.
Cejudo: Que posee un puente que une sendas cejas (sin. Concejal/Miembro de Unicej)
Club del pepino: Hombre que disfruta de las relaciones sexuales con personas del mismo sexo
Culona: Dama de apaisadas posaderas

E
Enano: Humano verticalmente poco privilegiado
            Acondroplásico
Escoria roja: Persona de ideas izquierdistas perfectamente respetables

F
Feo/a: Persona con severas deficiencias físicas
Fracasado: Que no ha alcanzado los objetivos que se propuso en su vida. Pero que sin duda conseguirá


G
Gilipollas: Insulto comodín. Sin significado definido.
Gordo: Persona horizontalmente diseñada de numerosas redondeces

H
Hijo de puta: Arroja luz sobre el hecho de que la madre del aludido fuese una dama de esquina
Histérica: Que no conoce o no tiene por bien usar un tono de interiores en las situaciones menos apropiadas

I
Ignorante: Aquel que carece de los conocimientos esperados.
Inútil: Persona con aplicaciones y virtudes por descubrir

M
Me aburres: Que me causas pandiculaciones periódicas y exentas de maldad
Me cago en tu cara: Tus opiniones distan de agradarme o interesarme

N
Narigudo/Napiato: Que disfruta en su plenitud del sentido del olfato
Negro: Que posee una tez oscura o  amarronada

Ñ
Ñoño: Que tiene por costumbre llorar por vicisitudes insignificantes (sin.Llorica, nenaza)

O
Orejón: Que goza de amplios pámpanos

P

Payaso: Persona cuyas opiniones y actos distan de ser honrosos o admirables
Pelo pubis/pelo pene: Hombre de rizos pequeños y extremadamente numerosos
"Pelucot de castañes": Expresión alusiva a aquellos que deberían (solo si quieren) peinarse en aras de no ser burlados públicamente.
Peludo: Que muestra su piel cubierta de vello
Plomazo: Dícese de aquel que no es consciente de cuando debe parar de comunicarse

R
Reina de los mares: Homosexual declarado que tiene por costumbre revolotear sin que nadie tenga nada en contra.
Repugnante: No acorde a los gustos del receptor
Retrasado: Poco aventajado mentalmente
Ridículo: Que causa mofa o befa pasajera a tenor de su físico o actitud vituperante

T
Tetuda: Mujer de pecho generoso
Tonto: Véase Retrasado y pollo
Torpe: Que carece de coordinación o la posee en bajas proporciones

V
Vago: Pensador

Y
Yonki: Persona trágicamente dada al consumo de estupefacientes

Z
Zorra: Mujer dada a los placeres carnales


Va, tont@. Sonríe. Que todo cuanto digo lo hago desde la bondad y el sardónico humor que Dios me ha dado. Con un aire apreciativo, nunca corrosivo, os mando mi más sincero saludo y que tengáis un propicio día. (Sonrisa cálida de padre de anuncio de huevo Kinder)

Abre los ojos

Creo sinceramente que la gente hace esto cuando entra en esta humilde página

http://www.vayagif.com/gif/6826

El perfume de la parca

A mi mente acude con la usual crueldad, el recuerdo de su rostro. Los largos paseos por parques de ambarino follaje, las flores rojas a cada principio de mes, todo vale para refrescar aquellos sueños de la memoria. Pero por cada sueño hay una pesadilla. Los goteros profanando su clara piel así como el olor estéril y enfermizo del hospital que nunca podré eliminar de mi recuerdo. Un azar sádico e injusto que decidió llevársela no sin antes hacerla padecer hasta lo indecible. Yo, atormentado por mi presente y la imagen de mi futuro sin ella, aferrando su mano gris y ya por aquel entonces congelada a un extremo de su cama. El llanto estridente e impotente de unos padres que perdían su vida con la marcha de su única hija. Médicos fríos y carentes de humanidad, curtidos por el dolor con el que lidian, lanzan esperanzas inciertas y datos ininteligibles que no alcanzan siquiera a domar la histeria de una madre desolada. Ojeras cada vez más marcadas y apariencia cadavérica en lo que un día fue una mujer vital que siempre hablaba de futuro. Con esa imagen en la cabeza, oírla desear la muerte con lágrimas avergonzadas en el rostro solo me hacía desearla también y acompañarla en su duelo. Acompañarla hasta el final.


