El golfo
Con la luna por cerebro
martes, 1 de marzo de 2011
sábado, 26 de febrero de 2011
El Golfo, ese perro olvidado
A ver, gente. No os tiréis de los pelos aún. El Golfo siempre será mi consentido. Vio como crecía y medraba como escritor y siempre lo apreciaré. Es simplemente que ahora estoy en un momento de mi vida más absurdo. Sin embargo, siempre que me apetece escribir en serio el Golfo me acoge con los brazos abiertos. Por ello jamás será cerrado por mucho polvo que críe.
Para actualizar el Golfo necesito más concentración, más tiempo y más inspiración que para actualizar el otro despojo que llamo blog. Así que no quiero que habléis de la muerte de mi pequeño hasta que agonice o la Sinde le coja tirria a los blogs.
Podéis seguir mis andaduras en http://diariodeuncanallaamateur.blogspot.com
viernes, 18 de febrero de 2011
¿Cómo hemos llegado a esto?
Llevo tanto tiempo en esto... Tanto tiempo que ya no duele. Las calles en las que crecí. Las que me vieron sufrir y no movieron un dedo. Esas mismas calles canallas y despiadadas vuelven a ejercer su sádico papel una vez más. El cruel jaleo que están montando los chicos se me antoja ajeno. ¿A quién vitorean? ¿A quién abuchean? Solo existe él. Su mirada. Tan llena de rabia. Los hilos del odio le hacen crispar los labios. Estamos dando vueltas. Sé que yo tengo la misma cara. Una muy diferente a la que quiere mostrar mi alma que solloza de impotencia. Es tan común. La pelea visual antes de la pelea física. La atmósfera vacía que se crea entre tú y tu rival. Como si os hubieran aislado en una campana llena de malevolencia. Los chicos la contemplan, llenos de gozo. Saben que solo uno saldrá con vida y se relamen de gusto.
Durante unos años disfrazados de minutos nos miramos. Uno a cada lado del círculo que nos dejan los chicos. Sé que él quiere sangre y un pedazo de mi ser, el animalizado, quiere dársela. Quiere darle mucha sangre. Sin verlo venir, su frente impacta contra mi nariz. Los ojos se me encharcan de lágrimas y me duele la cabeza. Puedo notar como sus puños impactan contra mi estómago una y otra vez. Es cierto lo que dicen. Quien pega una, pega dos. Pero no duele. No en el momento. Me tiro al suelo y puedo ver como se abalanza sobre mí. Ya no oigo los gritos de los chavales. Solo puedo escuchar el friegue de mi ropa contra el suelo, el zumbido de los oídos tan familiar. Agarro un puñado de arena y se lo lanzo a los ojos. Entre bramidos se echa hacia atrás. Le asesto una patada en el pecho y lo lanzo contra su espalda. Se revuelve. Mucho. Siempre fue muy fuerte. Pero yo lo soy más. Lo estampo contra el muro y puedo oír como el cráneo se le fractura en la parte posterior ¿Cuántas veces descargué mi puño sobre él? cientos, tal vez miles. El chapoteo de huesos fracturados contra la sangre de su rostro es suficiente para mí. Él, entre estertores, balbucea "¿Cómo hemos llegado a esto?" Demasiado tarde. Un último golpe termina con su vida.
Como flotando, noto como me levantan los brazos entre alaridos. Había ganado. Me falta el aliento. No puedo siquiera respirar por la fractura. Debo tener una costilla rota y el muñón que antes fue mi nariz tampoco ayuda. El cadáver lleno de sangre y tierra yace en el suelo y nadie lo atiende. Solo hay ojos para mí. El hombre que asesinó a su mejor amigo por el liderazgo de una banda que ni siquiera le importaba...
Durante unos años disfrazados de minutos nos miramos. Uno a cada lado del círculo que nos dejan los chicos. Sé que él quiere sangre y un pedazo de mi ser, el animalizado, quiere dársela. Quiere darle mucha sangre. Sin verlo venir, su frente impacta contra mi nariz. Los ojos se me encharcan de lágrimas y me duele la cabeza. Puedo notar como sus puños impactan contra mi estómago una y otra vez. Es cierto lo que dicen. Quien pega una, pega dos. Pero no duele. No en el momento. Me tiro al suelo y puedo ver como se abalanza sobre mí. Ya no oigo los gritos de los chavales. Solo puedo escuchar el friegue de mi ropa contra el suelo, el zumbido de los oídos tan familiar. Agarro un puñado de arena y se lo lanzo a los ojos. Entre bramidos se echa hacia atrás. Le asesto una patada en el pecho y lo lanzo contra su espalda. Se revuelve. Mucho. Siempre fue muy fuerte. Pero yo lo soy más. Lo estampo contra el muro y puedo oír como el cráneo se le fractura en la parte posterior ¿Cuántas veces descargué mi puño sobre él? cientos, tal vez miles. El chapoteo de huesos fracturados contra la sangre de su rostro es suficiente para mí. Él, entre estertores, balbucea "¿Cómo hemos llegado a esto?" Demasiado tarde. Un último golpe termina con su vida.
