miércoles, 10 de marzo de 2010

Sangre de hielo

Mis manos están tintas de la sangre que antaño corría por tus venas con flagrante vitalidad. Yaces en el suelo. Inerte. Permanezco enhiesto, impasible y ecuánime ante tu cuerpo mientras disfruto de la música de tus estertores. Mi frialdad me aterra pero más lo hacía mi impotencia. Ahora que he puesto en práctica las atrocidades que bailaban ante mis ojos cada noche se que no habrá persona en el mundo que apruebe mi acción. Pero yo sé lo que ellos no saben. No saben lo mucho que la amaba y que tú me la arrebataste. La mandaste a un mundo al que no le podría seguir jamás. Que poderoso te creías. Mírate ahora. No veo la sonrisa gélida y arrogante que me dedicaste en el juzgado cuando te absolvieron. Pero contémplame, porque has conseguido que ahora sea yo quien no sufra ante tu dolor. Has creado un monstruo que ha acabado por engullirte sin lamentos. Ha llegado tu hora. Puedo respirar el aroma de la parca que ha decidido que tu vida no merece continuar. Espero que el infierno te reciba con la misma furia con la que yo te envío. Ha llegado el momento de culminar el plan. Desenfundo mi arma y la introduzco entre mis labios. Me pregunto si dolerá. Tonterías. Nada puede doler más que esta vida. Ahora más que nunca sé que estoy dispuesto a reunirme a tu lado. Por siempre.

1 comentario: