jueves, 30 de septiembre de 2010

La expansión del imperio de un desterrado

Mi vida ha sufrido unos cuantos reveses este verano.  Algunos buenos. Otros horribles. Sin embargo algunos me emocionan más allá de lo inefable. Uno de ellos es la aparición periódica de vuestro humilde escritor en la radio. Efectivamente querido lector. El hijo de mi madre se traslada también a la radio surfeando sobre la onda media. Cada miércoles de 7 a 8 de la tarde mi voz llegará a un puñado de oyentes a partir de la semana que viene. Acompañado de dos buenos amigos, trataremos temas de actualidad y cultura general para todo aquel que tenga tiempo que perder. Radio Burjassot es la emisora que nos permite degenerar un poquito más el intrincado mapa de la comunicación. ¿Será este el primer escalón de mi ascenso al poder? Yo creo que sí.

PD: Cuando acabe la primera temporada se subirán los enlaces del solícito megaupload para uso y disfrute de los golferos

sábado, 25 de septiembre de 2010

Vuelvo pero me voy

Habréis comprobado el ralentí de mis últimas actualizaciones desganadas. Mirad el calendario y sabréis por qué. Llego a casa, dejo la mochila, como, me pongo gruñón, duermo y vuelta a empezar. Siempre he pensado que las cosas forzadas saben peor. Así pues, declaro el Golfo cerrado hasta nueva orden. No me niego actualizar de uvas a peras pero hasta que me habitúe al horario burgués y a sus caprichosas consecuencias no podré escribir cuatro líneas coherentes. Sin más dilación, tomo estas palabras como despedida y tan pronto como he vuelto me voy. Cuidaos mucho amados lectores.

martes, 21 de septiembre de 2010

microparida 28

Hazme un puto favor. Carga un arma, métetela en la boca, reza lo que sepas y baja a por una barra de pan

viernes, 17 de septiembre de 2010

Una noche pasada por agua

El cielo ruge y mis paredes tiemblan ante su poder. Las noches como esta me hacen sentir indefenso y a la par unido más que nunca a mi hogar. El constante golpeteo de las gotas de lluvia sobre el cristal de mi ventana consiguen que piense mi vida y en los caminos que ha seguido... Me hacen reflexionar. Incluso más que de normal. Soy un hombre de tópicos. Si tuviera un jersey de cuello alto me pondría en el balcón tomándome una taza de chocolate mientras veo el agua caer. Sin embargo, aquí estoy. Arriesgándome a morir calcinado por un relámpago que cruce mi ordenador y llegue hasta mí. Solo por confesaros mis irrisorios duelos internos.

El mayor relámpago que pueda llegar a imaginar la madre tierra acaba de caer frente a mi ventana. Es hora de cerrar el chiringuito y dormir hipnotizado por el sonido de los elementos. Mañana, amaneceré con el olor a humedad y rocío que tanto me embriaga para al poco lamentar que a los pocos días habrá que volver a la rutina.

Otra marioneta con la que jugar



Llevo conduciendo desde hace horas. Los ojos comenzaron a escocerme al pasar la última estación de servicio y el último humano a la vista. Hace una hora y media. Comienzo a asustarme. El sol que antes se hacía sentir tan vital y cálido le ha dado el relevo a una esfera ambarina que se esconde sin prisa y sin pausa aplastada bajo el cansancio. La radio ha dejado de sonar y solo se escuchan siniestras interferencias que me obligan a desconectarla. Debo de haberla encendido sin percatarme pues las interferencias vuelven a sonar más fuertes que la primera vez. Termino por arrancar el casette y lo guardo en la guantera. Me detengo en el arcén y extraigo de mi bolsillo trasero un arcaico mapa que saqué de internet. El GPS quedó inservible media hora atrás.

De antuvión, un niño choca contra mi puerta lateral y me contempla sombrío. Recuperándome tras el grito ahogado que supuso mi primera reacción le escudriño el rostro. Durante unos segundos espectrales y eternos me sumerjo en las cuevas de sus ojos. Tez a tez. Aunque infantil, su cara es la de un anciano prematuro abatido por la vida y el dolor. Las ojeras eran tan exageradas que recordaban al maquillaje de las películas de serie B. Sus ropajes (mejor sería calificarlos de andrajos) eran de antaño. Como extraídos de una foto troquelada de color sepia. Le pregunto sin mucha esperanza por la dirección a Winter Hill. Poco me importaba lo que hiciera aquel crío en mitad del camino si me ayudaba a llegar a la Visionaria. Para mi sorpresa, alargó su brazo y señaló un pequeño e imperceptible camino lleno de ramas traicioneras y oscuras que se escindía de la carretera semicivilizada.
"Por alguna razón u otra sé que esta será mi última batalla"
 No me quedó más remedio que dejar el coche atrás. Le insistí al niño para que me siguiera y devolverlo a su casa donde le esperarían unos padres preocupados y no muy agraciados. El niño se me quedó mirando con una mueca taciturna y llena de pensamientos ocultos que me hizo estremecer. Ahora, llevo media hora caminando por un camino que parece no llevar a ningún lado. Si ese criajo me conduce a la muerte aún se lo tendré que agradecer al cabrón. ¿Hace cuanto abandoné la ciudad? ¿Días? ¿Semanas? Llevo demasiado tiempo investigando la desaparición de Alice. Tanto que mis elucubraciones alcanzan cimas ora reales, ora ficticias. Mi mente termina por reposar sobre un cojín de esperanzas vacías que nunca encontrarán su razón de ser. Harto de batallar con la impotencia, con el desconocimiento y con una policía burócrata y apática que se ha deshumanizado con el tiempo, decidí emprender una búsqueda suicida basándome en un viejo legajo en un libro de supersticiones y demás folclore. Ella siempre se reía por mis creencias en esas cosas. Si esto funciona, habrá valido la pena.

