El alcohol pasa por mi garganta abrasándola. Puedo hasta notar cómo me destroza el hígado. Está amargo. Pero en cierto modo goza de un efecto sedante que me hace pedir otra copa. El camarero me mira condescendiente. Me llevo un dedo a los labios y luego señalo el vaso con impaciencia. Trago con avidez el néctar ámbar que me sirven. Whiskey de medio pelo. No hay nada mejor para emborracharse. No importa cuántas copas beba. En el fondo del vaso no puedo ver otra cosa que no sea ella y mi mejor amigo en mi propia cama. Traición de las que hacen historia. Les di todo. Lo tragaron y me lo escupieron a la cara. Siempre pensé que de hallarme en aquella situación cometería un crimen y acabaría en una celda roñosa. Sin embargo, lo único que pude hacer es quedarme mirando inerte la escena. Oyendo como en segundo plano las absurdas explicaciones vacías de las dos personas más importantes de mi vida.
¿Tienes idea de lo que es ver cómo cada pedazo de tu vida se desmorona? Ocurre demasiado rápido. Sin dar un solo instante para tomar aliento. Deseas morir. Deseas matar. Deseas ser otro. Deseas huir. Deseas acabar con todo. Pero lo único que no anhelas es la felicidad de aquellos que te han herido con tanta vileza.
El vaso se me antoja patético. Mis fantasmas bailan solo para mis ojos. No puedo dejar de preguntarme si ellos estarán tan destrozados como lo está mi alma. Estoy seco. Lo noto en mi interior. Ni las lágrimas se atreven a salir. No pienso en el futuro. No pienso en el presente. Solo me queda el pasado y los recuerdos falsos que de él forman parte. La cabeza me da vueltas. Conmino al camarero a servirme otro trago. Tal vez con más agresividad de la debida. Todo el local me está mirando. Me levanto y les señalo.
“¿Se puede saber que estáis mirando? Malditos santurrones. No os atreváis a juzgarme. Hace unas horas era como vosotros. No tenéis ni idea de lo que es el dolor. Solo lo imagináis por las novelas de viejas que leen las zorras de vuestras novias y ¿Habláis de ello? Sois basura. Inmadura e ingenua. Todo cuanto estáis construyendo en este momento se os caerá encima y recordaréis a aquel borracho hijo de puta que os arruinó la noche”
Noto como alguien me agarra del hombro. Me giro como impulsado por un resorte. Mi puño impacta en su cara y el camarero que había salido de la barra para sacarme del local cae contra los taburetes. Como si estuvieran buscando una excusa tres hombres de los que me rodeaban comienzan a golpearme y a lucirse delante de sus ligues. Los impactos me aclaran la mente en cierto modo. Comienzo a arrepentirme de mi comportamiento. Me sacan a rastras del local y me dejan entre dos cubos de basura ensangrentado y patético. No sé cuánto tiempo pasó. Horas seguramente. La cara y el torso me palpitan y los latigazos de dolor se concentran en los cardenales bombeando sangre más rápido de lo usual. Algo me vibra en el bolsillo. Renqueando saco mi móvil. Un mensaje de ella. “Perdóname, por favor”
Vicente Balaguer
Me encanta!
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