miércoles, 26 de mayo de 2010

Los laberintos de la mente

“Llevo planeando esto tanto tiempo. Llora. Gime. Todo cuanto confirme el dolor que te cause alimentará mi ego. Me enfundo los guantes de cuero. Ha de ser un trabajo limpio. Sin opción al error o a la duda. La determinación la tengo. Eso seguro. El cuchillo silba al salir de la funda de piel. Brilla y refleja tu cara amordazada y repleta de un llanto que no mereces. Te conozco. Se cuanto pánico has causado a lo largo de tu nefasta vida. Tu mujer fue tu primera víctima. Apaleada sin compasión ni remordimientos cada noche que tenías tiempo libre. Me aseguraré de que sea la última persona que caiga bajo el peso de tu infamia. Nada temas. En el infierno hallarás más gente como tú a la que mandé allí. Llevo tanto tiempo haciendo esto que he perdido la cuenta y la conciencia. ¿Sabes? La primera pieza que me cobré lloró de la misma forma que tú lo haces y realmente me conmovió. Me hizo plantearme si dejarla marchar. ¿Sabes que otra cosa? Comprendí que la escoria como tú estáis mejor bajo tierra que caminando sobre ella. No lo merecéis. Escoria como tú es la que me arrebató a mi mujer y a mi hija. Deseé tanto en ese momento que alguien desempeñase el papel que desempeño ahora… Pero es cierto lo que dicen. Si quieres algo, debes hacerlo tú mismo. Ahora salgo en los periódicos de medio país. La balanza de Boston suma una víctima a su carrera. Otro cadaver hallado. Se sospecha de la balanza de Boston. Menuda memez de nombre. No comencé esto por las cámaras. Eso es para viejas y gente con complejos. Yo solo busco saciar mi sed. Mi sed de venganza y mi hambre de sangre contra alimañas de tu clase. Y aquí estamos. En uno de tus locales. Tanto dinero para tan poca cabeza… Deberías haber gestionado mejor tu vida y todo cuanto tenías. Yo sin embargo adoraba mi trabajo, adoraba a mi familia. Llegó alguien como tú y me arrebató cada pieza de mi puzzle. Ahora lo único que adoro es lo que hago. Tranquilo. No soy de esos tarados que se empalman cuando la sangre recorre sus manos. Mis razones son menos primitivas. Tengo por bien el charlar con mi víctima antes de hacerla desaparecer. No me parece noble el arrebatarle la vida a una víctima por muy inútil que sea sin una explicación. Tú ya tienes la tuya. Así que, amigo mío. Es hora de morir. Te voy a quitar la mordaza ¿Algo que decir?”


“Por favor, no me hagas daño”

“Tranquilo… No te va a doler"

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