Hoy en día, pasados los años me decido a continuar con mi carrera y mi vida. Siempre con el bagaje oscuro de un pasado convulso y lleno de recuerdos que ya no sé separar de la imaginación. Con esta carga, acudo a clase mientras escucho los murmullos que elucubran sobre el porqué de mi actitud desabrida. Algunos comprensivos, otros ácidos y salpicados de un humor que yo dejé de comprender hace mucho. Un día más salgo al exterior tras terminar las clases y espero paciente el cambio de color del semáforo. Al otro lado, una chica de mi edad que no puedo evitar compararla con ella como tantas veces al día lo hago. Antes de que el verde se ilumine y aprovechando la suavidad del tráfico, cruzo viendo que la chica toma mi idea por buena y me imita de forma rápida. Al pasar por mi lado, como una broma descarnada del destino, me deja una nube de perfume en el corazón y los sentidos. Ese perfume dulce y sedoso. El mismo perfume que ella solía usar. Cierro los ojos dejando que el perfume se recree en las partes de mi cerebro que saben apreciarlo. Tan absorto y devastado como cuando la línea del monitor se volvió plana. Quizás demasiado como para oír el claxon de un coche que se abalanzaba sobre mí haciéndome volar por los aires y aterrizando sobre mi cráneo cuyo crujido escucho antes de perder la consciencia.

Ahora, convaleciente y patético, comprendo aquellas lágrimas vergonzosas. Aquel duelo interno y orgulloso de la mujer de mi vida. Quiero pensar que ahora ella me está devolviendo el favor. Que está en cierto modo acompañándome hasta mi final. Aunque el absoluto silencio y soledad de mi habitación refutan despiadados mi teoría o cualquier pensamiento alentador.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

microparida 55

Castigamos a los criminales en función del crimen cometido y aquellos que nos roban lo más importante e irreemplazable de nuestras vidas salen impunes. Desde el Golfo exijo castigo ejemplar para los que nos roban el tiempo de nuestras vidas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

microparida 54

Cuando me felicitan por mi blog me siento como un hombre con un miembro monstruoso. No sé si enorgullecerme o avergonzarme.

microparida 53

"Ningún hombre conoce su propia fuerza hasta que lucha por aquello que ama"

Richard Harrison

El fin de un linaje

El banquete que el lord había desplegado frente a nuestros ávidos apetitos no conocía limites ni en extensión ni en opulencia. El salón, ya de por si fastuoso, había sido maquillado para la ocasión. Las estatuas de mármol de Macael contemplaban la escena con histriónico semblante dejando entrever la impotencia de no poder gozar de los placeres que bajo ellas se extendían. Los manjares alfombraban los numerosos mesones que había en el enorme salón alumbrados por gigantescos cirios de sebo que no dejaban un rincón en sombra. Las impolutas alfombras cepilladas de forma repetida por el servicio lucían orgullosas el escudo de armas de la familia formada por una cabeza de lobo y una H dorada cruzados por sendos mandobles que mostraban las joyas de la estirpe. De la bóveda del salón de recepción, colgaban enormes banderolas que pendían a varios metros del suelo y mostraban la misma panoplia familiar. Para la ocasión, los invitados habían escogido las mejores telas de sus palacios y todo tenía un resplandor digno de los salones franceses de los que hablaban los marinos.

El lord tenía una razón bien justa para convocarnos a su festejo. Su hija acababa de alcanzar la mayoría de edad y pretendía mostrarla en sociedad. Los invitados aguardaban impacientes la venida de la hija del lord, tan laureada en los círculos aristocráticos. Su belleza, se decía, alcanzaba lo divino. La pureza de su piel y sus rasgos angelicales hacían las delicias de los jóvenes de las castas más dignas. El lord aprovechó para deslizar una doble intención en el banquete. La presentación de su hija en sociedad también servía para desposarla con algún prócer de la región pues su edad núbil se acercaba y pronto habría de continuar el linaje. Sin embargo, no había lugar para pretendientes foráneos. El legado debe perdurar pero puro y sin mácula.