Aún no había anochecido cuando me corté con el último matojo y elevé mi última maldición. El pueblo de Winter Hill se extendía ante mí. El aire estaba invadido por la fragancia del salitre del mar a pesar de saber  que me encontraba en el centro del país (¿o no?) El suelo estaba ligeramente enfangado a causa de la nieve que ya comenzaba a derretirse al paso del gentío. Lejos de parecer un lugar fantasma, Winter Hill estaba pleno de habitantes y no todos ancianos y marchitos como era habitual en los pueblos. Para estar tan alejado y tan aislado del mundo no parecía afectarles mucho. No obstante, la lejanía se hacía notar. Sino en los edificios de corte casi medieval, si se notaba en las vestimentas. Pequeños pantalones ocres para los niños, faldas por debajo de las rodillas plisadas para las niñas, sombrías cofias aireadas por abanicos de flor de azahar adornando a las escasas damas que se mostraban y camisas remangadas en los hombres de la casa. Todos cuantos me circundaban clavaron sus miradas de paleto en mi persona. Por un momento, mi corazón se desbocó causando los conocidos y odiados pinchazos en el pecho. El doctor te mandó esas pastillas por algo viejo... Pero al recordar el peso reconfortante de la magnum 357 en el bolsillo de mi gabardina mi organismo se restaura como suele. Que me hayan retirado la placa no significa que no pueda agenciarme un arma. Murmullos y susurros de ultratumba conquistan mis tímpanos. "¿Qué haces aquí extraño?" "Vete de nuestro pueblo" "Lo lamentarás..." "Vete antes de que sea tarde" No me habría achantado tan rápidamente de no ser porque nadie cercano movía los labios.

