Los seguidores del Golfo sabrán de mi aversión hacia la traición y todos sus derivados. La frase de Julio César ("Amo la traición, pero odio al traidor") se me antoja fría y huérfana de experiencia en el campo del engaño. Tal vez por eso le apuñaló su propio hijo. En fin que me desvío del tema. Valencia es, como un buen amigo mío, dice "un pueblo con aires de ciudad" y como tal siempre existe la nefasta posibilidad de encontrarte con quien no deseas.
Sin ir más lejos hoy caminando con mi música a todo trapo vulnerando la salud de mi tímpano y con mis andares de sargento de artillería, veo a lo lejos una chica de paisajísticas nalgas y pelo escaso y oscuro como la conciencia del diablo. Caminaba como quien pretende ser más de lo que podría ser jamás. Contoneándose para un público que no tiene como una cobra saliendo a curiosear cuando nadie toca la flauta. Maldita fulana con aires de dama. Era ni más ni menos la causante de la disolución de un gran grupo de amigos. Solo porque decidió traicionar a uno de los nuestros. A su propia pareja. A aquel a quien le juró fidelidad con la misma sinceridad con las que nos trató a todos. ¿Cuán férreos son los votos cuando los instintos toman las riendas? Los humanos tenemos principios que anteponen lo moral a lo físico pero las víboras y los perros solo entienden de arrebatos e impulsividad.
Para mi desazonada sorpresa se detiene y me dirige una sonrisa congelada. Me arranco con malicia un auricular y paso a iniciar la conversación más decadente que he tenido en mi vida. Intentaré transcribirla tal y como mis recuerdos y mi rabia me permitan.
S: ¡Vicente! Cuanto tiempo...
V: Nunca el suficiente ¿Verdad?
S: ¿Eh?...
V: Bueno pues eso...
S: ¿Qué tal?
V: Uf.......... Bien bien
S: Yo también
V: Pues según he oído te ha dejado el novio hace unos días. Que inesperado e injusto...
S: ¿Ironía?
V: Veo que sigues tan inteligente como siempre. Cuanto me alegro.
S: Y tú tan cruel y frío como hace tres años
V: Inteligente y buena persona. No has cambiado nada.
S: Bueno... visto lo visto hago bien en alejarme de ti como hasta ahora
Deslizándose desde mi cerebro hasta arañar mi garganta la frase que tal vez debiera haber soltado pero que los relativamente pulcros modales que me inculcaron mis señores padres me impidieron responderle "Y que así siga, bastarda". Una frase que separa la sinceridad de la grosería para una persona que separa lo humano de lo perverso. Un golpe de sangre me hace hervir la cabeza mientras una mueca que podría aceptarse como sonrisa siega el aura pétrea que envuelve mi rictus. Me coloco el auricular y continúo mi camino. Sin mirar atrás. Sin saber si se ha derrumbado o está más ufana que nunca la muy cerda. Solo me importaba alejarme de aquella dama de esquina y de las inciertas expresiones de su hocico.
Puede que inmiscuirme en la querella entre dos personas indignándome como si yo estuviera incluido sea frívolo y excesivo pero debido a mis principios (o tal vez a mi trauma) no puedo evitar sentir como me llevan los demonios cuando el castigado es el fiel y el infiel se alza con la copa de la impunidad y el descaro.
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