sábado, 14 de agosto de 2010

Y el mundo sigue girando...

La primavera llega, cubriendo los pastos de flor y color. Haciendo las delicias de los enamorados que se refocilan en su amor entre campos dorados e idílicos de maíz. La luz arde sin quemar. Solo lo justo para ver como lucen todas y cada una de las virtudes de la felicidad en principio eterna de la que gozamos. Pasan los días y, aunque criados entre algodones notamos el cambio y tememos perder todo cuanto hemos ganado con sudor y sangre.

El verano instaura su tórrido trono, dejándonos ver que lo poco gusta y lo mucho cansa. La primavera se desangra dejando paso a un imperio de calor, luz cegadora y pequeñas flores demasiado altas como para cogerlas. Solo cuando la primera hoja ocre acaricia el suelo comenzamos a preguntarnos la razón por la que no paladeamos como debimos el calor que se nos brindaba.

El otoño de un brochazo fugaz y cruel pinta el mundo de marrón haciendo de cada persona una isla. Guarecida tras ropajes de entretiempo temiendo la llegada de un invierno inexorable. Cada día el frío y lo gris es más poderoso e imposible de ignorar. Añoramos el calor natural. La calidez a la que no hacía falta llamar para que nos reconfortase cuando el viento soplaba con furia. Pero ese calor se fue. Se fue pues en el curso de la vida todo cuanto empieza acaba.

 Ahora se abre la veda del hielo y lo gélido. La nieve aplasta de forma letal y sin clemencia todas las flores que tanto habían tardado en crecer. El frío es tan intenso que el corazón se agarrota hasta que es fácil considerarlo muerto. Los huesos se paralizan, entumecidos por el helor de un invierno al que nadie invitó. Hasta las lágrimas que se deslizan por el rostro ante la pérdida de lo pasado se congelan a media mejilla pareciendo absurdas y humillantes. A pesar de ello nos habituamos a esos paisajes helados y solitarios en los que el mayor deseo de cada persona es volver a su casa sin atender a los problemas ajenos, sentarse frente a una chimenea y olvidarse del mundo. Conseguimos mimetizarnos con la actitud atroz del mundo invernal. Pero ¿Qué nace entre la nieve que se funde? La rosa que permanecía oculta bajo el hielo comienza a erguirse majestuosa pues ha llegado su momento. El sol se impone sobre las plomizas nubes. Acuchilla cada rincón de bruma que queda en la tierra y nos hace ver que, al igual que el bien, el mal también encuentra su final y que dudar de ello solo conduce al error.

5 comentarios:

  1. ¿Como puedes escribir tan bien?
    "paladear...."

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  2. eres un poeta genial¿de donde lo sacaste?me encanta...

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  3. "Hasta las lágrimas que se deslizan por el rostro ante la pérdida de lo pasado se congelan a media mejilla pareciendo absurdas y humillantes."


    Me matas Vicente Balaguer :P

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