Tras preguntar a algunas personas que me contestaban con escasa gana llegué a la casa de la Visionaria. Al plantarme en la puerta algo me hizo tornar la cabeza. Más de cincuenta personas de rostros macilentos y peinados grasientos me contemplaban con sus espectrales ojos. Los murmullos comenzaron a hacerse más y más fuertes. Cobrando un cariz más amenazante. Recuerda tu magnum. Recuerda a Alice. Entré por la puerta y una bofetada de peste a cajón de gato, dejadez e incienso me llenó los pulmones. Me cubrí la boca con la bufanda aún siendo tarde para no marearme. En el centro de la estancia, una mesa redonda en cuyo único asiento descansa una anciana menuda. Se cubre la cabeza con un pañuelo y la escasa luz de las velas de sebo le llenan la cara de sombras. A pesar de las tinieblas que me rodeaban, pude advertir que esa mujer nunca fue bonita. Incluso la lozanía de la juventud la debió sentenciar a una boca torcida de finos labios, una nariz bulbosa y llena de verrugas y un cabello ralo que apenas le cubría media frente. Con una mano apergaminada me indica que tome asiento. Prefiero quedarme de pie, nadie sabe lo que podría pasarme desprevenido. Mi puño abraza la culata de mi pequeña. Por alguna razón u otra sé que esta será mi última batalla.
"No hablaré hasta que sueltes el arma"
Sorprendido me saco la mano del bolsillo y le muestro las palmas para demostrar mis buenas intenciones que solo se basan en la defensa personal.
"No tienes nada que temer de mi gente. No te harán nada hasta que yo se lo ordene"
Nada atemoriza más que una amenaza educada. Algo se refriega contra la pernera de mi pantalón. Un gato de pelaje atigrado se refocila con el roce de mi cálida y ansiada carne. Sacudo instintivamente la pierna y el gato se aleja ante tamaña ofensa para acudir raudo al regazo de su deteriorada dueña.
"Veo que eres un hombre de carácter. Eso te será útil aquí"
"No pretendo quedarme mucho tiempo, señora. Solo busco información"
"Como todos, muchacho. Sabía desde que Alice se marchó que te recibiría en esta misma estancia"
Su voz es metálica y fría como la mano de la muerte. No me pasa inadvertido el deje de deleite arrogante que deja caer de sus agrietados labios cuando pronuncia el nombre de Alice. Intento disimular mi asombro con dureza pero mis piernas acaban por delatarme y comienzan a temblar. Siéntate muchacho. Insiste la vieja. Es como una cucaracha. No sé porque me repele. Pero lo hace. Al cejo de la anciana acude una sombra de rabia. ¿Será capaz de leerme el pensamiento la muy golfa?
"Mi información no es gratis..."
"Traigo dinero"
"Déjame acabar... Mi información no es gratis ni tampoco grata. Yo he visto lo que le pasó a Alice y sé a ciencia cierta que no querrías saberlo"
"No he atravesado medio país para irme de vacío abuela"
"Yo tampoco llevo esperándote casi cinco años para irme de vacío..."
Abro la cartera para soltarle el fajo de casi mil dólares que traigo bajo manga. La anciana comienza a reírse liberando una ola de fetidez digna de mil tumbas abiertas. Los pocos dientes que se abrazan a las encías están corroídos por la piorrea.
"No quiero tu dinero cretino...¿Dónde lo podría gastar en Winter Hill?"
"¿Qué quiere entonces?"
"Otro perro en el jardín. Otra marioneta para jugar. Otra alma para guardar en mi tarro"
"¿Mi... alma?"
"Forma parte de la población de Winter Hill para el resto de tus días y sabrás lo que andas buscando"
Por unos segundos me mostré abatido y dubitativo. Los malditos susurros no eran amenazas sino advertencias. Los paletos solo querían evitar otro compañero en la jaula. No obstante tenía cincuenta y cuatro años en mi haber. Nueve prácticamente viudo aunque nunca lo acepté. Estaba cansado de la vida y de sus falsos halagos. Cansado de este infame teatro en el que nunca cae el telón.
"Muéstreme lo que he de ver, anciana"
Mientras la velas se apagan azotadas por un viento inusual para la época la risa cavernosa y malévola de la anciana es lo último que oigo antes de contemplar el amargo y nefasto final de mi amada.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El humor del verdugo

Toni era un chico de éxito. En el instituto terminó por ser coronado el chico más popular y atractivo del lugar. Las chicas lo admiraban y querían copularle de forma indigna. Los chicos por su parte solían envidiarle y aquellos que no lo hacían intentaban ser una replica suya. Sus estudios siempre fueron una prioridad baja en su vida. A pesar de sus notas mediocres, su desparpajo y salero hicieron las delicias de los profesores que no dudaban en echarle una mano cuando menos lo merecía. Sus viernes se empañaban con la etílica estampa del alcohol en casi todas sus variantes. Las drogas sin embargo suponían terreno vedado a tenor de su condición de deportista de élite. Aún con sus constantes y clandestinos escarceos con los sórdidos mundillos del vicio, Toni suponía un orgullo para sus progenitores y era la comidilla del corro de amigos de éstos. Sobre todo después de su triunfo en el torneo juvenil de natación.

No obstante, nadie se puede crear tantos amigos sin sembrar la semilla de la enemistad en algún incomprendido corazón. El taimado y siempre sombrío Luís nunca miró con buenos ojos a nuestro triunfador. Tal vez fueron sus desplantes, tal vez fue su desabrida actitud para con el grupo de "populares". Aunque también puede que fuera por el sentimiento de superioridad que sin pretenderlo se apoderaba del corazón de Toni. Sea como fuere, dos semanas atrás, Luís sufrió una humillación que le marcaría sin remisión. Tras el acto de fin de curso, éste misterioso personaje había de salir e interpretar un sencillo papel. El destino se cebó con él y colocó una pieza del escenario en mal lugar lo que provocó la caída estrepitosa (tanto física como honrosa) de Luís a las gradas. Pocas fueron las manos que le ayudaron. Muchas las que jaleaban a la turba a reírse de su evidente desgracia. Y las que más se veían, las de Toni. La ira comenzó a crepitar en su ya consumido corazón hasta que explotó.

La labia de Toni ya no le sirve de nada pues tiene la boca cubierta por una mordaza. Su fuerza física anulada totalmente por las sogas que le atan a la silla. Su agilidad mental  mermada por el golpe contundente que recibió en aquel callejón. La bombilla del techo parpadea de forma irritante y las sienes le palpitan al ritmo de un atroz dolor. Por la puerta aparece Luís con un ridículo aunque agorero traje de carnicero. En su mano derecha tiembla un serrucho de costilla asincopado al ritmo de su brazo. Está ligeramente encorvado y parece estar bajo las garras de algún licor. Toni intenta revolverse pero su cuerpo no le responde.
"¿Entumecido?"-inquiere el verdugo con su lengua de trapo y el irritante frenillo que le costaba tantas burlas-"Te he inoculado una toxina de la que tardarás en recuperarte. Sabrías como identificarla si dedicases más tiempo a tus obligaciones..."
Toni abre mucho los ojos pues es la única parte de su cuerpo que le obedece. Puede ver como con pasos indecisos pero letales, Luís, se resuelve a sellar su destino.
"Para empezar... Sé que te gusta mucho sonreír. Así que te voy a hacer un favor."
Con fuerza introduce hasta la garganta el serrucho y con un potente movimiento de brazo mutila al nadador. De un modo u otro sabe que la velada acabará con su suicidio pero el aficionado asesino que ahora es le hace reír de forma sincera por primera vez en toda su vida.

domingo, 12 de septiembre de 2010

microparida 27

Tras 19 inviernos aprendí que los pequeños saltos son los que hacen que no haya vuelva atrás

sábado, 11 de septiembre de 2010

microparida 26

Tendría tiempo para leer poesía si en mi corazón no crepitasen las llamas del rencor.

viernes, 10 de septiembre de 2010

microparida 25

Solo donde el fuego se congela puedo respirar a mis anchas

microparida 24

Cual fue mi sorpresa cuando la ilusión se quitó la máscara y sonrío como la asquerosa decepción que siempre fue en realidad.

El laberinto de Norman

"13 de enero
Susan ha vuelto a deambular por la zona central del laberinto. Ayer derramó su última lágrima. Ahora se muestra como una mujer fuerte. Algo bastante revelador puestos a mirar el lado positivo de este viraje del destino. No obstante, continúa tan perdida como el primer día. Hoy sin ir más lejos se ha cruzado con Lucil. Aquella niña que yo mismo cree para que Susan no se sintiera sola. Pero algo me forzó a hacer de Lucil alguien inestable en grado sumo. Intentó degollar a Susan con las tijeras con las que ella misma se estaba cortando el pecho. Aún con ello, la niña supo esquivar el ataque y arrebatarle las tijeras a la loca de Lucil. Una escena dantesca y satisfactoria a la sazón. [...] Durante la sesión nocturna, Susan se permitió unos minutos de sueño y me dio tiempo a diseñar una nueva sala junto a ella. Al despertar se desperezó, mesó sus cabellos azabache y se metió en la nueva sala. Ante ella se abrió un escenario de ensueño. Un mesón alargado repleto de los más deliciosos manjares que una persona pueda imaginar. Al hincarle el diente a una enorme tarta de melaza chasqueé los dedos y el pastel mutó en una infame masa de ceniza que no tardó en vomitar. Al morder una manzana del bouquet de fruta se llenó de gusanos que le bailaron sobre la lengua hasta que los escupió con angustia. Arrojó la manzana contra la pared y volvió al laberinto. Pobre Susan...

14 de enero
La mañana trajo una Susan apática, rendida, con escasas ganas de explorar. Mandé a Morgan de nuevo a que la animase. Su chistera y su esmoquin rojos desentonaban siempre con las grises paredes de los alargados pasillos y sus baldosas violetas y negras. Usando su bastón de marfil comenzó a pinchar la espalda de la niña con una sádica sonrisa en la cara. Susan le atacó como era usual en las últimas sesiones. Pero Morgan trascendía de la corporeidad y la pequeña trastabilló estrellándose contra los azulejos. Salió corriendo mientras sentía la impotencia sacudir su corazón. Estuvo chocándose durante horas contra los callejones sin salida del laberinto hasta que encontró una sala abierta. En ella, cinco personas se hallaban en torno a una mesa. Una sentada y otra de pie de forma rítmica. Todas portaban máscara y parecían esperar a la niña. Susan no tardó en preguntar sobre su identidad. Todos los presentes se quitaron la máscara mostrando así sus desfigurados rostros, sus afilados colmillos y sus pieles macilentas. Al reír todos comenzaron a expectorar sangre bañando el luminoso rostro de la chiquilla que no tardó en huir despavorida.

15 de enero
En recompensa por el día 100 de su reclusión, he decidido darle la llave maestra a Susan de todas y cada una de las salas. Por vez primera se ha dirigido a la zona inferior del laberinto en contra de mis indicaciones que interpretó como una especie de psicología inversa. [...] Los pasillos comenzaron a llenarse de gritos de dolor y lamentos ancestrales. Figuras invisibles le tocan jugando con sus sentidos y su terror. Les conozco. Son seres sin remordimientos repletos de maldad. Usaron a Susan para saciar su diversión para, tras horas, acabar con su joven y torturada vida. Que Dios guarde su alma."

