jueves, 21 de octubre de 2010

La doncella del río

Los valencianos recordarán con humilde estupor la gota fría que cubrió la provincia. Uno de los días de perezosa lluvia, volvía de entregar un cómic a un amigo que puede conseguir que se me publique (cruzaremos hasta los dedos de los pies). Cogí el autobús y me situé en los asientos finales sacudiéndome malhumorado la humedad que intentaba calar en mi abrigo. Frente a mí, una chica joven de ojos vidriosos contemplaba las gotas de lluvia que acariciaban la parte exterior de la ventana. Nadie diría que aquella chica fuese bonita. Tenía el pelo descuidado, sin que la lluvia tuviera culpa de aquello. Vestía de forma demasiado casual y la nariz se mostraba enrojecida. Los ojos abultados y ojerosos atestiguaban a gritos silenciosos largas noches de penuria. Aferrados a sus orejas, sendos auriculares cuya música parecía herirla de algún modo. Como si las notas y la voz de algún cantante empalagoso le trajese recuerdos de tiempos mejores. Tal vez de tiempos en los que no necesitaba calefacción alguna para sentir calor.

A pesar de ser una mera teoría sacada de quicio, no pude evitar regodearme en la idea que en mi mente se gestaba. Un novio prometedor, un tiempo de ensueño, una noche incomprensible, un adiós que ya no significa nada y un llanto que nadie escucha. Un día, aburrido como pocos, parí una metáfora que me gustaría compartir con aquel lector que tenga tiempo que perder. A mi parecer, vivir emparejado se asemeja a navegar por un río. Lleno de zonas calmas donde los navegantes pueden refocilarse en el paisaje. Sin embargo, la fortaleza de la balsa es la que dicta cuantos rápidos y piedras en su base puede soportar. Tarde o temprano y muy lamentablemente el río ha de hallar su desembocadura y llevar a ambos navegantes a la libertad de la mar donde los pedazos de la antaño poderosa balsa separará a los aventureros hasta que alguna caprichosa corriente les vuelva a juntar. Por avatares del destino puede que uno de los navegantes paladee la libertad del océano y se niegue a volver al río dejando al otro vacío de toda esperanza. ¿Era acaso aquella chica una de los navegantes que deseaba volver al río o solo una persona que había perdido su trabajo? Sea como fuere, mi teoría me hizo abrazar con más fuerza a mi pareja actual y cuidar con más afán mi propia balsa . Puede que este texto active algún corazón como las lágrimas de aquella muchacha activaron el mío.

Mi consejo en esta gélida noche de entre semana es el siguiente. Sea cual sea tu balsa, la disfrutes solo o acompañado, refuérzala si así lo quieres. No permitas que una corriente contradiga lo que tu corazón te dicta.

3 comentarios:

  1. pero que cosa tan preciosa dios mio :$$$$$
    te quieeeeeeeeeeero (L)!

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  2. si que es preciosa,un autentico poeta.MAGNIFICO

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  3. Graciaas! :D La inspiración me viene de mis escasos fans así que una rosa por vosotras! :)

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