viernes, 23 de abril de 2010

Sálvame... en serio


Cada vez que encendía la televisión sentía ganas de llorar y agradezco a Dios que me haya pillado el apagón analógico. No sintáis lástima por mí pues con megavideo soy doblemente feliz y no tengo que aguantar fantoches ni engendros de la naturaleza.

Estoy hablando como no de todos y cada uno de los programas del corazón y realities que nadie debería admirar o siquiera ayudar a que se lucren de nuestra ignorancia. Abramos los ojos. Son personas que de estar fuera de una pantalla y expeler semejantes críticas contra algún ser querido habrían sido despellejadas en la plaza del pueblo hace mucho. Seres repugnantes, malditos parásitos de la estolidez humana yo os maldigo. A estas alturas del despotrique sabréis a qué tipo de humus me refiero. A aquellos que se alimentan del mal ajeno y de vidas que no son la suya. Esa, amigo lector, es la definición de parásito. ¿Qué mejor exponente de este circo de payasos modernos que el infame e irreductible Sálvame? Con su plantel de tarados bailando al son del dinero. Es imposible visionar las interminables 5 horas que dura el “show” y, de poder hacerlo, te sugiero que sopeses el irte a una cueva lejos de una sociedad que se afana por prosperar.

Me crea una nociva acidez el simple hecho de escuchar la risa de una petarda en el autobús mientras su amiga imita a su ídolo: Belén Esteban. Una persona sin virtud ni beneficio que no tiene cultura alguna ni ganas de adquirirla con el dinero que gana. Impartiendo clases de Historia y restándose dignidad a cada palabra que escupen sus labios. Madre coraje. No más que el resto de madres solteras de España que además no tienen el privilegio de poder chupar del bote como tú. Humillando a su hija con cada testimonio que levanta y todo gracias a que supo abrir las piernas cuando debió. No es divertido observar a una pobre imbécil manipulada por su propia cadena y ver como se consume poco a poco bajo el peso de su propia ignorancia. Sin embargo, aunque el animal más ridículo del rebaño no es ni mucho menos el peor pues más vale ser ridículo y no ser lo suficientemente inteligente para poder expresar maldad, que ser brillante y emplear tu mente para el mal.

Hablo sin lugar a dudas de Jorge Javier Vázquez. Ese maldito hipócrita. Mosquito cojonero de España. Una persona a la que no te querrías cruzar sino para cruzarle a él la cara. Cada vez que te veo salir por la tele me dan ganas de irme a vivir a Portugal donde solo hay toallas y… y portugueses. Pero peor aún que tus habilidades nefastas para presentar es la maldad de la que haces tanta gala. Maldito sátrapa. El poder te lo damos aquellos a los que calumnias. Te he visto dinamitar la reputación de cientos de personas a lo largo y ancho de tu estela de vileza. Pero no es tan divertido cuando le pasa a uno¿verdad? Miguel Ángel Rodriguez, alias “El Sevilla” pagó caro el meterse contigo y decir lo que toda España piensa. Pedías 40 millones de pesetas y no te llevaste ni la mitad pero aún así es horrible el contemplar impotente el poder de los injustos. No quiero que se interprete esta agresión como un ataque contra el colectivo gay pues últimamente todo se toma por ofensa. Conozco personas homosexuales maravillosas pero tú… tú eres la vergüenza. La oveja negra del rebaño. La manzana más podrida del lugar. Solo espero vivir lo suficiente para verte caer con todo el equipo y sufrir las consecuencias de una vida de malignidad, maledicencia y oportunismo. Condenada rata, quien a hierro mata, a hierro muere.

Karmele Marchante, otra mamarracha. Dices ser periodista como toda la basura que te rodea. Los periodistas de verdad están haciéndonos saber noticias que realmente cambian el mundo. ¿A quién le importa si vas a trabajar con bolas chinas dentro de la vagina? Que por cierto no visitaría ni bajo nómina. Tu incursión nefanda en la televisión española con tu temazo “Soy un Tsunami” ha dejado un estigma en la cara del mundo de la comunicación. Cierto que el certamen de eurovisión es lo más arcaico, desfasado y hortera de nuestros días y me la trae al pairo quien vaya. Pero desde luego me niego a que remuevas cielo y tierra para reclamar un derecho que tú misma has enterrado. Por otra parte tu vena feminista me repugna. Y no se asuste lector. No soy uno de esos machistas del siglo pasado. Pero no tolero el sexismo. Ni por un lado ni por otro. Ya que hay inútiles en un sexo como en otro. Mírate a ti, Karmele. Eres mujer y no sirves ni para estar escondida y por otro lado trabajas con un hombre que no merece ni piedad.

Lo sé. Me he cebado. Pero con seres rastreros y chupa sangres únicamente vale la más lapidaria de las sentencias. Ahora me voy a contar las monedas de mi hucha esperando la demanda pero, de perdidos al río. Espero que toda vuestra maldad se os vuelva en contra y perezcáis bajo la misma espada que os ha encumbrado.

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