Hace tiempo aconsejé que al recluso Norman Taylor se le entregase un diario con el que desahogarse. Pasados los días debería recabarse toda información posible y hacer una evaluación razonable de su avance. Muy a nuestro pesar, el hallazgo ha sido desolador. Esperamos a que Norman durmiese para arrebatarle el diario pues el descubrir que le estábamos espiando habría desencadenado una espiral de desconfianza en su mente. Tras leer las cien entradas a cada cual más aterradora he concluido que Norman Taylor no ha sufrido recuperación alguna. Sigue disfrutando con el dolor humano y usando sus capacidades de manipulación en su favor. Aún así, la estrategia seguida no ha sido en vano. Al fin hemos podido dilucidar la causa del laberinto de cartón que lleva consigo a todas partes. Por mi parte he conseguido acercarme más a los entresijos de la psique del paciente. Norman ha creado un mundo paralelo en el que alguien tiene el poder supremo, donde hay una persona tan perdida y asustada como él y donde cada elección supone un daño inesperado. Tal y como él debe ver el mundo real. Es aterrador contemplar la racionalidad que puede existir dentro de la locura.

Diario del doctor Richard Allen, director del psiquiátrico Redwood

jueves, 9 de septiembre de 2010

microparida 23

"Que te vaya bonito" dijo mientras ahorcaba a su conciencia con la soga de su orgullo

Héroes de ceniza



Si algo prima en el verano aparte de las faldas diminutas y el sol que cae de canto son los accidentes de coche y los incendios forestales. Bien. Algunos de ellos han asolado varias zonas verdes enteras de las españas. Uno de ellos se sucedió en un pueblecito de Salamanca: Villarino de los Aires. Las llamas comenzaron a lamer las cortezas de los árboles hasta reducir a cenizas 270 hectáreas que se dice pronto. Los bomberos, diestros en sus pesquisas, no tardaron en sentenciar que el incendio era provocado. Tras diversas investigaciones se dilucidó que el incendiario de marras era uno de los voluntarios que sofocaban ese mismo fuego.Y uno de los más entregados y eficientes por cierto.

Como sabéis, soy un fanático de la criminología y los vericuetos de la mente. Al ver esta noticia en los informativos a mi absurda mente vinieron las palabras "Síndrome del héroe". Es un síndrome que viene dictado por la falta de autoestima y la súplica silenciosa de reconocimiento público. Las personas aquejadas de esta enfermedad suelen causar males de gran envergadura para llamar la atención de la masa y luego solucionarlos de forma milagrosa. En ocasiones ha llegado incluso al asesinato (lo que se conoce como "el homicida héroe") como se vio en el caso de Richard Angelo. Un enfermero que inyectaba toxinas a sus pacientes para luego correr a salvarlas. Sin embargo su sistema falló en 25 ocasiones segando así la vida de 25 personas. Este incendiario del que hablábamos vio como su fuego se descontrolaba y como el cariño y el respeto que ganó de su pueblo aferrando una manguera se vino abajo cuando los naipes decidieron caer.


"No hay nada tan común como el deseo de ser elogiado"
Shakespeare 

miércoles, 8 de septiembre de 2010

microparida 22

La innovación tiene un gran defecto y es que en más de una ocasión se mete donde no se le necesita

martes, 7 de septiembre de 2010

El beso de un cuchillo

Las marañas que antes eran mi admirado cabello están enredadas con los coágulos de sangre que tintan mis manos. Me he estado jalando el pelo entre lágrimas durante la última media hora. Ahora, mi gesto está extrañamente ecuánime. Exangüe de esperanza y alegría. Los ingredientes del guiso están esparcidos por el azulejado. Los vecinos no se alarmarían demasiado. No era otra cosa que otra trifulca más. Otro día en el que mi marido llegaba a casa con unas copas de más y con amor de menos. Se ensañaba conmigo hasta que su ira se marchaba para dejar paso a un patético y doloroso sueño. La luz del alba traía consigo a un marido renovado. Un marido arrepentido y lleno de halagos. Aunque seco a fin de cuentas. Siempre pensé que no podía ser así. Que se dejaba llevar. Que era fruto de la desgracia y un matrimonio dilatado en exceso. Mi familia nunca lo quiso ver de ese modo. Ellos no sabían nada. Ellos no sabían lo que era perder a un hijo en la flor de la vida. Desde entonces, él nunca fue el mismo. Me culpaba de haberle fomentado el hábito de viajar y de ver mundo. El avión 357 se estrelló y no hubieron más viajes ni mundo que ver. Nada volvió a ser igual desde la muerte de mi pequeño.

Quizás debería haber hecho caso a las advertencias de mis amigos y familia y haberme marchado cuando podía. Ahora él se extiende muerto ante mí cosido a puñaladas por el mismo cuchillo que esgrimo con pulso trémulo. El cuchillo se desmaya y cae de mis manos. Me acurruco contra la encimera y comienzo a morderme las uñas. A mi lengua viene el sabor de la sangre de mi marido. Casi puedo saborear la furia que nadaba en sus venas cuando me asestaba el último golpe de su vida.

microparida 21

No me mires como si estuviera loco, buzón parlante...

domingo, 5 de septiembre de 2010

microparida 20

No sabía que le estaba haciendo daño hasta que el bate se rompió en dos. El resto sí que fue culpa mía.

