jueves, 18 de noviembre de 2010

Belleza, reina de los males

Siempre he considerado que la belleza no es una virtud. Bueno, corrijo. No siempre. Pero sí desde que creo tener raciocinio. Desde que gente que se le sabía bella ha terminado por demostrarme que están podridas por dentro. Porque no hay nada perfecto en esta vida querido lector y si una cara de la moneda brilla, la otra está corroída por una capa de mierda del grosor de una suela de mocasín. La belleza genera arrogancia. Pereza metafísica. La ausencia de la necesidad de pulir las diversas rugosidades que la vida nos pone en la mesa de carpintería pues lamentablemente, en este mundo, más se valora una cara bonita que unas buenas referencias.

No me considero una persona atractiva por lo que pocas puertas se me han abierto por mi cara bonita. Todo cuanto tengo me lo he tenido que labrar yo con algo que no me vino del cielo. A base de golpes y de no aguantarle lindezas a nadie, de ladrar a aquel que intentaba arrinconarme y morder en ocasiones la mano que me daba de comer. Imponiendo mis principios y mi orgullo como única divisa para comunicarme con el exterior me declaro orgulloso de mi pequeño imperio forjado con sangre y sudor. Otros, por su parte, solo entienden de maquillaje y camisas de marca. De belleza adquirida y la ley del mínimo esfuerzo. Conocedores de las discotecas y sus retorcidos recovecos. Con 500 amigos en tuenti de los cuales conocen a la mitad. Y bien a ninguno. Hijos de un mundo competitivo y seguidores de la ley del más fuerte. Egocéntricos, arrogantes, poco duchos en las artes de la personalidad y escasamente cuajados en el combate y la vida.

Por lo que respecta a la persona ajena, un hombre así como una mujer que goce de una belleza excesiva me inspira una desconfianza animal. Un instinto primario y fraguado con los años que me alertan que aquel humano no es trigo limpio. Y no suelo fallar. Emplean su físico para conseguir lo que buscan. ¿Y qué busca una persona con poder? Más poder y mantenerlo. Para ello no les importa machacar al igual para encumbrarse como el rey de la manada. Compiten para ver cuantas miradas reciben (vivencia real) y actúan como cazadores de pacotilla para llevarse a cuantas más presas mejor a la alcoba. No sienten verdadero apego por nadie. Centrados en su egolatría, saben que pueden conseguir a todo aquel que ellos consideren digno de su presencia.

He de alzarme. Alzarme y enarbolar mi copa de vino. Brindo por todos aquellos gordos con pareja, la gente con aparato que sonríe sin complejos, aquellos calvos de mediana edad que siguen saliendo sin gorra, por aquellas que comprendieron que enseñar no es sinónimo de seducir... en resumen alzo mi cáliz por los que comprendieron que la belleza no sirve para nada sino se sabe ejecutar.

No hago apología de la fealdad suprema. Tampoco condeno a la población menos agraciada a una vida en una cueva con barrotes. Pero sí condeno la belleza como medio y como fin. La belleza obsesiona, condiciona, moldea caracteres calculadores y carentes de profundidad... Sin embargo, me queda un amargo consuelo. Aquellos con personalidades definidas conseguirán a una buena pareja y un trabajo decente. Mientras tanto, los que solo supieron peinarse y echarse fotos sucumbirán ante una pareja de su misma calaña, una cáscara vacía, atormentados por un trabajo que solo les hará lamentar el día en el que se tomaron su primer BioManán.

5 comentarios:

  1. No te ofendas. Tú eres bello por fuera y por dentro. Como una fruta fresca

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  2. tienes razon,suele ser asi, aunque hay de todo que son los menos

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  3. ¿Gracias?

    No te arrimes demasiado mañana... ;)

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  4. Ö ¿Y porque me mientes cuando me dices preciosa?

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