Los supersticiosos con las raíces culturales hundidas en las antiguas creencias celtas y demás jerigonzas hablaban de que el bosque había susurrado el nombre de la joven en numerosas ocasiones reclamándola para si. La palabra de un místico bajo el influjo de demasiado láudano y demás hierbas del bosque pierde credibilidad ante el noble que no tardó en despacharlo de palacio. El anciano se marchó con los brazos comprimidos por la guardia real, imprecando al cielo bendiciones en celta para salvar a la muchacha. Estúpido ebrio renegado. Guiándose por el aullido creciente de los lobos conforme la mayoría de edad se acercaba y la dureza de la corteza de los robles se atrevió a elevar un mal presagio ante la bendita primogénita del señor de esta tierra. Fue severamente ajusticiado en los subsuelos de palacio.

El augurio del druida no consiguió ensombrecer la solemnidad del momento ni enturbiar las ganas de celebración del bullicioso gentío que se arremolinaba en torno a los mesones. De pronto, el lord se levanto enarbolando un cáliz de oro engarzado con rubíes y anunció a su querida hija con la ternura cruzando su rostro. Los portones del comedor se abren y la que debía ser la primogénita asoma su tez por el umbral. Llamarla bella sería ocioso. Tenía el cabello azabache recogido en un recatado moño que dejaba ver sus conspicuos rasgos. Lucía un corpiño de satén negro que contrastaban con el blancor de su cutis. El faldón le cubría las piernas y aún así se le adivinaban perfectas y nada escuálidas. Era menuda y de brazos delgados y frágiles. Una auténtica joya. Coreada por los vítores silenciosos de media centena de bocas abiertas, cruzó el salón tras un saludo general y recatado. Besó la mejilla de su padre dando por iniciado el festín.

"Habían venido a por lo que les pertenecía por derecho"

La pitanza duró horas, alcanzando la medianoche sin incidentes reseñables. Voseo y cortesía en exceso pero es esperable en eventos de tamaño calibre. Tras el convite, el noble anunció un pequeño baile para dar por finalizada la magnífica velada. La música comenzó a resonar de manos de una orquesta que parecía saber lo que hacía. La bóveda de crucería y los elevados arcos de la sala hacían rebotar las notas penetrando en los presentes y haciéndoles salir a bailar. El alcohol que había sido servido con tan poco control hacía de las suyas consiguiendo que los más pundonorosos miembros del alto estamento actuaran de forma ridícula y poco decorosa. Yo, por mi parte, reniego del néctar francés de la uva. Detesto el gusto que deja en el paladar, el equilibrio y la memoria. Parecía ser el único a juzgar por las lenguas de trapo que me rodeaban y que no tardaban en pasear por los cuellos de las invitadas jóvenes. Podía ver al otro lado de la sala a la heredera disfrutando de la elocuente y sofisticada conversación del hijo de un conocido duque de una villa cercana. Todo un espectáculo adormecedor y lamentable en grado sumo.

El ambiente de la fiesta comenzó a cambiar pasada la medianoche. El baile había causado estragos vergonzantes en los presentes y algunos velones habían dejado de iluminar el salón dejando solo a los más fuertes el trabajo más duro. Aún con ello, solo los perfiles rojizos de rostros y muebles se dejaban entrever. La lluvia típica de la época del año aullaba y arremetía contra los altos ventanales. El frío comenzaba a hacerse fuerte a pesar de las numerosas capas que llevaba encima. La capa de piel de lobo comenzó a molestarme a mitad de noche y me desembaracé de ella mostrando mi impoluto atuendo. Chaqueta de cola sobre un chaleco veneciano, camisola clara y calzones oscuros con medias y zapatos de hebilla oro blanco. Aún yendo contra el protocolo, nadie percibió mi desacato. Conquistado por el sopor y dejado llevar por las indignas horas de aquel jolgorio, comencé a cabecear en el sillón de orejas del salón.

Un estampido me sacó de mi trance. La música se había detenido y todos los invitados miraban desconcertados a la puerta central del salón. Una figura desconcertantemente alta y estática estaba en el umbral analizando en apariencia la escena. Llevaba la cabeza descubierta. El pelo jalado y salvaje. El espeso bigote se le unía con las patillas cubriéndole de forma casi completa el rostro de pelo. Vestía de negro completo con abrigo largo y empapado. Sin mediar palabra, el hombre cruzó la estancia sobrecogiendo el ya helado ánimo de quienes en ella habitaban. Algo tenía aquella presencia que me hacía contener la respiración. Daba a entender en algún modo silencioso y anónimo que si alguien se interponía en su camino, encontraría la muerte. Al llegar a la altura de la heredera, la asió de la mano con una dulzura que parecía no corresponderle y rehizo el camino había emprendido. El lord no tardó en interponerse llamando a la guardia. Pero nadie acudió. Aquel hombre le colocó sendas manos en el rostro y con un golpe seco y rápido le crujió el cuello con lo que el noble cayó al suelo como un pelele al cual le han cortado los hilos. Un grito ahogado cruzó la sala entre los invitados. La hija  no obstante, lejos de alarmarse siguió a la figura al exterior de palacio sumida en algún tipo de trance. Los pocos que nos atrevimos salimos a perseguir a aquella bestia que se perdió entre la cortina de lluvia que cubría la tierra. A pesar de oscuridad del exterior todos sabíamos que el bosque se hallaba al otro lado del claro. Aquel visionario tenía razón. Habían venido a por lo que les pertenecía por derecho. Los lobos y el bosque. La maldición y el fin de un linaje.

domingo, 14 de noviembre de 2010

microparida 52

"¿Serías tan amable de sacarme la lengua de la boca? Estoy intentando comer" dijo el senador en medio de la bacanal sorprendiendo a los presentes.

microparida 51

Todos escondemos algo en nuestro interior. Entonces, ¿Hasta que punto es hipócrita el enfadarnos cuando alguien nos miente?

viernes, 12 de noviembre de 2010

La cuchara imperial

Buenas tardes amados lectores. Me hallo hoy por hoy convaleciente en mi lecho. Haciendo fonambulismo en el cable que separa el constipado de la fiebre. Habréis comprobado las consecuencias. ¿Cinco actualizaciones en un día? Pues ya tenéis respuesta. Pero en fin que me voy por las ramas (I'm going through the branches). En este estado de precaria salud aunque leve dentro de lo que se oye hoy en día, tengo mucho tiempo para pensar. Puede que demasiado para ser sano. Ya sabréis que mi cerebro cuando no tiene nada que hacer se pone a fingir que es útil.

Hoy me he levantado con el aliento hirviendo y las manos congeladas. Me dirijo a la cocina y me preparo un vaso de leche caliente como un anciano. Al abrir el cajón, la fiel y siempre preparada "cuchara imperial". Sé que dicho a bocajarro parece absurdo pero con explicación lo es aún más. Un día, al cajón de los cubiertos llegó una cuchara que no se correspondía con el resto de la cubertería. Nadie sabe a día de hoy de donde viene o que pretende, pero ahí está. Era una cuchara bruñida y brillante. Pesada como la madre que la parió a pesar de ser una simple cucharilla de postre. Sin ornamentación ninguna salvo su robusto perfil. Sea como fuere, le cogí cariño a la dichosa cuchara imperial y siempre que estaba disponible era usada como ahora está ocurriendo. Pero hoy tenía algo diferente. El lustre de antaño se había desvanecido. Aunque en apariencia seguía igual de pesada y de señorial, en su cuenco asomaban las marcas del desgaste y en el mango la pérdida del brillo a base del sobeteo.

Voy al quid de la cuestión que me imagino tu cara. A veces no puedo evitar el identificarme con la cuchara imperial. La gente me ve llegar y por alguna razón que desconozco me atribuye una fortaleza que no tengo. Algo debo dar a entender para que la gente me tome por su psicólogo y piense en mí cuando me necesita. A primera vista puede parecer que es algo bonito pero yo, al igual que la cuchara imperial, no dejo de ser uno más y todo aquel que pretende estirarme más allá de lo que una persona es capaz acaba por desgastarme. Lo peor del asunto es que cuando la debilidad inherente a un ser humano se vislumbra en mí siempre hay quien termina por sorprenderse o llevarse las manos a la cabeza. Es por ello que siempre he de mantener en el rostro una sonrisa que no me pertenece y salir a escena tan fuerte y tan lustroso como la cuchara imperial pero en mi interior siempre me carcomerán las marcas que terminarán por romperme.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Los frutos del nuevo imperio

Buenas noches amados lectores. Como ya os hice partícipes de mi primer escalón de camino al poder, sois dignos merecedores de tastar su fruto. La primera temporada de la Cueva en Radio Burjassot se cierra dejando paso a nuevas voces, nuevas secciones y nuevas gilipolleces en general. De momento aquí os dejo una recopilación de los primeros programas para quien tenga tiempo que perder.

