sábado, 15 de mayo de 2010

Compañeros de camino

Ha llegado un punto en el que cada persona que muestra debilidad es automáticamente débil por definición. Parecemos olvidar que nadie es indestructible. Que los estereotipos de las películas, tan solitarios y poderosos, no son más que eso. Estereotipos. Está de moda ser el malo, el más cabrón de la manada. Pedir ayuda es un signo de fragilidad y las distintas hienas que pueblan esta infame tierra no dudan en entrar por esa rendija. Pero no todo es desalentador querido lector. Es en este momento, más que en ningún otro, en el que no queda sino batirse. Demostrar al mundo entero que convertirse en un fragmento de la masa y estar solos es una contradicción absurda y contraproducente. Separar la cara del ordenador y la televisión y charlar con aquel que lo merece. Un amigo.
A pesar de lo aguada que está esa palabra, la amistad continúa siendo la piedra angular de la estabilidad de una persona. Ni amoríos, ni progreso laboral, ni financiero. Nada sana las heridas de mejor forma que tomarte una cerveza con un amigo que sabes que lo es. Sin embargo, lo de identificar a las verdaderas personas como amistades se ha transformado en una ardua tarea en la que muy pocos se embarcan con éxito. El mundo está plagado de Judas y tuenti amigos que bien harías en eliminar de tu vida. Pero el tiempo es nuestro aliado. Y siempre luchará por darte la razón de tenerla. Los verdaderos amigos no son aquellos que no fallan sino los que no paran hasta enmendar ese error. Los que siempre luchan espalda contra espalda a tu lado. Los que se cruzan media ciudad por acompañarte en tiempos difíciles. Los que no paran hasta eliminar cada problema de tu vida. Los que alardean de sincera empatía. Aquellos que son el mejor halago a tu persona. No les dañes. No les mientas. Agradéceles cada gesto pues cuando estés inmerso en la peor de las tormentas no buscarás un salvavidas sino un amigo que te lo pueda ofrecer.
Dedicado a aquellos que saben que tienen que darse por aludidos

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