miércoles, 14 de julio de 2010

La impaciencia del condenado

He bebido. Mucho más de lo habitual que ya es decir. Dando tumbos me dirijo al baño. Al abrir la puerta el aire caliente me seca la garganta. El agua ha comenzado a rebosar en la saciada bañera. Está hirviendo, como me gustaba cuando era feliz. Cuando aún apreciaba las pequeñas cosas. Cierro el grifo con torpeza y dejo la carta sobre el lavabo. Me quito la ropa mientras en mi mente resuenan las palabras que han marcado de forma tan imborrable los últimos años de mi vida. Esos años tan innecesarios e irrisorios. Divorcio, paro, custodia, detención cautelar, embargo, deuda... Todas ellas me señalan y se burlan del escaso éxito que existe en mi vida. Un fracasado de libro.

Mi ex mujer ha vuelto a mis hijos en mi contra. No le culpo. Un golpe fue suficiente para encender la mecha del explosivo que destruyó mi vida desde los cimientos. Un día volví del trabajo (o más bien del bar), donde se anunciaron despidos por falta de fondos. Yo me encontraba entre ellos. Ella insistió en averiguar que me ocurría. Y también el por qué volvía tan tarde y por qué volvía en ese estado. El alcohol en mis venas consideró oportuno el cerrarle la boca con la mano. Aunque no me excuso creo que soy el único que siente compasión de mi persona. Ahora no me queda nada. Me veo obligado a exiliarme lejos de todo cuanto quise por vergüenza y penitencia en un piso de soltero lleno de recuerdos, lágrimas, alcohol y errores. Es por ello que decido perder la vida que tan poco uso ha hecho a nadie. Me meto en la bañera y contemplo la cuchilla que terminará con esta obra de bajo presupuesto. Al acercármela a la muñeca una voz se apresura a interrumpir mi ritual.

"¿Qué prisa tienes?"

Me giro con sobresalto y a mi lado contemplo una figura de larga constitución, completamente enlutada y esgrimiendo una sonrisa como carta de presentación. Coronando su cabeza había un sombrero negro de ala ancha ya corroído por los años. Todo cuanto lucía parecía antiguo y muy usado. Sin embargo, emitía un agradable aroma a malva y a tierra mojada. Me saluda con una inclinación que se ve acompañada de un macabro y desagradable crujido de mil huesos chocando contra unas articulaciones antaño útiles. Intento huir saltando el borde de la bañera pero erro en mi intento resbalándome con el fondo y cayendo estrepitosamente contra el gres. Como era de esperar mis funciones motrices estaban mermadas por el ambarino néctar del que abusé horas atrás por lo que mi intento de frenar la caída se quedó en un cómico vaivén de mis extremidades. Mi cabeza impacta contra el suelo y comienza a darme vueltas. Pero ahí sigue, riéndose, la extraña figura.

"Dime, ¿qué prisa tienes, muchacho?"

"¿Quién eres? ¿Qué haces en mi casa?"

Mientras hablo, las palabras parecen deslizarse por mi lengua en lugar de ser articuladas. La sangre de mi herida se arrastra por mi cara. Aún así nada me aterroriza más que aquel hombre.

"No te haría arreglo mi nombre estúpido personaje. No obstante, mi consejo si te vendría bien"

"Déjame tranquilo viejo. Solo eres una ilusión. Un espejismo etílico"

"Puedo ser eso o puedo ser tu conciencia, puedo ser tus remordimientos, puedo ser un fantasma, tu ángel de la guarda, la parca... pero te diré lo que no puedo ser. No puedo ser algo real"

"¿De qué me estás hablando?"

Se sienta sobre el borde de la bañera haciendo sonar sus marchitas carnes y mete la mano en el agua pero sus dedos la traspasan sin formar onda o salpicadura alguna.

"¿Acaso piensas que alguien real perdería su tiempo por salvar a alguien como tú?”

Las lágrimas comienzan a asomar a mis ojos y terminan por fundirse con el reguero de sangre que surca mi rostro.

“Si has venido a decir esa estupidez puedes volverte al infierno, viejo”

“No, chico. He venido a frenar tu mano. No entiendo esas prisas. La muerte te llegará como a todos y te arrancará de este mundo. ¿Quién te crees para arrebatarle el trabajo?”

“Alguien que ha perdido la esperanza”


La carcajada del anciano hace que, a pesar del calor imperante en la sala, se me erice el vello de la espalda. Me mira sin moverse. Inclinando la cabeza hasta que el sombrero le arroja un antifaz de sombra sobre los ojos. Puedo percibirlos clavados en mí a pesar de que no estoy seguro de si los tiene.

“Siempre queda esperanza si queda camino por andar, amigo mío”

“Mi camino terminó hace mucho, anciano”

“¿Qué te impide entonces coger la cuchilla y acabar con todo? ¿Mi presencia? Sabes que no existo, nadie será testigo de tu derrota final. De cómo te rendiste patéticamente ante una vida que te ganó la batalla. Pero te advierto. No hay nada digno en el final que buscas. Nada poético. La policía encontrará tu cadáver inflado en la bañera congelada cuando la vecina cotilla de arriba se pregunte el por qué de ese repugnante hedor. Cuando tu ex mujer se digne a visitarte en la morgue para identificarte encontrará una sombra del único hombre que una vez amó y le harás cargar con el peso de tener que contarles una noticia tan tremenda a sus hijos que habrán de crecer culpándose de no haberte perdonado incluso cuando no merecías su perdón. Eso es lo que te espera al otro lado. Solo una marea de gusanos que devorarán un plato indigno para ellos. Coge esa cuchilla muchacho y dale la razón al mundo. Diles a voz en grito que no merecías la vida que tu madre te dio y que al comprenderlo te arrebataste el aliento escupiendo sobre cada retazo de futuro que te aguardaba.
Es tu elección, chico. Es tu vida. Ahora he de marchar. No eres el único con problemas”

“No me puedes dejar así. ¿Quién diablos eres?”

El viejo se detiene en el umbral de la puerta del cuarto de baño y se gira con una maliciosa sonrisa.

“Elige la respuesta que más reconforte tu impaciente y condenada alma”

Tomando estas palabras como despedida se vaporiza dejándome tan solo como al principio de la lúgubre e inquietante velada. No me siento con fuerzas de completar mi rito y me dispongo a introducir la mano en la bañera para vaciarla. Sin embargo, una gruesa capa de hielo me lo impide. Una gruesa capa de hielo que representa el último testimonio veraz y material de la aparición de mi siniestro invitado.

2 comentarios:

  1. Jo Balaguer, que quieres? que no duerma hoy? :$
    Esto es de lo mejor que te he leído maestro :D

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  2. Que cosas escribes hermanitooo!! me encanta!(la de el cielo y "peter" no tanto ¬¬)

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