6 de octubre. Vampirismo
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13 de octubre. ETA y Papá Noel
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20 de octubre. Felipe II
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27 de octubre. Rommel
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10 de noviembre. Descolonización
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Luego decís que no os cuido. 

El mazo de la ley

El ambiente posee la fragancia ya familiar del luminol y de la sangre seca. Otro chico con el cráneo destrozado con un arma contundente. Posiblemente un bate de baseball. Los policías hormiguean por la zona con sus imponentes placas y el inspector de policía Jace Carver los contempla con veterano desprecio. Habían unas nubes negras coronando la escena que amenazaban con escupir al suelo de un momento a otro.  El riesgo tan impredecible y conocido del clima de Seattle obligaba a la policía científica a trabajar a destajo sin lugar a trámites de chupatintas. Jace Carver por su parte, sabe que no encontrarán nada incluso aunque no llueva. Saca un pañuelo ante la usual sensación. Un par de toses roncas y una mancha de sangre en la tela. Debería dejar de fumar pero el estrés y la despreocupación ante la muerte se lo impiden. Se inclina el inspector sobre el cadáver armado con sus guantes de látex y su intuición de lobo viejo. Con ojo perito, revisa la herida. Devastación total del cráneo que hace imposible el reconocimiento del cuerpo así con los dedos serrados a la altura de la segunda falange y ausencia de dientes y documentación. Todo es poco con tal de entorpecer la labor de las fuerzas del estado.

A sus casi cincuenta años con veinte de ellos manchados de experiencia policial, el inspector Carver no se suele sorprender con nada. A eso tiene acostumbrados a sus subalternos. A contemplar un cuerpo muerto, acariciar su carne tumefacta y violácea aterida por el helor de la muerte y alzarse con un aplomo que casi roza la psicosis. Casi. Pero el inspector era demasiado íntegro. Demasiado avezado a la dureza del asfalto como para dejarse impresionar por otro cuerpo que, al fin y a la postre, no es más que una prueba. Con mucha parsimonia, el inspector se levanta todo cuanto su escasa estatura le permite tras contemplar la quinta prueba  que deja el asesino al que lleva investigando casi dos años. Siempre con la misma firma. La cara aplastada, los dedos serrados y los dientes desaparecidos. El departamento comienza a cansarse y a buscar responsables. La prensa se hace eco con alias absurdos y la población se muestra tan victimista como suele. El inspector Carver sabe que el caso está durando demasiado. Para todos.

Los coágulos de sangre parda en el suelo que rodean lo que antes era el cráneo del muchacho alcanzan un radio de casi dos metros a ojo de buen cubero. El hedor de carne abierta y sangrante hace que algunos novatos se retiren a vomitar lejos de la escena. El inspector por el contrario se enciende un cigarro y mira al cielo. Las gotas de lluvia ya han comenzado a bombardear el suelo eliminando los posibles rastros. Otro mes más de investigación cuando menos. Parte de la culpa de la lentitud del proceso es del inspector. Estaría gracioso, piensa, que en los periódicos pudieran decir que el asesino de la carretera se atrapó a si mismo. Para partirse de risa.

microparida 50

Serj Tankian dijo una vez que lloraría cuando los ángeles mereciesen morir. Espero que esté llorando a lágrima viva.

Absoluta e indignamente prescindible

Ahora más que nunca puedo darme cuenta de lo prescindible que eras. Tanto como...

