jueves, 4 de marzo de 2010

Con la venia señoría, ¿Es usted retrasado?

El caso Neira atrajo la atención de los medios como es usual en este tipo de alborotos. Tiene todo ingrediente que los carroñeros de la prensa se afanan por devorar: violencia, injusticia, juicios escandalosos… Una vez pasadas las dos semanas de marras ¿Alguien sabe qué pasó con el pobre profesor Neira?


Os refrescaré la memoria. Sentaos en el regazo de papá y os contará como un hombre que esgrimiendo la ética que todos deberíamos admirar fue víctima de un ataque que lo dejó en coma. El atacante conocido como Antonio Puerta discutía de forma acalorada con su pareja sentimental consumido por el síndrome de abstinencia del alcohol y las drogas hasta que fuera de sí le propinó un golpe que no pasó inadvertido para el profesor. Al intentar detenerlo y disuadirlo de volver a golpear a su pareja, Puerta reaccionó asestándole un puñetazo en la parte posterior de la cabeza que obligó a Neira a estar hospitalizado durante casi un año y a estar sometido a otro año y medio de futura y dolorosa rehabilitación. Puestos al corriente habréis supuesto que el susodicho animal habrá dado a parar con sus huesos en la prisión. Pues lo cierto es que ahora pasea por las calles tras pagar a tocateja 10.000 € de fianza que desembolsó gustoso. 10.000 euros. Eso es lo que vale el mandar a un hombre al hospital, dejarle en coma y maltratar a tu pareja. Ahora que su agresor está en libertad, Jesús Neira teme por su propia seguridad y en contra de toda lógica vive el día a día arrepintiéndose del momento en el que decidió actuar en favor de unos principios que tan loables se suponen.

¿Qué mensaje nos quieren transmitir con esto? ¿Es más rentable hacer oídos sordos a los lamentos del que sufre? El sistema legal español siempre se ha visto aquejado de vacíos legales en los que suele caer el delincuente experimentado. Las únicas fronteras con las que se topa alguien a la hora de delinquir son la moral y la penal. Estaremos de acuerdo querido lector en que lo moral no prima en este mundo decadente y atiborrado de maldad. Abandonados por unos valores morales que no alcanzan ni a ser una quimera, solo nos queda nuestro código penal tan inútil como recalcitrante. Tal vez cuando la gente malvada deje de servir como ejemplo y se comience a vislumbrar un atisbo de cordura al final de este patético túnel la gente buena pueda disfrutar del remanso de paz que se ha ganado con su propia sangre.

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