Una fosa para Jenny

Otra vez está aquí. Alimentándose de mis instintos. ¿Cuál fue la primera que cayó bajo mis impulsos? No importa. Nada importa salvo saciar mi sed. Sé que solo la muerte podrá detenerme. Ahora aferro el volante. Los nudillos se muestran blanquecinos aunque no aumento la velocidad. Por muchas ansias que tenga ella no debe sospechar nada. Se durmió a la segunda hora de viaje. Habría sido tan fácil. Tan sumamente sencillo el detener el coche en una carretera secundaria y eliminar este anhelo de mi organismo... Pero debo ser cauto. El más mínimo desliz y sé que me podrían pillar. No he sobrevivido cinco años teniendo prisa. Contemplo su cuerpo. Tan perfecto y puro. Sus piernas se recogen sobre su vientre en posición fetal dejando entrever la parte baja de su pálida espalda. El cabello dorado cae sobre el respaldo del asiento del copiloto. Incitante. Nunca me había sentido así. Siempre las he llevado a la cabaña y he terminado mi trabajo sin premura o mácula. ¿Significa eso que ella es especial o que cada vez me controlo de peor forma? Sea como fuere, su tumba tiene que ser única. Nada equiparable a las fosas que cavé para esa ristra de pendones. Parece ser que te equivocabas doc... No tengo remedio. Ni jamás lo tendré. Ella se despereza y abre sus glaucos ojos para contemplarme con dulzura.

"¿Por qué no me has despertado antes? Te habrás sentido muy solo..."

"No pasa nada preciosa. Ya estamos llegando"

sábado, 4 de septiembre de 2010

microparida 19

Hay problemas tan grandes que el mero hecho de explicarlos con palabras es infravalorar su magnitud.

viernes, 3 de septiembre de 2010

microparida 18

¿Reconocer que estoy como una cabra con el síndrome de Tourette me convierte en un loco aún peor o en un hombre recuperado?

Sobre Bárbara y lo que se cree que es

¿Quién diablos se cree esta chica? Desde que cree el Golfo soñé con que la actualización número 100 estaría reservada para el relato más sangriento, aberrante, degenerado y triste de la historia. Ahora resulta que mis planes han cambiado. Ahora resulta que me apetece escribir la historia más bonita, profunda, sincera y alegre de la historia. Y todo por ella. Porque lo merece. Una vez más me pica la pregunta ¿Quién diablos te crees?

Siempre me consideré un tipo solitario. Que no necesitaba la compañía de nadie para caminar por mi propio camino. En mis cautos e ignorantes quince años me creía un tío duro. De los que buscaban pelea, que apartaba a la gente de su lado, que consideraba que ser chulo era la mejor carta que tu baraja podía tener. Ese tipo de tíos a los que apetece relajar con un bate. Durante años consideré que mi coraza era una elección acertada. Al menos eso pensé hasta que llegó ella. Ella hizo temblar cada uno de mis cimientos, mis convicciones se fueron al traste. Sabía que mi actitud me había costado mucho en el pasado y aún así no me importaba. Solo el perderla a ella me parecía una pérdida real. Por ello, me hizo cambiar. Se acabaron las peleas, los días de odio y rabia, los días solitarios y vacíos. Solo porque me hizo cambiar con su sonrisa. Me hizo un blando, alguien fácil de conocer y que sabía preocuparse por alguien que no era él. Me reconstruyó desde el barro por así decirlo y me hizo un hombre nuevo y mejor. De nuevo ¿Quién diablos te crees?

El tiempo pasó y el calor de su cariño comenzó a resquebrajar la piedra de mi alma. Nuestros encuentros tenían el sabor agridulce que en el paladar deja lo prohibido y a la vez posible. Ambos con pareja justa y actuando como un par de imbéciles. Un par de imbéciles enamorados. La verdad acabó por imponerse y ambas relaciones se rompieron para nuestra suerte. No fue hasta el día 5 de enero cuando mis labios reunieron los redaños que mi alma no pudo amasar. Desde aquel furtivo beso mi mente no ha conseguido esquivar las curvas de tu cuerpo. Escribía tu nombre como un idiota en cualquier superficie lisa que mi pluma encontraba. Tu fragancia me sorprendía en lo más oscuro de la noche recordándome lo que sin mucho mérito me había ganado. Comencé a entender las ñoñerías no aptas para diabéticos de las películas de Sandra Bullock. Me enseñaste lo que era querer de veras a alguien solo con palabras y algún que otro roce para que vamos a engañarnos. Me enamoraste como solo pensé que era posible en los cuentos para niñas. Reitero ¿Quién diablos te crees?