...el dos de corazones en el descarte
...las dos rebanadas del principio y el fin del pan de molde
...el chusco reseco del pan de ayer
...Robin en Como conocí a vuestra madre
...los serrano
...la tercera parte de Jurassic Park
...todas las partes de crepúsculo
...el líder de una partida de anarquistas
...el gordo de cruz y raya
...los dos céntimos de las vueltas
...los musicales
...las risas enlatadas
...los botones de "espere verde"
...el libro polvoriento de tu estantería
...aquella propaganda de tu buzón
...aquella propaganda que te da esa tía buena
...sálvame
...las mechas rubias de una persona rubia natural
...los trajes blancos
...los cigarros de vainilla
...la parte que limpia la lengua del cepillo de dientes
...el trocito de fuet que se queda pegado a la cuerda
...el post-it donde informaste a tu madre que llegarías tarde
...la canción que pasas en tu MP3
...Belén Esteban
...la pegatina de la pantalla del móvil
...la repetición de la teletienda
...el día que hay entre un festivo y otro cuando no hay puente
...la ternilla del filete
...esos calzoncillos que ya no te vienen
...el buzón de voz
...la cerveza sin alcohol
...esa bombilla que parpadea
...la patata churruscada del paquete
...la última página de los apuntes
...los ceros del decimal
...el peón delante de la torre
...el pelo largo que escapó de la cuchilla
...las galletas de limón
...la coca-cola zero sin cafeína  (doble fallo)
...ese último minuto que sobra cuando salta lo de "you have watched 72 minutes today"
...la rubia tonta en la película de miedo
...el negro chistoso en la película de comedia
...esas cajas de anciana demasiado pequeñas para guardar nada
...la almohadilla del teclado
...el tuenti chat
...la zona acolchada del cinturón de seguridad
...los tapones anti goteo
...los decimales de una nota alta
...la doble seguridad del ketchup
...los comunistas
...las botas tejanas
...las pipas burguer
...las palomitas dulces
...los bordes de la pizza
...el trago desventado de la coca-cola


No sé si te haces una idea...

microparida 49

No necesito abrazos vacíos, ni tampoco consejos de bar. Solo necesito aquello que todo el mundo podría darme con el mero hecho de no darme nada. Solo necesito tranquilidad.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

microparida 48

Solo soy un hombre que intenta dormir con el orgullo intacto cada noche y todo aquel que luche contra ese objetivo perderá la partida

martes, 9 de noviembre de 2010

Los sueños del ermitaño

La distancia que separa mi casa de la facultad de historia es bastante importante. Por ello, me veo forzado a coger el bus con todas las consecuencias y chusma que comporta. El otro día, estando de pie más de la mitad del trayecto (lo que hace que leer sea bastante incómodo) me decidí a encontrar un sitio aún a costa de matar a alguna persona. Mis codos se convirtieron en dos mandobles justicieros que aplastaban costados para volver al principio del autobús del que nunca debí salir. ¿Qué veo? Un reluciente, desgastado y apestoso asiento rojo de autobús valenciano. Pletórico y con los pies llorando de alegría, me abalanzo contra él arrastrando a dos ancianas enganchadas en la correa de mi bandolera cuando, de antuvión, una hija de satanás se sube y hace crujir el cromo del asiento con su panorámico trasero. ¿Habéis visto esos dibujitos de FUUU que van por internet? Pues eso.

De pie y con un humor de perros para el resto del día, continué leyendo "el asedio" de Reverte (largo y matador como él solo) y pensando en un universo paralelo lleno de cosas verdes y cerdos. No hablo de la política. Hablo del campo. Imperio de silencio y meca del solitario. Yo sueño con ese mundo. Levantarme con el canto de algún gallo cabrón y desperezarme con un alarido gigantesco, rascarme mi imponente barriga y mirar a mi alrededor. Un quinqué de aceite me ilumina mientras me calzo las desgastadas alpargatas. ¿Cuánto hace que no oigo una voz humana? Que importa. Voy a eructar a ver cuanto eco hace. Los cerdos están ya devorando su pienso compuesto comprado en el pueblo y las vacas mugen melifluas en la lejanía. Una gota me cae en la cara mientras engullo con gusto mis gachas caseras. Miro hacia arriba y percibo como la tempestad de anoche ha luchado con denuedo por traspasar los gruesos sillares del techo. Luego prepararé algo de argamasa y lo sellaré. Después de todo, NO TENGO NADA QUE HACER. La mañana la invierto en pasear por la montaña. Llego fascinado ante una cascada a la que siempre acudo. El rugir del agua zambulléndose en el lago siempre me deja atónito. El sol de mediodía me sofríe la boina civilmente ridícula que llevo a modo de veleta. Me destapo la cabeza y comienzo a trabajar en mi libro contra una roca lisa en la que ya tengo preparada una silla carcomida.

El anochecer trae consigo un fino aroma a romero y tomillo que me hace sonreír. Recuerdo cuando pasé mi adolescencia envuelto en noticias sobre personas que me importaban un carajo. Rodeado de edificios con alturas insultantes. Acosado por gente con prisa y cafés hirviendo. Ahora solo hay sitio para la calma y la libertad total y no aquella que vendían los anuncios de coches. Ahora soy el verdadero rey de mi tierra. Pero las puertas del autobús se abrieron con un estridente pitido sacándome de mi trance y arrojándome de vuelta al mundo en el que me ha tocado vivir.

