miércoles, 24 de noviembre de 2010

El agujero

La garganta me quema del frío que reina en la sala. También me duele de dar alaridos día y noche. Tras días nadie parece escucharlos. Mis dedos palpitan en los muñones en los cuales terminan. Perdí las uñas hace tiempo. Ora mordiéndolas, ora arañando las paredes. Terminaron por pudrirse y aunque no puedo ver la costra purulenta que seguramente lo rodea si que puedo notar el calor de la sangre hirviendo por la infección. Desde que vivo aquí no he visto luz alguna. Ni natural, ni artificial. La mañana y el ocaso no se pueden diferenciar. Ni siquiera por el ciclo del sueño. Alteré mis ritmos circadianos al poco de llegar y el alimento ya no parece una prioridad.

He contado los pasos que mide la sala millones de veces. 56 pasos de ancho. 32 de largo. No puedo alcanzar el techo con mis mutilados dedos. Intento correr para distraerme y no caer en las garras de la locura pero siempre acabo por impactar contra uno de los congelados muros. Desconozco los orígenes de las brechas de mis labios. Solo sé que duelen como un demonio. Al gritar y forzar las facciones suelen tirar y abrirse dejando paso a un escozor y unas gotas de sangre en el cemento del suelo poco gratas. Los codos y las rodillas palpitan reivindicando una cura temprana a tenor del roce constante con el duro material. Intento dormir sobre él pues pronto me di cuenta de que no había cama alguna pero la dureza del suelo y el constante y penetrante frío me lo impiden. Ni siquiera sé donde está mi ropa para poder usarla de almohada.

Todo cuanto toco y noto me resulta extraño y aterrador. Hay días en los que puedo sentir que hay alguien más en la habitación. Una respiración entrecortada y la sensación de una alteración en el viento y su olor. Olor a benceno y malicia. Siempre suelo mover mis brazos golpeando el aire y gritando maldiciones entre sollozos. Hasta ahora, sin resultado. Acabo por rendirme y cuando noto la presencia no reacciono. Solo me mantengo inerte en una esquina gélida y espero a que la desnutrición, el frío y la locura terminen con esta tortura.

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