Dicen que tras la tormenta siempre viene la calma. Estoy de acuerdo pero añadiendo un agorero detalle. Tras la calma, también viene otra tormenta. Los vientos más fuertes comenzaron a sacudir nuestra unión. Se afanaron en saquear el baúl de la confianza que tanto nos costó llenar. Cuando pudimos ver el fondo desolador del arcón decidimos que nuestros caminos merecían bifurcarse. Durante ese tiempo me convertí en la antítesis del hombre que siempre desee ser. Muté en un monstruo sádico y cruel que disfrutaba con su dolor. Dios quiera que no vuelva a asomar su cabeza por estas tierras. Sin embargo, todo era fachada. Todo lleno de engaño. Por muy dura que fuera la portada, las páginas estaban hechas trizas. A pesar de todas las palabras dolientes y los errores mutuos no pude borrarte de mi mente. Otra vez ¿Quién diablos te crees?

Ahora el ciclo vuelve a un punto que jamás debió a abandonar. Vuelvo a coger su mano, a besar sus labios y a sentirme completo. Sé que no existen los caminos largos y tortuosos a su lado. Sé que mi mente se convierte en un laberinto retorcido cuando sus recuerdos no la llenan. Sé que las paredes se me caen encima cuando ella no está para aguantarlas. Todo era más sencillo cuando mi vida se basaba en la más plena solitud y los puños en las mejillas. Ahora te pregunto ¿Quién te crees que eres? Yo os diré quien se cree. Se cree la verdad. Se cree la persona más importante de mi vida. La verdadera intocable de mi mundo. La guionista de mis sueños de futuro. Se cree alguien a quien protegería hasta que me faltase la sangre en el cuerpo. Se cree alguien a quien le debo el sonreír de forma sincera. Se cree la chica que cogió a un patán y lo convirtió en un hombre. Ella es Bárbara Moreno Navarro, la princesa de mi reino. La única persona a la que he amado de veras. Y eso no lo volverá a cambiar nadie.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Unos simples críos

Hace cinco años ya. Cinco años. Hay que ver como pasa el tiempo. Pero por muy rápido que pase no sirve para curar los recuerdos que me atormentan de noche. ¿Por qué fuimos incapaces de detenernos? ¿Realmente merecía morir por ello? No puedo evitar pensar que un golpe menos con aquella tubería y a lo mejor aquel hombre estaría vivo. Éramos unos simples críos que se educaron con las películas de Tarantino, con la naturalidad de la violencia. Tal vez fue eso lo que convirtió a tres amigos en tres cómplices de asesinato.

Acudíamos a la escuela como cualquier adolescente común. Era un instituto normal, sin ninguna nota reseñable. Sin embargo, cursando yo Bachiller, un nuevo bedel llegó al edificio. Eugenio era un hombre repulsivo. De los que causan arcadas sinceras. Olía como la vida. A tabaco, café y a viaje largo. Su centenar de kilos le hacían víctima de todas las chanzas de los chavales. Lucía un bigote al que no era raro ver manchado de distintos fluidos y alimentos. Solía sudar incluso en los días en los que quemaba el helor y el sudor reseco le solía formar rodales amarillentos en la camisa blanca del uniforme. Solía hurgarse la nariz en su caseta con descaro y no cejaba en su empeño cuando alguien le miraba. No tardó en ganarse la antipatía de todos a tenor de su desabrido carácter y sus constantes desatinos hacia el alumnado. Todo ello habría quedado en una salvedad de no ser por como trataba a las mujeres. Ya no tanto a las profesoras como a las alumnas de apenas la quincena. Todos nos quejamos e imploramos el despido inmediato de Eugenio apelando a los testimonios de las alumnas que aseguraban las peores porquerías. Desde invitaciones libidinosas a su apestosa caseta hasta pequeños roces intencionados por debajo de la falda del uniforme. Aún con eso, el profesorado hizo caso omiso de nuestras súplicas y el bastardo salió impune.

Por los pasillos, las niñas asqueadas y asustadas se alejaban de Eugenio y de su babosa lengua. Los chicos continuábamos echando pestes del susodicho y presionando a los profesores. Dicen que la primavera enciende la llama del alma cuando los árboles recuperan su color. Tanto fue así que algo accionó la mente y el pene del bedel y culminó su trayectoria dentro de la novia de Carlitos cuando cayó el mes de marzo. Avergonzada, profanada y completamente aterrada, la chica se negó a levantar acusación alguna. Su novio y sus amigos, incluido un servidor, no estábamos tan seguros de ello. Lo planeamos durante semanas. Estudiamos sus horarios y las personas que moraban en el colegio a menguada hora. Recuerdo que era una noche calurosa y húmeda de mayo cuando bajamos del coche enlutados y decididos a rezar a Némesis. Saltamos la coercitiva e inútil valla del colegio. La caseta tenía las luces encendidas a pesar de que eran casi las 4 de la madrugada. La puerta estaba abierta pues no esperaba invitados. Aquella guarida apestaba a dejadez y a comida pasada. Los papeles y las cajas de pizza se amontonaban en los rincones. Al fondo, una pequeña estancia en la que se adivinaba la silueta de la presa. Al asomarnos, vimos a Eugenio tocando un solo de zambomba con las fotos de algunas de las alumnas que tendría escondidas en algún cajón previamente. La ira se adueñó de Carlos quien le asestó el primer golpe. Le amordazamos de forma rápida y le sacamos a rastras por la puerta trasera usando las llaves de nuestra víctima. Enric, el tercero en discordia estaba esperando con el coche en marcha. Ni un alma en manzanas a la redonda.