Sobre la música

No me considero muy ducho en los diversos géneros musicales. No sé diferenciar el sonido de un trombón del de un saxofón. Puestos a colgarme una medalla, estoy aprendiendo a tocar la guitarra con escasos resultados. Aunque bien parece que el mundo de la música y yo estamos destinados a odiarnos de por vida, yo la amo desde mi más temprana edad. Incluso cuando no entendía el porqué.

Recuerdo que cuando tocaba la flauta dulce, mi profesora ponía cara de estupor. Como si estuviera despellejando un gato bebé mientras me masturbaba. A estas alturas de la partida queda claro que mi talento musical se reduce a la botella de anís y el triángulo. Sin embargo, la música interpretada por aquel que sabe es el mayor bálsamo y el mejor sedante que el hombre ha podido crear. Un buen rasgueo de guitarra que me haga morderme el labio inferior, un in crescendo que viene cuando menos lo espero, una batería que consiga que golpee el aire con unas baquetas hechas de imaginación. Todo sirve para hacer que olvide mis problemas. Despierta curiosidad, entonces, mi antipatía por el baile. Soy hermano de la barra. Soy aquel que te mira con un antifaz de sombra en los ojos acodado en esa superficie pegajosa que parece querer algo. Mi sentido de la danza se queda a medio camino entre el cabeceo impotente y el patético taloneo acompasado con el ritmo de la música. Pero aún así, mi corazón si que sabe bailar y cuando escucha a Till Lindemann o a Adam Gontier con sus gargantas a pleno volumen siempre acaba por encabritarse. Un escalofrío recorre mi espalda y me empuja a vocalizar las notas que jamás podría imitar mientras emulo el rasgueo de una guitarra que no existe.

Concluyo pues que la música es el mejor compañero del aburrido, del lector, del caminante, del ocupado, del estudiante, de todo aquel que tenga ganas de disfrutar pues como dijo el maestro Nietzsche "la vida, sin música, sería un error"

viernes, 5 de noviembre de 2010

microparida 47

-¡No me diga que teme la oscuridad señor!
-Solo temo la que me puede dañar
-¿Y cual es esa? si me permite el atrevimiento
-La que vos lleváis dentro mi señora

microparida 46

Joder ¿por qué tuve que descubrir que Skillet era un grupo de rock cristiano? Ahora no puedo escucharlos sin que me entre la risa

jueves, 4 de noviembre de 2010

microparida 45

Azaroso y cruel como solo él sabe serlo, el viento me trae el olor de sus mejillas

microparida 44

-¿Unos cafés y nos ponemos al día?
-No. Mejor unas lágrimas y nos recordamos el porqué ya no podemos tomar café juntos

miércoles, 3 de noviembre de 2010

microparida 43

Tras meses temiendo encontrármela en mi patio al llegar a mi casa exigiendo unas explicaciones que no merecía concluí que estaba siendo lo que nunca fue: una señora.

Moral de platino

Desde que edifiqué mi imperio financiero con implacable proceder no he dejado de mirar con desprecio a los que ahora sufren las penurias entre las que yo me retorcía en tiempos más oscuros. Ya desde entonces admiraba a aquellos que se despertaban bañados de opulencia y morían entre alhajas y alabanzas. Aquella admiración pronto se transformó en una envidia que no tardó en mutar en ambición y avaricia.

Tras alzarme en mi trono de monedas comencé a apreciar las grandes cosas. Aquellas de las que los pobres ni siquiera han escuchado hablar. Fiestas con mujeres hermosas y todas ellas interesadas en mi persona que ríen mis comentarios, monóculos de nácar con esfera de platino, ostentosos gemelos de plata pura que abrigan mis venas repletas de orgullo, trajes de telas exóticas que levantan ampollas entre las miradas envidiosas... Todo es poco para llenarme. Con lo que un mortal simple podría saciarse para mí solo representa el aperitivo. Lo ampuloso, lo fastuoso, todo es poco para representar el dinero que con tanto esfuerzo he conseguido amasar. Nada puedo regalar. Todo me pertenece. Asumiendo que todo hombre tiene un precio, hasta tu vida puede ser mía si con ello saco provecho. No me importa cuanto he de aplastar pues la historia no recuerda al débil sino al poderoso y todo aquello que sacrifique se olvidará a la sombra de mi grandeza.

