Crisis. ¿Existe acaso una palabra más de moda estos días? Tal vez terrorismo pero ya llegaremos a eso. Carteles de se traspasa y se vende cuelgan de destartaladas ventanas y persianas metálicas. Gente que buscan culpables entre los políticos, niños que encuentran la salvación ante su negro futuro en el fondo de una botella y autónomos que ven sus sueños destrozados en un millón de pedazos. Víctimas. Víctimas de un mal mayor. Si el gobierno se ocupase de gestionar en lugar de encoger los hombros y la oposición dejase de destruir en lugar de cooperar este país habría salido hace mucho de este pozo. Plan E. Es lo mejor que la mente al cargo puede parir. Destripar Valencia para liberar una plaga de insectos del alcantarillado, provocar accidentes por tropiezos, atascos desquiciantes y nivel estético cero. Alguien le ha estado dando al mosto… Todos somos culpables, por acaparar y por no aprender del pasado. ¿Qué fue del crack del 29? ¿Y de la crisis del petróleo del 73? El mundo bursátil se ha desplomado más de una vez y no escarmentamos. Continuamos sin saber cómo domar a la mano invisible de Adam Smith a la cual no es dudable que le falta más de un dedo. Comunismo, capitalismo. Dos caras de una moneda igual de sucia. Podrían combinarse y subsanar cada hueco que aqueja cada sistema económico. Pero no. Prefieren emplazar misiles en Cuba y organizar una limpieza de brujas en el gobierno. Vuelvo a lo mismo. A nivel más pueril y patético, el gobierno continúa con las mismas pugnas demagogas y de influencias de hace 50 años. No solo depende de gobernantes la cicatrización del bolsillo de un país (Porque vaya si se ha caído dinero por ese agujero caballeros) La confianza y la esperanza del consumidor menor también influye y en mayor medida incluso. Pero poca confianza puede haber si la vida política de este país o la de cualquiera se basa en intereses.
A nivel personal, la crisis me ha afectado bien poco. Un entrecot al mes en lugar de dos, sobrasada hacendado en lugar de el pozo y poco más. No obstante no todos tienen la misma suerte. Cabezas de familia empapan su almohada cada noche en lágrimas desesperados por el famoso desempleo. La renta per cápita se puede contar en calderilla y a pesar de ello la televisión sigue ofertando coches que solo diez personas en el país podrían comprar y las universidades continúan prometiendo puestos de trabajo que nadie ve. Dicen que el que no llora no mama. Bien. España está llorando y continúan mamando los mismos de siempre. Puede que el señor ZP no tenga la culpa y que su adversario en este ajedrez de tarados, el señor Rajoy, no tuviera mayor aplomo, pero los hechos están aquí y ya no vale lo de “todo el mundo está igual”. No, señores. Todo el mundo estaba igual. Pero Francia, Inglaterra y (que curioso) América comienzan a atisbar una luz al final del paupérrimo túnel. España supone un lastre para todo aquel que ose asociarse con ella. La Unión Europea amenaza con echarnos de la Zona Euro sino saldamos la deuda de estado. Que tiranos. Que pronto se han cansado de limpiarnos la baba y cambiarnos el babero. Tal vez cuando termine mis estudios y comience como un timorato y pelmazo profesor de Historia tenga que impartir una clase en la que demonicemos a nuestros primos europeos por hacer lo que se debía y compre mis libros en pesetas con unos quevedos descansando en la punta de mi nariz y espoleando mis caballos para beber cazalla en una posada de la vieja Cartagena.
En el 2012 dicen que terminará este desasosiego constante. Que apropiado. Vamos a rubricar este nefando periodo con el fin del mundo. Aunque nunca me he tragado ese rollo maya viendo como está el escenario más valdría que viniera una ola gigante y nos barriera a todos y a nuestras explotadas bambalinas de la faz de la tierra. Tal vez así, el planeta descansara por primera vez en un siglo
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