Como flotando, noto como me levantan los brazos entre alaridos. Había ganado. Me falta el aliento. No puedo siquiera respirar por la fractura. Debo tener una costilla rota y el muñón que antes fue mi nariz tampoco ayuda. El cadáver lleno de sangre y tierra yace en el suelo y nadie lo atiende. Solo hay ojos para mí. El hombre que asesinó a su mejor amigo por el liderazgo de una banda que ni siquiera le importaba...
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crónicas del dolor
microparida 92
A la Tierra le quedan cuatro afeitados. Y la naturaleza no piensa darnos aftershave.
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microparidas
jueves, 10 de febrero de 2011
microparida 91
Cuando en una discusión tu rival comience con los insultos sobre tu físico, no te ofendas. Te debe bastar con saber que has ganado la pelea.
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microparidas
viernes, 4 de febrero de 2011
miércoles, 2 de febrero de 2011
martes, 1 de febrero de 2011
Como siempre
Escucha el sonido de cada día a la misma hora. 19:30, una llave acuchilla la puerta y siempre es ella la que entra. Nunca ha habido tiempo ni dinero para el anhelo. Él continúa pintando sus soldaditos de plomo. Gruñón. Como siempre. Los pegotes de pintura gruesos y oscuros de sus uñas le hacen pensar en su corazón. Tan reseco y marchito como aquellas manchas. Ella deja el bolso en el sofá, como siempre. Un sucinto y discreto hola parece suficiente. ¿Cuándo dijeron que un beso era demasiada muestra de afecto para una historia tan vieja? Él no lo recuerda. Sí recuerda cuando quería recuperar la costumbre. Sí recuerda cuando decidió que era mucho pedir. Ella se encamina hacia la habitación quitándose la chaqueta. En otro tiempo, la habría arrojado contra la cama y le habría demostrado su amor. Pero ¿Qué amor quedaba ya? Solo la costumbre, solo el temor a la soledad.
La cena transcurre sin incidentes. Ya no hay fuerzas ni para discutir. Ambos saben lo que vendría a continuación. Solo el sonido incesante de ese maldito reloj de carrillón que la madre de ella les había regalado. Mejor eso que el impertinente sonido de su respiración constante y asmática. Él solo la mira cuando hace algún sonido fuera de lugar. Ni siquiera levanta la mirada de aquellas lentejas aguadas cuando ella saca algún tema trivial. Solo contesta y evita el peligro. Como siempre.
Los hijos habían marchado hacía mucho y fue entonces cuando se percataron de lo aburridos que eran y de lo que se irritaban el uno al otro. Pero no les quedaba nada. Solo la compañía cruelmente conciliadora que ambos se daban condescendientes. Tal vez, solo tal vez, él debería hacerle una mamada a su escopeta de doble cañón y abrirse un agujero en la nuca y sorprender a su mujer con una escena diferente a las 19:30. Pero se le va pronto de la cabeza. Como siempre.
"¿En qué piensas cariño?"
"En nada, querida"
La cena transcurre sin incidentes. Ya no hay fuerzas ni para discutir. Ambos saben lo que vendría a continuación. Solo el sonido incesante de ese maldito reloj de carrillón que la madre de ella les había regalado. Mejor eso que el impertinente sonido de su respiración constante y asmática. Él solo la mira cuando hace algún sonido fuera de lugar. Ni siquiera levanta la mirada de aquellas lentejas aguadas cuando ella saca algún tema trivial. Solo contesta y evita el peligro. Como siempre.
Los hijos habían marchado hacía mucho y fue entonces cuando se percataron de lo aburridos que eran y de lo que se irritaban el uno al otro. Pero no les quedaba nada. Solo la compañía cruelmente conciliadora que ambos se daban condescendientes. Tal vez, solo tal vez, él debería hacerle una mamada a su escopeta de doble cañón y abrirse un agujero en la nuca y sorprender a su mujer con una escena diferente a las 19:30. Pero se le va pronto de la cabeza. Como siempre.
"¿En qué piensas cariño?"
"En nada, querida"
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viernes, 28 de enero de 2011
microparida 88
Lo malo no es escuchar voces. Lo malo es que te guste lo que dicen.
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microparidas
lunes, 24 de enero de 2011
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