Me excito con lo que otros no tienen. Contemplando mi propio patrimonio ajeno al mundo normal que todos ansían tener. Tengo tanto que todo acaba sobrándome. Todo. Incluso mi propio corazón.

martes, 2 de noviembre de 2010

microparida 42

Este es mi navío y yo soy su capitán. Sé que huele a muerto y es feo con avaricia pero yo lo gobierno y por lo menos flota.

microparida 41

Hay veces que el mero hecho de disculparse no sirve para enmendar el error pues nunca podrás sentir el mismo dolor que la persona a la que has dañado y eso es desolador para ambas partes.

El silencio de la explosión

Siempre silenciaba con inquisitivo gesto a sus hijos y a su mujer a partes iguales. No había lugar para los juegos y el ocio en su hogar. Absorbido por su trabajo, el fabricante de fuegos artificiales Rick Bormann no encontraba tiempo en las 24 horas de su día para consolar a su esposa en su soledad acompañada o dejar sus petardos a un lado para charlar con sus hijos. Escudándose tras la premisa de un salario fijo que daba de comer caliente a los suyos no veía razón para cambiar su conducta.

Olor a pólvora, cartuchos de cartón y arcilla, fórmulas químicas colorantes en desgastados trozos de papel colonizaban el desván del hogar de la familia Bormann aunque aquello ya no pudiera llamarse familia. En aquel desván, el silencio reinante era total sesgado de forma eventual y molesta por la risa de los críos. Los constantes caprichos de su mujer tampoco ayudaban. Manipular productos volátiles no es cosa de niños y el mínimo error podría significar el desastre. "Como desearía mandarlo todo al carajo" pensaba en el eco de su preciado desván mientras ensamblaba el último cohete de la remesa para el castillo de la semana siguiente. El baile de luz y color había de ser perfecto. Los fuegos le harían el amor al cielo durante más de media hora con una orgía de sonido y destellos que harían las delicias de los espectadores. Cientos incluso miles de aquellas personas coreando el nombre de Rick con los rasgos iluminados por su arduo y oneroso trabajo. Para terminar este trabajo había requerido toda su concentración la cual le abandonaba cuando su familia estaba en casa. Con toda la educación que su exasperación le permitía le pidió a su esposa que se marchara con los niños a la casa de su hermana. A regañadientes y tras una acalorada discusión la dolorida mujer se retiró dejándolo en la más plena y sosegada solitud. Contemplaba con el orgullo de un padre primerizo a su obra maestra. El "revientatechos" como a él le gustaba llamarlo era un cohete lustroso que iluminaría el cielo de dorado y verde durante más de un minuto formando formas complicadas y sorprendentes. De repente, la fragancia de la madera quemada llegaba a su nariz mientras un humo infernal se filtraba por debajo de la puerta del desván. Los tapones que empleaba siempre para trabajar le habían impedido advertir la alarma anti incendios. ¿De dónde diablos venía aquel fuego? El maldito asado de mi mujer que me advirtió que quitase del fuego hace ya casi tres horas. Maldita estúpida. ¿Cómo se le ocurre? Intentando salvar el trabajo ya condenado de su vida arrojaba con denuedo los fuegos por la ventana. El fuego comenzó a devorar la puerta hasta llegar a los depósitos de pólvora que explotaron arrojándolo a través de la ventana hasta dar con sus huesos inertes en el suelo del porche.

No quiere saber cuanto tiempo ha pasado desde el accidente. Le basta con saber que su trabajo ha sido engullido por el fuego. Su mujer le abandonó ante el horror de su imprudencia que bien podría haber acabado con la vida de sus hijos. La intensa explosión había embestido contra los tímpanos de Rick haciéndolos trizas así como su oído interno. La sordera era total e irreversible le dice el médico entre jerga condescendiente mediante unas letras grandes escritas en un bloc de notas. Ahora no le queda nada. Su familia alejada, su trabajo carbonizado. Solo le quedan sus recuerdos, unos cuantos huesos fracturados y el silencio que buscó durante todos los años de su vida.