viernes, 12 de noviembre de 2010

La cuchara imperial

Buenas tardes amados lectores. Me hallo hoy por hoy convaleciente en mi lecho. Haciendo fonambulismo en el cable que separa el constipado de la fiebre. Habréis comprobado las consecuencias. ¿Cinco actualizaciones en un día? Pues ya tenéis respuesta. Pero en fin que me voy por las ramas (I'm going through the branches). En este estado de precaria salud aunque leve dentro de lo que se oye hoy en día, tengo mucho tiempo para pensar. Puede que demasiado para ser sano. Ya sabréis que mi cerebro cuando no tiene nada que hacer se pone a fingir que es útil.

Hoy me he levantado con el aliento hirviendo y las manos congeladas. Me dirijo a la cocina y me preparo un vaso de leche caliente como un anciano. Al abrir el cajón, la fiel y siempre preparada "cuchara imperial". Sé que dicho a bocajarro parece absurdo pero con explicación lo es aún más. Un día, al cajón de los cubiertos llegó una cuchara que no se correspondía con el resto de la cubertería. Nadie sabe a día de hoy de donde viene o que pretende, pero ahí está. Era una cuchara bruñida y brillante. Pesada como la madre que la parió a pesar de ser una simple cucharilla de postre. Sin ornamentación ninguna salvo su robusto perfil. Sea como fuere, le cogí cariño a la dichosa cuchara imperial y siempre que estaba disponible era usada como ahora está ocurriendo. Pero hoy tenía algo diferente. El lustre de antaño se había desvanecido. Aunque en apariencia seguía igual de pesada y de señorial, en su cuenco asomaban las marcas del desgaste y en el mango la pérdida del brillo a base del sobeteo.

Voy al quid de la cuestión que me imagino tu cara. A veces no puedo evitar el identificarme con la cuchara imperial. La gente me ve llegar y por alguna razón que desconozco me atribuye una fortaleza que no tengo. Algo debo dar a entender para que la gente me tome por su psicólogo y piense en mí cuando me necesita. A primera vista puede parecer que es algo bonito pero yo, al igual que la cuchara imperial, no dejo de ser uno más y todo aquel que pretende estirarme más allá de lo que una persona es capaz acaba por desgastarme. Lo peor del asunto es que cuando la debilidad inherente a un ser humano se vislumbra en mí siempre hay quien termina por sorprenderse o llevarse las manos a la cabeza. Es por ello que siempre he de mantener en el rostro una sonrisa que no me pertenece y salir a escena tan fuerte y tan lustroso como la cuchara imperial pero en mi interior siempre me carcomerán las marcas que terminarán por romperme.

3 comentarios:

  1. Exacto, no eres psicólogo de nadie :), que se aplique el cuento toda zorra viviente!!!
    Pero bueno, eres fuerte tanto por fuera como por dentro, pero eso solo lo puede saber gente que te conoce de verdad, no la típica persona que cree conocerte...
    te quieroooo :)

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  2. Apartad todos retrasados... Todo cuanto veis es territorio pony! xD

    Como te quiero niña! :D

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  3. pues que no se confundan,que te desgastan y te agotan demasiado.Eres fuerte y duro como tu cuchara imperial

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