viernes, 9 de julio de 2010

El calor de la noche

De noche siempre se piensa mejor. Al menos ese siempre ha sido mi caso. Son las 5 de la mañana y podría atribuirse mi insomnio a que ni intento dormir. Te daré una explicación ya que la mereces al perder tu tiempo en el Golfo. Cuando la chusma se acurruca en sus jergones y los pájaros esconden la cabeza bajo el ala, cuando la luz se va a descansar y deja paso al reino de lo oculto y lo sombrío mi mente se activa. Se expande como por arte de magia, dando pista a las que considero mis mejores obras. La hora bruja me hace pensar, me hace recordar y olvidar, me hace apreciar la soledad y me hace imaginar. Un período de tiempo que realmente me pertenece. Sin atender el teléfono ni esperar una interrupción que es el anticipo de una sonrisa falsa. No. En esta habitación solo moramos mis recuerdos, mi iguana lesbiana y yo. Dando rienda suelta a mis pensamientos y a mi inspiración. Soy un ser nocturno y ahora que llega el verano y no tengo que rendirme al despertador puedo sucumbir ante el sueño a las 6 de la mañana. La oscuridad, mi feudo. Mis ojeras, condecoraciones. Mi habitación, mi trinchera y mi cerebro mi arma.

Entre los goznes de mi ventana puedo vislumbrar como la luz del alba comienza a acuchillar los últimos y tímidos retazos de sombra que quedan en mi guarida. Es hora de cerrar la paraeta y marcharse a la cama pues mañana aguarda otro día que superar antes de volver a sumirme en las tinieblas que tanto cariño y calor me brindan.

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