La investigación policial duró unos cuantos meses hasta que se cerró el caso. Sin testigos, sin arma homicida, sin rastros... El testimonio de la cría podría haber resuelto el caso pero sin él, no existía móvil. Los policías estaban dando palos de ciego y ellos lo sabían. Interrogaron a todo el alumnado. Todos coincidían . Eugenio era un cerdo y merecía haber desaparecido. Incluso todos teníamos coartada. Algunos real, otros ficticia. Por nuestra parte estuvimos jugando a poker en el local de ensayo de Enric ¿Todos culpables o todos inocentes? La constitución nos amparó para nuestro relajo. Sin embargo, cinco años después aún puedo ver sin distorsión alguna como Carlitos le aplastaba los genitales con su bate en mitad de un bosque. Nos detuvimos al salir el sol. No obstante, el cuerpo de Eugenio abotagado por la grasa y los golpes yacía inerte y vacío de toda vida en el suelo. Invertimos medio sábado en cavar una tumba que no merecía.

Ahora, con esa época dejada atrás, oí que Carlitos rompió con aquella chica y que Enric le hizo una mamada a la Beretta de su padre el policía y se fue sin despedirse. Comido por el remordimiento supongo. Yo por mi parte continúo teniendo pesadillas con aquel día y no puedo hacerme una herida sin que la sangre de Eugenio me acuda a la mente y a la nariz.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Hail, mein mörder!

Hoy hace exactamente 71 años que estalló el conflicto más cruento de la historia de la humanidad alentado por un asesino de masas con  hambre de poder. Las tropas alemanas y soviéticas entraron en Polonia en contra de lo establecido en la Conferencia de Munich del 38 que fue un fracaso y una farsa a partes iguales. Hitler decretó Polonia como zona a conquistar y a purgar de la "lacra judía". El país se arrodilló en menos de un mes ante la pasividad de los aliados que, aunque beligerantes, no mandaron una sola división. Impotentes, los judíos polacos fueron los más torturados y humillados de todo el holocausto. En el guetto de Varsovia se sucedieron horrores de los que aún a día de hoy se teme hablar.
71 años nos separan de esa barbarie. 71 primaveras que han pasado sin la vida de millones de personas. Todas ellas murieron pero en cierto modo alcanzaron la inmortalidad. Pues pasarán los siglos y nadie olvidará los horrores que sufrió Europa a manos de Adolf Hitler y jovenes escritores noveles seguirán escribiendo modestas efemérides que recuerden que a pesar de tanta evolución no muchos años nos separan del acto más aberrante que ha perpetrado la raza humana.

"Mañana me maldecirán millones de personas"
Adolf Hitler minutos antes de su suicidio en el bunker de la Cancillería. 30 de abril de 1945

microparida 17

Mi reinado comienza donde el de tus esperanzas termina

Excusas y más excusas

Buenas noches, jinetes de la lectura. Una madrugada más os abro mis puertas para daros a conocer la situación tan desagradable en la que me encuentro. Dentro de 7 horas tengo un duro examen de geografía. Uniendo cabos sabréis el por qué de mi mermada inspiración estos últimos días. Si señor. Vuestro humilde escritor se había remangado las calzas y se había puesto a estudiar como un campeón. Sin embargo, mañana acaba todo. Las noches volverán a esbozar en mis labios la más tierna de las sonrisas y la caída del sol no volverá a inspirarme pereza.
Se acabaron las corrientes termohalinas, los escudos tectónicos y los zócalos cubiertos. Ahora se abre la veda de la vagancia suprema. Mi verdadero reino. La arena en la que realmente batallo con bravura. En la que no me amedrento ante cuatro letras cochinas. No obstante, este sádico reino del estudio no ha tocado a su fin. Aún le quedan coletazos que asestar pero os prometo que me mantendré indemne. El Golfo volverá tan cabrón como siempre para luchar un día más y seguir cumpliendo con esta creación de la que solo yo soy responsable. Mil disculpas por estos días de inactividad (o de actividad pobre) y una reverencia.


Vicente Balaguer