Ocurre todo tan rápido. Las sirenas, los gritos, tus lágrimas sobre mi herida. ¿Quién me lo iba a decir? Con 18 años y con un pie en la tumba. El destello plateado de la navaja hendiéndose en mi carne y abriendo una brecha en mi costado. Aquellos atracadores huyendo ante el horror del crimen que habían perpetrado. No me importa. Tú estás a salvo. Incluso en los brazos de la implacable parca, cuando todo el mundo dice padecer de frío, ardo por tu amor. Te acaricio el rostro. Ese que en tantas noches me ha visitado para hacer de cada ocaso un momento a recordar. Lo único que lamento es el no haber disfrutado más de tu presencia. Tus lágrimas parecen ser más abundantes que la vida que en estos momentos poseo. Pero no llores, princesa. No recuerdes los momentos buenos. Recuerda cuando te hacía de rabiar o cuando no llegaba puntual a nuestras citas. No me añores. Sé feliz. Cumple por mí toda cosa que te prometí.
Cada latido podría ser el último y aún así continúan siendo solo para ti. El mundo no necesita gente como yo. Pero una niña dulce y tierna como tú… De eso nunca debe faltar en esta helada tierra. Sé a ciencia cierta que el destino me dio vida para salvaguardar el ser más preciado y he fallecido cumpliendo con ese deber. Morir protegiendo a una buena chica… que bella muerte.
jo que bonito...
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